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19 de noviembre de 2018 Twitter Faceboock

Opinion
A 30 años de la caída del muro, lo que dejó la restauración capitalista
Matthias Flammenman

Después de tres décadas de la restauración capitalista en Alemania del Este, la crisis social que dejó, hoy alienta los fenómenos políticos de derecha.

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Luego de que cayera el Muro de Berlín y llegara al poder la colación conservadora con Helmut Kohl a la cabeza, se inicia un proceso de restauración del capitalismo en lo que había sido la República Democrática de Alemania (DRA por sus siglas en alemán). Una de las caras más visibles de este proceso, fue el organismo llamado Treuhandanstalt que privatizó las empresas nacionales para su posterior desmantelamiento.

Este proceso terminó con decenas de miles que perdieron sus trabajos, sus casas, y su estabilidad en general. Los trabajadores –que habían protagonizado las masivas movilizaciones contra la burocracia estalinista del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED)- empezaron a ser mano de obra barata para los dueños capitalistas de las empresas de la Alemania Occidental, convirtiéndose en “ciudadanos de segunda”.

Las consecuencias sociales de este proceso todavía hoy las podemos ver. Frank Dehmel cuenta en una nota publicada en el New York Times, como en el año 1989 salió a las calles a pedir por “democracia” y “libertad” y hoy, estando desocupado, vuelve a la protesta, pero apoyando a la coalición de extrema derecha Alternative Für Deutschland (Alternativa por Alemania). Los ejemplos como Dehmel se multiplican, especialmente en la parte oriental del país germano. Oliver Graf, bombero en Eberbasch-Nuegersdorf, afirma que “casi no conoce a nadie que no haya votado por AFD”.

La extrema derecha en los últimos años creció, hasta llegar a ser –alrededor de AFD- la principal coalición opositora al gobierno de Merkel en el parlamento. Alemania del Este explica gran parte de este caudal de votos.

Entre las razones que explican este fenómeno -más allá de la recomposición de la derecha xenófoba a lo largo de Europa- específicamente en la Alemania Oriental, se encuentra la crisis estructural que dejó la restauración capitalista, dejando cientos de miles de desocupados, convirtiendo pueblos enteros en cementerios silenciosos y destruyendo derechos conquistados por los obreros alemanes, más allá de la dirección estalinista que dirigió la RDA.

Después de casi 30 años de capitalismo en el este, la situación de los trabajadores no sólo no ha cambiado, sino que se han profundizado. El desempleo estructural que dejó el desmantelamiento de la industria sociabilizada de la ex RDA, la miseria y la crisis son imagen viva hoy, de lo que dejó la restauración.

Sobre la base de lo que arrasó el capitalismo, se paran los discursos demagógicos de la extrema derecha que apunta sus cañones contra los inmigrantes, queriéndolos culpar de la situación que viven los sectores populares del este.

Tanto AFD, como Pegida (otra formación de extrema derecha) vienen levantando un discurso demagógico y de mano dura, que sobre sectores que vienen de décadas de retroceso. Sobre la desesperanza, estos agrupamientos piden más mano dura y alientan ataques contra los inmigrantes, culpándolos de la desocupación y la descomposición social.

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Desde que asumió Ángela Merkel –originaria de Alemania Oriental- la situación no ha más que empeorado para los trabajadores. Los “Ciudadanos del Este” se esperanzaron con que una de “ellos”, finalmente viniera a integrarlos al resto de Alemania.

Pero Merkel, al frente del gobierno, guio sus políticas para el beneficios de las patronales imperialistas germánicas.

Estas empresas aprovecharon no sólo los beneficios de la mano de obra barata oriental, sino que –siguiendo las premisas neoliberales- deslocalizaron su producción a países donde los salarios fueron más baratos y donde existiera prácticamente la sindicalización. A su vez, aprovecharon los inmigrantes árabes y de Europa del Este para superexplotarlos en las empresas que quedaban en la Alemania reunificada.

Este proceso –que se repitió a nivel mundial- significó más precarización para todos los trabajadores nativos e inmigrantes.

Esto es lo que los nuevos partidos de ultraderecha no denuncian, ni tampoco la izquierda alemana (a veces incluso haciéndose eco de los discursos xenófobos). Estos partidos pretenden convencer a los trabajadores de que el problema son los inmigrantes y no las patronales imperialistas que se benefician de la división que existe en las filas de la clase obrera.

Los otrora “héroes de la clase trabajadora en el socialismo”, hoy son el último orejón del tarro del capitalismo que parió la caída del Muro de Berlín. Una de las tareas más acuciantes hoy para la izquierda anticapitalista que se precie tal, es unir lo que la burguesía divide: a los trabajadores con las trabajadoras, a los nativos con los inmigrantes, a los precarios con quienes tienen un trabajo en blanco.

 
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