Fotografía: EFE
La llegada del Papa Francisco provocó una explosión de “papismo” y escenas de “vaticanismo” explícito. La imagen de los zapatos gastados y el eslogan de la “Iglesia pobre y para los pobres” fueron elegidos por los medios para presentar el cambio de mando en una de las instituciones más reaccionarias del mundo.
Jorge Bergoglio, electo por el Cónclave del Vaticano en marzo de 2013, fue presentado como el Papa humilde y moderno que dejaría atrás el “espíritu inquisitorial” probado en los dos mil años de historia de la Iglesia Católica.
La ola de furor vaticano llegó hasta la Argentina. El gobierno kirchnerista, que hasta el día de su nombramiento como Papa lo tenía de enemigo, se convirtió a la exaltación de la figura de Francisco, cuando todavía no se vaciaba la plaza San Pedro en Roma.
Como parte de esa operación, borró prolijamente sus roces con el exprimado argentino y los interrogantes sobre su rol en la dictadura militar, ignorando las denuncias de las propias familias de desparecidos, como Estela de la Cuadra que señala inequívocamente el rol colaboracionista de Bergoglio y la Iglesia Católica.
Así es que tanto los medios oficialistas como los opositores esconden las declaraciones que muestran el verdadero rostro del líder de la Iglesia Católica y el carácter conservador de esa institución.
Destacan su “apertura” hacia la comunidad gay:
“Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella. Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos”.
Pero esconden que el Papa y el Sínodo de la Familia confirmaron que no reconocerán ninguna unión que cuestione el matrimonio entre hombre y mujer:
“La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer. Tampoco es aceptable que se quieran ejercitar presiones sobre la actitud de los pastores o que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas inspiradas a la ideología de género”.
Sigue el apartheid para los homosexuales.
(Con fines prácticos, y para no generar nerviosismo entre los seguidores de la carrera papal, evitaremos comparar su “apertura” actual con el llamado a enfrentar la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo cuando era cardenal en Argentina y advirtió a sus fieles: “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios” (Carta a las Monjas Carmelitas de Buenos Aires Buenos Aires, 22/06/2010. Aquí puede leerse la carta completa.)
Eligen subrayar una actitud de “cambio”, destacando su encuentro con una persona transexual:
“Dios quiere a todos sus hijos, estén como estén, y tú eres hijo de Dios y por eso la Iglesia te quiere y te acepta como eres”.
Pero esconden muy bien las declaraciones en las que comparó a las personas trans con armas nucleares:
“Pensemos en las armas nucleares, en la posibilidad de aniquilar en unos instantes un número muy elevado de los seres humanos. Pensemos también en la manipulación genética, en la manipulación de la vida, o la teoría de género, que no reconoce la orden de la creación. Con esta actitud, el hombre comete un nuevo pecado, que es contra de Dios el Creador”.
Bergoglio comparó a las personas trans con armas nucleares.
Resaltan su valoración de las mujeres:
“Un mundo donde las mujeres son marginadas es un mundo estéril porque las mujeres no solo llevan la vida sino que nos transmiten la capacidad de ver más allá, nos transmiten la capacidad de entender el mundo con ojos distintos, de escuchar las cosas con un corazón más creativo, más paciente, más tierno”.
Pero esconden lo que piensa Francisco sobre la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres, que la Iglesia denomina “teoría del género”. En una conferencia de prensa a bordo del avión papal dijo que esa teoría era:
“Lo mismo hicieron los dictadores del siglo pasado, que introdujeron sus doctrinas y sólo hay que recordar los Barilla (jóvenes fascistas italianos) o las juventudes hitlerianas”.
Otra dosis de misoginia papal.
Las mujeres y la comunidad LGTBI en Argentina saben muy bien que la llegada de Bergoglio al Vaticano no son buenas noticias, lo sabían antes y lo saben ahora. Todavía no se ha borrado la imagen del cardenal argentino que en 2010 se refería al matrimonio entre personas del mismo sexo como una “movida del diablo”, y llamaba a las parroquias a movilizarse contra ese derecho civil elemental.
Tampoco es fácil no ver los obstáculos de la Iglesia Católica para la implementación de leyes nacionales como el Programa Nacional de Educación Sexual Integral o el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. O las presiones que ejerce para imponer la educación religiosa en las escuelas públicas.
Solamente un fundamentalista católico, un fanático religioso (o, en su defecto, un kirchnerista obediente) pueden ignorar esos obstáculos y el retroceso que ha significado la injerencia de la Iglesia Católica en la confección del nuevo Código Civil. Es otro titular que no se leerá en los diarios oficialistas ni opositores. |