Gastón murió el lunes 9 de marzo, luego de caer a un pozo ciego en el barrio Rodrigo Bueno, en la Costanera Sur, espacio que el Gobierno de la Ciudad se niega rotundamente a urbanizar. Como si fuera poco, y ya atado a ese destino, la ambulancia que podría haber salvado su vida, no pudo acercarse hasta el domicilio donde sucedió el hecho por no haber calles transitables.
Las desigualdades se palpan mucho más cuando son cortas las distancias entre ellas. El barrio Rodrigo Bueno se encuentra en Costanera Sur, limítrofe al ostentoso Puerto Madero donde varios funcionarios del gobierno nacional y porteño tienen y atienden sus negocios en extensos pisos. En el barrio, en cambio, son alrededor de 2.000 habitantes que deben lidiar con la falta de luz, de agua potable y de cloacas.
La Defensoría General de la Ciudad, en respuesta al reclamo que los vecinos vienen haciendo hace años, presentó un amparo ante la Justicia para pedir la urbanización del barrio que tuvo un fallo favorable en primera instancia en 2012. Pero el gobierno de Macri apeló y, finalmente, en octubre del año pasado, la Sala II de la Cámara en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad revocó la resolución.
En ese espacio se planea construir el proyecto Santa María del Plata, algo así como un nuevo Puerto Madero que no parece incluir justamente a los vecinos del ahora Rodrigo Bueno.
Muertes evitables
Gastón volvía a su casa luego de haber estado en la escuela. Otra habría sido la historia si no se hubiera acercado al pozo ciego para rescatar a su gato que había caído en él. Sin embargo, la precariedad de las condiciones de vivienda transforma este terrible y aparente evitable episodio en un hecho que casi no podemos dejar de sorprendernos que no sea aún más cotidiano. Es preocupante saber entonces que estas muertes de jóvenes y vecinos de barrios populares ocurridas en una ciudad (y país) gobernada por los intereses de los especuladores inmobiliarios seguirán lastimosamente sucediendo. |