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A partir del triunfo en el balotaje del ex capitán del ejército, Jair Bolsonaro, se abre una nueva etapa política en el principal socio comercial del país. Llegó al poder un ultraderechista que supo cosechar el cansancio con el PT de Lula y el profundo malestar con los partidos tradicionales, al calor de las denuncias de corrupción y de una crisis económica que tiene a 15 millones de parados.
Este giro a la derecha en Brasil expresa no solo un cambio de signo político, sino también, nítidos elementos de polarización social que desde hace unos años recorren el continente y el mundo entero.
A partir de la crisis financiera de 2008 y su consecuencias, se han hundido los partidos de centro (garantes del ajuste neoliberal), y emergen los denominados outsiders que capitalizan, el descontento de las mayorías por derecha y en algunos casos por izquierda.
Quienes aseguran que el triunfo de Bolsonaro es un espaldarazo al alicaído Macri, no pueden dejar de lado, que aún así la capacidad de Cambiemos de avanzar en una agenda de ajuste es más que limitada
Quienes aseguran que el triunfo de Bolsonaro en Brasil es un espaldarazo al alicaído Mauricio Macri, no pueden dejar de lado, que aún así la capacidad de Cambiemos de avanzar en una agenda de nueva reforma previsional y laboral que baje profundamente el costo en dólares de los salarios, las condiciones de trabajo y jubilaciones es más que limitada.
Exageran también la capacidad de Bolsonaro de aplicar esta agenda ultraliberal, sin reconocer, que no tiene un cheque en blanco, mientras que enfrente hay 47 millones de personas que votaron en su contra. Una fuerza nada despreciable para organizar y poner en pie la resistencia.
Fuego amigo
Quienes por estas latitudes argentas desean un shock se siguen quejando del gobierno macrista, “a Macri los mercados no le creen nada” dijo el presidente de Fiat, Cristiano Rattazzi, un hombre que le pone el cuerpo al etéreo concepto de “los mercados”.
Con más fuego amigo volvió, Carlos Melconian, quien afirmó que “el gobierno no resolvió la herencia y carece de un programa económico”.
El ex presidente del Banco Nación no lo dijo como una crítica al programa financiero y económico escrito por los burócratas del Fondo Monetario Internacional; sino como una forma de expresar el malestar de un amplio arco que va desde los lobos de Wall Street hasta los industriales de la UIA. Dudan del capital político de Cambiemos para evitar el default, una hiperinflación y el quiebre del conjunto de la economía.
Desde este ángulo a Cambiemos lo definen como un régimen de transición que tendría la ardua tarea, ya no del shock que exigen los empresarios, sino de un plan defensivo para evitar que todo vuelve por los aires, mientras en el corto plazo, se encargarían de alejar la amenaza “populista” de un retorno del kirchnerismo que sin embargo, junto con el PJ de los racionales y los dirigentes sindicales, comparten la misma estrategia: administrar el malestar social junto para que todos unidos lleguen al 2019.
Un eventual gobierno kirchnerista deberíamos mirarlo en el espejo de Brasil, que como ya analizamos nos da la imagen del fracaso de quienes se propusieron hacer una gestión del capital en épocas de vacas y soja flaca, asumiendo el camino del ajuste como fue el segundo gobierno de Dilma Rousseff.
Control de daños y de negocios
Si nos situamos en la provincia encontramos a un gobierno cuyo titular reconoce una suerte de mala praxis de Cambiemos en materia económica y como a quien le llovió la crisis, ahora tiene que hacer el control de daños.
Pero su preocupación por los pobres y el hambre que es cada vez mayor, otorgando algunas ayudas a los comedores y pequeños comerciantes tiene patas cortas. ¿Quién puede decir que el hambre se calma con 6,9 pesos por niño por día en los comedores?
La imagen de chicos comiendo en los basurales de la localidad de Libertador Gral. San Martín da mucho más que bronca, cuando en esas tierras se producen un cuarto del azúcar que consumen los argentinos, mientras los dueños del emporio Ledesma facturan millones.
Una postal que para el gobierno no significa nada, sino al contrario, lejos de la asfixia fiscal que esgrimen los liberales, el grupo Ledesma no solo goza de la impunidad de sus dueños responsables de crímenes de lesa humanidad, sino también de rebajas impositivas de los ingresos brutos –bajo la gestión Morales- o directamente la exención del pago de ganancias, que ni siquiera cumplieron con los mínimos requisitos que le solicitara la AFIP en un convenio firmado durante la década ganada.
Morales reconoce una suerte de mala praxis de Cambiemos en materia económica y como a quien le llovió la crisis, ahora tiene que hacer el control de daños.
El control de daños de Morales significa migajas para las mayorías que pasan hambre, con el fin de evitar que salgan a las calles. De fondo su objetivo es preservar los negocios millonarios de los dueños históricos de Jujuy. Muy lejos de la pobreza cero, con 250.000 pobres en la provincia, aparecen los anuncios de grandes negocios con el litio, las energías solares o el turismo que se llevan unos pocos y para el pueblo trabajador les son ajenos.
Con la insistencia de Morales sobre sus legisladores para que ahora voten el presupuesto 2019, pese a que trae fuertes recortes en Educación, Salud y política alimentaria, acorde a las exigencias del FMI, confirman que no se trata de un caso de mala praxis.
Por el contrario, es el resultante de una política consciente de los representantes políticos de una clase empresario, algo que en la provincia se expresa en forma más carnal en el vínculo sin intermediarios entre quienes conforman los partidos tradicionales y son la vez los dueños de Jujuy. Aquellos que históricamente han descargado sobre el pueblo trabajador saqueos para sostener sus negocios y ganancias como fue en 1976, en 1989-90 o en el 2001. Las recetas son más o menos las mismas, los ganadores y perdedores también.
Salida propia
Para que la historia sea esta vez otra no se puede esperar al 2019. Esta falsa esperanza, no solo viene sin garantía de recuperar luego todo lo perdido, sino que tiene un sentido estratégico que es evitar que los trabajadores, las mujeres y los jóvenes se unan y ganen las calles.
Quienes proponemos unificar a la izquierda en un partido revolucionario lo hacemos como parte de la tarea de organizar a todas esta fuerza social que hoy tienen conducciones traidoras en los sindicatos y en los centros de estudiantes.
Ir por la organización de la clase trabajadora en Jujuy que cuenta con 25.000 docentes, más de 55.000 estatales y municipales, 10.000 empleados de comercio, 2.000 mineros, 8.000 obreros del azúcar y otros tantos miles en el tabaco, de una clase trabajadora de más de 200.000 personas que tienen una larga tradición de lucha, implica la tarea de pelear por recuperar los sindicatos y transformarlos en herramientas de combate en unidad con los desocupados, la juventud y el movimiento de mujeres.
Con los cientos de secundarios de la marea verde, los miles de estudiantes universitarios que este año salieron a las calles también está planteada la tarea de organización y recuperación de los centros de estudiantes para desde allí construir la alianza obrero-estudiantil.
Este desafío se vuelve vital porque se trata de preparar una dirección política que esté a la altura de la tradición de los dueños de la provincia, que cuando tienen que apagar la luz no les tiembla la mano.
Contamos con el apoyo de miles de trabajadores, jóvenes y de los sectores populares de la Jujuy plebeya y originaria, a todas y todos ellos los invitamos a compartir esta pelea porque sabemos que somos los únicos que podemos dar vuelta la historia. |