Ante nuestros ojos se está dando el avance de la Caravana Migrante, que en este momento recorre México. Mientras tanto, al otro lado del río Bravo los latinoamericanos que ya se encuentran en Estados Unidos resienten los efectos de las políticas rabiosamente xenófobas de Donald Trump.
Aún queda más de 200 niños separados de sus padres, quienes fueron perseguidos por el gobierno del imperialismo estadounidense bajo la política de "tolerancia cero", suprimida por orden de un juez, quien ordenó a Trump la restitución de los niños a sus padres. Ahora continúa con sus ataques a los inmigrantes para mantener el respaldo de su base social y mantener el rédito electoral, por eso hoy prohíbe el asilo político a quienes entren sin papeles a la Unión Americana.
Inicialmente dos mil 667 infantes fueron arrebatados de las manos de sus progenitores, pero gracias a las denuncias y a la presión tanto nacional como internacional la mayoría ya fueron devueltos, un total de dos mil 458, sin embargo 209 de estos niños siguen sin poder reunirse con su familia.
Esta crisis migratoria es el resultado de más de tres décadas del "triunfo" del capitalismo sobre el mundo que, luego de la restauración en los otrora países "socialistas", expandió su dominio económico, incrementando a la vez la expoliación de los diversos países de América Latina.
Es decir, que la salida de miles de trabajadores de sus países de origen en busca de mejores condiciones de empleo, no se podría entender sin mirar atrás, al Consenso de Washington y sin observar cómo las multinacionales se repartían el botín y preparaban el saqueo masivo de nuestros países. Dicha salida de miles no es sino la confirmación de que el modelo neoliberal se está agotando, con una economía en el centro capitalista que no levanta desde el shock recibido en 2007-2008.
Los inmigrantes no son los responsables de la falta de empleo, ni de la pérdida del poder adquisitivo, de derechos laborales o de la violencia, más bien todas estas cosas son un producto directo de las políticas patronales que el imperialismo y sus gobiernos títeres en América Latina han venido implementando durante décadas y que ya ne les alcanzan para garantizar la reproducción del modelo de explotación.
Los migrantes huyen de la miseria económica pero también del terror dictatorial ejercido por sus gobiernos antidemocráticos y por la violencia de una sociedad lumpenizada por las bandas narcotraficantes. Su deseo de llegar a EE UU, en búsqueda de trabajo y asilo, pone el dedo en la llaga: los magnates capitalistas deben pagar por lo que han producido, no sólo en los desvastados países de su "patio trasero" sino dentro de los mismos Estados Unidos, donde la desigualdad económica sigue polarizándose entre el 1% super enriquecido y el resto de la sociedad.
Las demandas de los migrantes son justas al igual que las de los trabajadores estadounidenses que están saliendo a luchar. Hay que unificarlas a través de las fronteras. Por esa razón es necesario rodear de solidaridad a la Caravana migrante, de exigir que los niños sean devueltos a sus padres y que todo el que quiera emigrar pueda hacerlo sin restricciones. Pero ello sólo será posible si los trabajadores de ambos lados de la frontera nos unimos para combatir la xenofobia y el racismo, la miseria y desigualdad, que los grandes capitalistas representados por Trump provocan a lo largo y ancho del continente. La Federación de Estados Socialistas está a la orden del día ante la debacle capitalista.
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