Lila Cejas
| Obrera de la zona norte de GBA
Integrante de Pan y Rosas
Con declaraciones de su editora Mercedes Cordeyro, la revista oficial del complejo, que también es propiedad de la familia Constantini, puso en duda la denuncia de las trabajadoras domésticas. Ellas y nosotras. Sus alianzas y las nuestras.
La Izquierda Diario es un medio hecho por trabajadores para trabajadores, por eso nuestras noticias están muy bien chequeadas. Muchas veces nosotros mismos, los y las obreras, escribimos nuestras propias historias en forma de noticias y denuncias, para que se conozca y se difunda la realidad en la que vivimos cada día.
Las notas nuestras están escritas para denunciar a un grupo en particular, un sector que es amigo de todos los gobiernos y dueños de la información que reproducen los grandes medios de comunicación del país.
Como corresponsal de La Izquierda Diario en Zona Norte, escribí una nota hace dos semanas,que está muy bien chequeada de por cierto, y a las pruebas me remito: más de 70 trabajadoras cortando una de las entradas del exclusivísimo complejo de Nordelta, después de estar una hora y treinta esperando un colectivo que las lleve a sus trabajos.
Esta denuncia se viralizó y despertó un amplio repudio a estos actos de segregacionismo que a muchos no hizo acordar al que sufrían los trabajadores y trabajadoras negras en los EEUU, hace décadas. Hasta 1960,las personas afrodescendientes debían cederle el asiento a los blancos o tenían que utilizar la parte de atrás de los autobuses de la época. En Nordelta, algunos propietarios ni siquiera quieren viajar en el mismo transporte que las mujeres que limpian sus casas.
Desde La Izquierda Diario pudimos aportar nuestro granito de arena para darle voz al reclamo de las trabajadoras domésticas de Nordelta y Argentina. Nos han llegado mensajes y denuncias de muchas trabajadoras que pasan por lo mismo y se sienten identificadas con lo que pasa en Nordelta, porque el transporte es la gota que rebalsó el vaso, un vaso lleno de maltratos, abusos y trabajo en negro sobre miles de mujeres que trabajan en las casas de los que mejor viven.
Amigos son los amigos
Leí decenas de notas que cuestionan y se alarman con lo que pasa en el reservado complejo de barrios privados. Nadie puede creer que esto pase en el siglo XXI, dicen. Pero particularmente me llamó la atención cómo con tanta soberbia la voz oficial de dicho complejo, la Revista de los Constantini, llamada “Locally Nordelta-Villanueva-Tigre”, a través de su editora Mercedes Cordeyro, se atreve a poner en dudas algo que no es un secreto para nadie: que las trabajadoras domésticas son tratadas como seres de segunda.
Me imagino que sólo pueden defender lo indefendible alguien que se codea con ese mundo de la “alta sociedad” como es el caso de dicha editora. Investigando quién se atrevía a deslegitimar la bronca acumulada de cientos de mujeres explotadas y discriminadas por ser pobres, confirmé mis dudas. Si. Sólo alguien que se codea con los candidatos del poder, una amiga de los que administran la miseria y se quedan con la mejor parte de la torta, mientras miles de mujeres y hombres son reventados dentro y fuera de sus confortables mansiones pasando necesidades que ellos prefieren no prestarle atención, mientras viven su propia fiesta llenas de lujos obscenos a costa de del sudor y el hambre de una mayoría.
Tienen que salir a deslegitimar una denuncia que se ganó a la opinión pública porque las trabajadoras domésticas están por todos lados: son nuestras vecinas, nuestras hermanas, nuestras madres, las despedidas de las fábricas como SIAM de Avellaneda y otras tantas, que tenemos que ir a limpiar casas porque tenemos los brazos rotos por sacarle la producción al dueño de la empresa, que seguro él o sus gerentes viven en barrios como Nordelta.
Escribir desde el odio. Transformar la bronca en lucha y organización
Las mujeres estamos cansadas de ser las más precarizadas, las que menos ganamos por el mismo trabajo, las que somos acosadas. Estamos hartas, y no nos dimos cuenta ayer de lo que nos pasa, pero sí nos dimos cuenta hoy de que tenemos que unirnos para conquistar cada uno de nuestros derechos. Las trabajadoras levantamos la cabeza y vimos las caras de nuestras hermanas, vecinas e hijas, las de las fábricas, las estudiantes, las maestras, y estamos dispuestas a unirnos para vencer.
La editora de esta revista se queja porque escribimos “desde el odio”. Más chocante es ver a mis hermanas de clase discriminadas. De verlas llorar porque después de limpiar una casa donde tienen miles de lujos y 3 o 4 o más autos, ellas tienen que viajar como vacas al matadero. Mis hermanas llegan a sus casas y no tienen para darle de comer a sus hijos. Mis hermanas no tienen derecho a enfermarse, porque las echan sin pagarle un peso después de años de trabajar para ellos. Mis hermanas no tienen derecho a hablar su idioma natal, el guaraní, porque a sus patronas les da dolor de cabeza. Pero en cambio no importa cuánto les duela la espalda a mis compañeras y compañeros por limpiar y construir sus mansiones, por unos pocos pesos.
Las mujeres trabajadoras, nuestros padres y nuestros hijos, nos hemos cansado de ver desfilar por la Casa Rosada a los políticos y funcionarios de turno (peronistas, radicales, etc.) y a sus amigos de clase, como los empresarios Constantini, los Macri y tantos otros que se la llevaron en pala, bajo este gobierno, así como bajo el gobierno anterior. Jamás tomaron una sola medida para terminar con el trabajo en negro, ni la súper explotación laboral. Lo que les pasa a las trabajadoras domésticas no empezó en el 2015 con Cambiemos en la presidencia. Todos han gobernado, año tras año, elección tras elección, para defender los intereses de los empresarios y de los grandes capitalistas, que viven del trabajo que realizamos nosotras y nuestras familias.
¿Cómo se explica sino que en Nordelta, la "Ciudad Pueblo" contraste tanto con las barriadas obreras? Mientras ellos tienen lagos artificiales, varios autos y hasta esclavas del siglo XXI para que los atiendan, en los barrios nuestros no tenemos cloacas, asfalto y nuestras casas se transforman en lagos cuando se inundan, las escuelas de nuestros hijos explotan y sus maestros mueren, y nuestros médicos del hospital público son despedidos. Todo esto bajo la mirada de cada uno de los que pasó por el municipio, como sus amigos Sergio Massa, el ex intendente de Tigre, y su sucesor Julio Zamora; la Gobernación, antes bajo la gestión del kirchnerista Daniel Scioli y hoy de María Eugenia Vidal; y la Presidencia, del kirchnerismo con Néstor y Cristina y ahora con Macri y con Cambiemos.
Hasta los gobiernos que se hicieron llamar "populares" como el kirchnerismo no tomaron una sola medida para achicar ésta, que es la verdadera brecha entre los trabajadores y los dueños del poder. Ni hablar de su ex aliado Sergio Massa y ahora de Julio Zamora, que siguen sin tomar ninguna medida para garantizar siquiera que las trabajadoras dejen de ser maltratadas y que los barrios dejen de inundarse cuando llueve. En Nordelta no se inundan, pero sus “empleadas” si. Y como nada podemos esperar de ellos, sabemos que sólo nuestras propias fuerzas pueden hacer que la tortilla se dé vuelta y que los pobres comamos pan y los ricos... si, escribo desde el odio. Odio de clase se llama.
Louise Michel decía algo así: "cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodean y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo". No subestimen a las mujeres de la clase obrera. Ese día está naciendo.