En sintonía con la política anunciada por el presidente electo, el ultraderechista Jair Bolsonaro, el decreto promete acelerar el proceso de privatizaciones y la extinción de empresas estatales. La liquidación de las empresas ya no estará bajo responsabilidad del ministerio a las que estén subordinadas, sino directamente del equipo económico que, a partir del próximo año, dirigirá el ultra neoliberal Paulo Guedes.
La idea es reducir el plazo para la extinción de las empresas estatales, acelerando los despidos. La medida vale para empresas controladas directamente por el gobierno nacional. El equipo del reaccionario futuro presidente ya dejó claro que pretende privatizar más estatales, siendo que en durante el gobierno Temer la cantidad ya bajó de 155 a 138.
En una declaración, Paulo Guedes, quien será superministro de Economía del futuro gobierno, afirmó que si todas las empresas estatales fuesen vendidas, el gobierno recaudaría más de 800.000 millones de reales, valor que pagaría cerca del 17% de la deuda pública, cuyo costo anual es, en promedio, 1 billón de reales anuales, sumados los gastos de amortiguación de esa deuda ilegítima y fraudulenta.
Temer no se quiere ir sin antes implementar la mayor cantidad posible de ataques contra los trabajadores. Es un absurdo que imponga esa cantidad de despidos para vender las riquezas brasileñas al capital extranjero. Es evidente que gobierno golpista de Temer está aliado con el reaccionario Bolsonaro, haciendo el trabajo sucio para que Bolsonaro tenga el camino libre, sin mayores problemas.
Ya pasó la hora de que las centrales sindicales, como la CUT, dirigida por el PT, y la CTB, dirigida por el PCdoB, salgan de la parálisis y convoquen a miles de asambleas de base en todo el país para construir un plan de lucha contra los ataques vigentes, como este nuevo decreto, pero también la reforma laboral y la tercerización, contra los ataques agendados en consonancia con el gobierno bolsonarista, que pretende vender al extranjero las estatales y poner al país en una posición cada vez más subordinada al imperialismo, que privilegia a empresarios y banqueros mientras le reserva a los trabajadores una enorme precarización de sus condiciones de vida. |