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30 de enero de 2025 Twitter Faceboock

HUNGRÍA
Hungría continúa contra la Reforma Laboral de Orbán
Corresponsal LID Chile

Ayer se llevó a cabo la cuarta manifestación en una semana en Hungría. Varios miles de manifestantes se congregaron frente al parlamento en Budapest para expresar su rechazo a la llamada “Ley de la Esclavitud” del primer ministro ultraderechista Viktor Orbán.

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El pasado domingo se realizó en Hungría una cuarta jornada de protestas en una semana en contra de la reforma denominada la “Ley de la Esclavitud” aprobada el miércoles gracias a la mayoría parlamentaria que ostenta Fidesz, el partido del actual primer ministro húngaro Viktor Orbán.

Fidesz posee una mayoría parlamentaria de dos tercios, lo que le permite aprobar leyes sin depender de los legisladores de la oposición. Esta ley que atenta contra los derechos de los trabajadores o “derechamente” antiobrera, ha movilizado al pueblo húngaro nuevamente a salir a las calles.

Varios miles de manifestantes marcharon pacíficamente en Budapest, capital de Hungría, en una manifestación que se denominó “Feliz Navidad, Señor Presidente”, en tono de burla hacia el actual mandatario, también corearon consignas contra el gobiernos mientras soportaban gélidas temperaturas frente al parlamento y la represión con gases lacrimógenos por parte de la policía como ya fue habitual en las anteriores manifestaciones. La protesta de ayer fue la más grande desde el miércoles y también se convocaron manifestaciones en ciudades de toda Hungría.

La llamada “Ley de la Esclavitud” aumenta el máximo de horas extras anuales de 250 a 400, y además amplía el plazo para pagarlas en tres años, en lugar de los actuales 12 meses. Esto podría significar que en algunos casos los empleados trabajen seis días por semana. Para alguien que trabaja ocho horas al día, el nuevo número de horas es el equivalente a una hora de trabajo extra cada día, un día de trabajo extra cada semana, es decir, 50 días adicionales al año.

El ultranacionalista Orbán hizo esta reforma para congraciarse con las compañías multinacionales, como los fabricantes de automóviles alemanes como VW Y BMW instaladas en el país quienes habrían solicitado al gobierno una reforma de este tipo, “esclavista”. El mismo gobierno ha aceptado esto, cuando su ministro de Relaciones Exteriores afirma que las automotrices alemanas hace mucho tiempo habían pedido al gobierno que les asegurara que tendrían la necesaria “fuerza de trabajo” para sus proyectos en el país.

Según una reciente encuesta del Instituto Policy Agenda, el 83% de los húngaros rechaza la legislación. Esto se demuestra en las y los miles de manifestantes que han salido a las calles desde la aprobación de la ley el miércoles, día en que unas 10.000 personas participaron de una protesta convocada por la Confederación Húngara de Sindicatos (MSZSZ) y otras organizaciones gremiales. “El gobierno ha contraído un pacto secreto con el Capital” aseguró Lászlo Kordás, presidente del MSZSZ ante los manifestantes, afirmando que la legislación obliga a los húngaros a aceptar “la esclavitud”, mientras que otros oradores denunciaban la falta de consultas con los sindicatos y trabajadores.

Tamás Szucs, presidente del sindicato demócrata de maestros afirmó: “Ni un paso atrás. Los trabajadores no pueden permitírselo. Esta es la Ley Laboral más reaccionaria de Europa”. Distintas consignas se han gritado en estas manifestaciones como “Fuera Orbán”, “Dictador”, o con algo mas de humor: “Venimos a trabajar unas horas extras”.

Viktor Orbán, electo por cuarta vez (tercer mandato consecutivo, antes estuvo en el poder entre 1998 y 2002) como primer ministro de Hungría en abril de este año fue un líder estudiantil que luchó contra la dictadura comunista húngara, un político que fue durante un tiempo la gran promesa liberal de las recién estrenadas democracias de Europa Oriental, pero que se ha transformado en una de las voces más nacionalistas y ultraconservadoras de la UE, y símbolo del populismo de extrema derecha en Europa, defensor de lo que ha llamado “democracia no liberal”. “Es el hombre del momento”, habría señalado el antiguo estratega de Donald Trump Steve Bannon en mayo de este año.

El primer ministro húngaro, se presenta a sí mismo como el gran defensor y el salvador de los valores cristianos tradicionales. De hecho, en el poder, desde 2010, Orbán ha impulsado una nueva Constitución que enfatiza los valores cristianos conservadores de nación y familia. Sus críticos creen que sus políticas han socavado la democracia en Hungría donde, han expresado, se ha instituido una forma suave de autocracia.

Este discurso conservador y nacionalista ha ido acompañado de otro extremadamente xenófobo y antiinmigración. Orbán ha liderado el incumplimiento de los planes de la Unión Europea para reasentar refugiados, alegando una presunta “invasión musulmana”, considera a los inmigrantes irregulares como “invasores” y afirma que son una amenaza para la soberanía de Hungría y para el mantenimiento de su identidad. Esto lo ha llevado a tener diversos aliados dentro de una Europa en donde hemos visto como los populismos de derecha, exacerbando el miedo y el odio hacia los inmigrantes, han cobrado fuerza en diversos países en los últimos años. Aliados como Matteo Salvini, vicepresidente de Italia, con quien sostuvo un encuentro en agosto, encuentro que al día siguiente fue celebrado como “Fundacional” por la ultraderechista, xenófoba Marine Le Pen, líder de Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) de Francia.

La clase trabajadora de Hungría se enfrenta a un gobierno ultraderechista, xenófobo, ultraconservador y autoritario que está demostrando no ser tan “nacionalista” como reza su discurso, arrodillado frente a las multinacionales alemanas. Seguro es que la lucha de los “Chalecos amarillos” en Francia ha sido un ejemplo para el pueblo húngaro, quienes están viendo cómo se denigran sus derechos laborales, y así lo han demostrado saliendo a las calles contra la llamada “Ley de la Esclavitud”.

En momentos en que el tablero político tradicional en Europa tambalea o se desdibuja, movimientos como el de los Chalecos amarillos en Francia, o el del pueblo húngaro, demuestran la necesidad y la fuerza de la convergencia y la unidad de la clase trabajadora y el pueblo con movilizaciones masivas en las calles para frenar el avance de las políticas que afectan las condiciones de vida de las y los trabajadores y a las grandes mayorías explotadas y oprimidas.

 
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