Ante un Zócalo rebosante y en un marco tradicionalista se reprodujo en la capital el ritual en el que los pueblos originarios entregaban el “bastón de mando” al jefe priísta opresor. Luego López Obrador detalló un extenso programa enfatizando propuestas para los más necesitados.
Horas antes de dar su segundo discurso del día, se iniciaba el “AMLOfest” con música y bailes tradicionales, mientras se aglutinaban contingentes de gente proveniente de todo el país, que llegaron a sumar 160 mil personas. Poco antes del discurso del nuevo presidente se llevó a cabo un ritual tradicional con chamanes indígenas para “limpiar” a López Obrador quien, utilizando esa figura subliminal de autoridad ancestral, asegurara que además de la “purificación” de la figura presidencial “queremos la purificación de la vida pública nacional”.
A partir de ese punto comenzó a detallar en un larguísimo discurso sus 100 propuestas de gobierno. Desarrolló todas las propuestas de las que ha venido hablando e impulsando luego de su victoria del 6 de julio pasado. Aunque se cuidó mucho de hacer menciones a la clase dominante, los grandes empresarios e inversionistas extranjeros, y sí enfocándose en cuestiones que tienen que ver con los sectores más necesitados, en especial los pueblos originarios y los campesinos pobres, los jóvenes sin empleo y sin acceso a la educación, entre ellos.
Pero lo que no se atrevió a tocar fue el problema de la pacificación, cuya propuesta de “amnistía” a los grupos delictivos y las fuerzas armadas, han sido ampliamente rechazadas, fundamentalmente por familiares de las víctimas de los asesinatos a manos de aquellos.
Igualmente no tocó el tema del “punto final” una política que se ha usado en el plan Colombia.
Previamente, en el discurso de toma de posesión, al hablar de su política de punto final, fue callado por un sector de parlamentarios que hicieron el “pase de lista” por los normalistas de Ayotzinapa, contado del 1 al 43. Quizás por eso no lo mencionó ante 160 mil personas que le hubieran respondido de igual manera, pues la cuestión de los 43 permea y hiere la sensibilidad de toda la sociedad mexicana.
Aunque muchas de sus propuestas se enfocan a los campesinos pobres y a los pueblos originarios, estas son solo paliativos, pues por más que se apoye al pequeño productor o ejidatario, la concentración de la producción agricola y ganadera está superconcentrada en manos de grandes terratenientes y empacadoras ligadas a la estructura económica de Estados Unidos, como explicaremos en una nota próxima.
Lo mismo pasa con las propuestas hacia la clase trabajadora que, más allá de su “innovadora” recomendación a que haya democracia sindical, promete que el aumento salarial no será inferior a la tasa de inflación anual, pero se cuidó de decir que no será mayor a esta, con lo cual los patrones pueden darse por satisfechos y a que las condiciones precarización, que les reportan enormes ganancias, parecen estar más que aseguradas. |