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28 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

MÚSICA CHILENA
Con excelente acogida se llevó a cabo el Primer Encuentro Nacional de Transcriptores y Editores de Música
Yasna Rex | Periodista y publicista, Usach. Colaboradora de Cultura

La misión de transcribir y publicar títulos de compositores chilenos, es un ejercicio tras bambalinas. La cantidad de estilos emergentes, las nuevas miras de escuelas formativas, han contribuido a explorar géneros al margen de la tradición escrita y folclórica, colindando con el hip-hop, la metálica y el reggaetón.

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Fotos: Yasna Rex

El jueves 15 de noviembre en la Biblioteca Nacional de Chile, el Archivo de Música realizó el Primer Encuentro Nacional de Transcriptores y Editores de Música. Patrocinado por la SCD, el evento congregó a diversas personalidades de la esfera sonora, entre los que figuraron el cantante e investigador Gonzalo Cuadra y el transcriptor Osiel Vega.

Con tres mesas de conversación que abordaron el rol de la edición musical en Chile, programas utilizados en la compleja tarea de rescatar manuscritos originales, y una charla que tuvo como invitada a Cayambis Music Press, editorial estadounidense especializada en la música latinoamericana, además de exhibiciones de partituras, libros y CDs, la jornada se desenvolvió en un cálido ambiente propiciando el intercambio de opiniones e ideas.

Representantes de las editoriales Microtono Ediciones Musicales, Cadenza Editorial, Ediciones Cluster y la Editorial Nacional, respondieron preguntas y desafíos planteados por los asistentes con el objetivo de acercar las obras a instituciones y orquestas. Instancia respaldada con material inédito, entre los que destacaron audios y grabaciones del cantautor Hugo Moraga mostrados por el músico Rodrigo Invernizzi.

Obras de Enrique Soro y Nino García, también tuvieron oportunidad de lucirse gracias a Gerardo Marcoleta y Juan Sebastián Cayo, de Ediciones Cluster. El Notturno in Do Maggiore o la Danza D’Amore de Soro vuelven a ver la luz después de décadas de anonimato. “La difusión de su obra es débil para haber sido Premio Nacional de Arte (1948)”, sentencia Cayo respecto al contexto actual de las piezas de Soro.

La deuda histórica

“Tenemos una gran cantidad de manuscritos de compositores chilenos. Muchas de estas obras nunca han sido editadas, por tanto nadie las conoce y toca. Eso es un problema porque hay muchas orquestas, juveniles y profesionales, que no están tocando música chilena”, declara Cecilia Astudillo, Jefa del Archivo de Música.

La importancia de transcriptores, en paralelo a editores, recae en la cantidad de material circulante y accesible a la hora de barajar repertorio en presentaciones y aulas. En esa línea, Astudillo recalca “si tienes un proyecto de las orquestas juveniles, ¿cómo haces que los músicos toquen si no hay partitura? ¿O si quieres que la orquesta, aparte de interpretar a Mozart toque algún chileno?”. Son realidades que el entorno cultural busca intervenir para visibilizar nombres nacionales.

Osiel Vega, transcriptor de Microtono Ediciones Musicales, aclara que para obtener resultados favorables, las partituras deben leerse sin mayores problemas. “En el oficio uno tiene que ser súper rigoroso, es como escribir novelas sin saber castellano”, manifiesta. Mientras que el investigador y músico Gonzalo Cuadra, responsable de recuperar las óperas de Ortiz de Zárate y Remigio Acevedo, pone sobre el tapete la persistencia y cariño para impulsar proyectos de dicho calibre.

El oficio implica soslayar múltiples barreras. Letras indescifrables, compases faltantes, rayones, anotaciones ambiguas, deterioro del material por factores naturales o mala preservación, notas borradas y textos en otro idioma, las adversidades para la edición son inimaginables, pero sin ese proceso cancioneros como los de Violeta Parra y Víctor Jara jamás habrían sonado con tanta fuerza en el seno social.

Existen tomos completos de la historiografía musical por escribir. Hechos que eruditos desconocían o sencillamente excluyeron de los registros oficiales. La deuda pasa por recuperar tales fragmentos, recomponerlos, moldearlos a la época y sacudir el polvo de manuscritos postergados, pero para ello, como bien dice Osiel Vega, significa tener presente que a pesar del auge tecnológico y el transcurrir impasible de los siglos, “hacer partituras es pura artesanía”.

 
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