Una niña de 7 años fue detenida junto a su padre por agentes de la Border Patrol la semana pasada, luego de cruzar la frontera desde México hacia Estados Unidos.
Eran parte de un contingente de 163 personas del éxodo centroamericano, que llegaron al gigante del norte por el desierto de Nuevo México, según información de la Oficina de Migración y Aduana (ICE por su sigla en inglés), que dio a conocer The Washington Post.
Se habían entregado a las autoridades estadounidenses para pedir asilo. Huyeron de sus países de origen por la miseria y la violencia consecuencia de la aplicación de los planes neoliberales ordenados desde Washington.
La niña que falleció y su padre fueron detenidos alrededor de las 22 horas del 6 de diciembre al sur de Lordsburg, Nuevo México. Alrededor de ocho horas más tarde, la pequeña comenzó a tener convulsiones. Cuando recibió atención de primeros auxilios, quienes la atendieron declararon a las autoridades que "al parecer, ella no había comido ni consumido agua durante varios días".
La trasladaron en helicóptero al Providence Children’s Hospital en El Paso, sufrió un paro cardíaco y "la revivieron", según la agencia. “Sin embargo, la niña no se recuperó y murió en el hospital menos de 24 horas después de ser transportado”, declararon las autoridades.
El pasado 26 de noviembre los agentes estadounidenses arrojaron gases lacrimógenos contra migrantes, adultos y niños, desarmados. La muerte de esta niña migrante muestra ahora otra faceta cruel de la política antimigrante de la administración Trump.
La clase trabajadora de los países de la región y la juventud deben repudiar este crimen cuyo responsable es el imperialismo estadounidense, con la complicidad de los gobiernos de México y Centroamérica, y apoyar el libre tránsito de personas por los países de la región y levantar plenos derechos para todas y todos los migrantes. |