Una compañera de la FT me preguntaba anoche cómo estábamos todos. Imposible pretender hablar por cada uno... igual le contaba de la sensación que creo que nos recorre, como ese mismo objetivo revolucionario que compartimos, a todos los militantes del partido ante la cruda noticia de la muerte de Leo.
Estamos tristes, le decía. Y es un golpe... más que un golpe para el partido. Creo que todos los militantes del PTS y todos los que tuvimos el placer y el orgullo de conocer, de debatir, de cuestionarnos, de reirnos con Leo, de compartir desde la trinchera la resistencia a la represión, de cruzar con él, ahí mismo, esas miradas de complicidad, de conspiración, que sólo podemos cruzarnos entre camaradas, entre compañeros, nos sentimos tristes, con olor a derrota... y como siempre, como cada vez que nos toca transitar estos caminos, de los que también está hecha nuestra historia de lucha, nos sentimos fuertes, toscos, convencidos, porque sabemos que ningún compañero muere mientras exista una organización que tenga el valor y la conciencia de la importancia, de la necesidad vital, de nutrirse de su historia, de llevarla como bandera de cada compañero y de cada compañera que se pone de pié y abraza como destino propio, con toda su humanidad, la vida revolucionaria.
No dejo de pensar en sus compañeros y sus compañeras más cercanas y en las innumerables muestras de reconocimiento y afecto que siguen irradiando desde el interior de la fábrica. Se fue uno de los imprescindibles, y todos sabemos que no será fácil.
Hoy el día se despertó con el triste sol de Prévert en El tiempo perdido, pero creo que también por eso muchos amanecimos con el odio y la convicción renovada de la que hablaba Leo en un mail, que me tomo el atrevimiento de reenviar, ante la muerte de un compañero contratado de PepsiCo...
Estoy segura. Somos muchos los que hoy nos despertamos jurándonos llevar hasta el final la causa inconclusa a la que nuestro compañero le dedicó lo mejor, lo más valioso de su vida.
Como cuando damos combate, en momentos como estos, siento también un enorme orgullo por el roble del que está hecho el partido en que milito. Leo seguirá siendo madera dura de roer. Lo que deja sembrado es lo que debemos cosechar y llevar hasta el final todas las generaciones del partido.
¡Hasta el socialismo siempre, querido camarada Leo! |
