Trabajadores y familiares presentaron un informe con las cifras de 2018 y denunciaron las responsabilidades empresarias y políticas. Nuestras vidas, sus ganancias.
El 9 de septiembre de 2016, David Ramallo murió en uno de los talleres de la Línea 60; Richard Alcaráz en una obra en construcción en Villa Crespo y Diego Soraire, en una de las sedes del INTA. Todo ocurrió en el lapso de unas horas, a pocos kilómetros de distancia y mientras trabajaban. ¿Alguien podría asegurar que ese día no hubo otras víctimas en los campos de Corrientes, las calles de Córdoba o los pozos petroleros de la Patagonia? Lo cierto es que son un reflejo de las condiciones en que trabajan millones de hombres, mujeres y jóvenes en este país. Y “si pudieron evitarse, no son accidentes, son asesinatos”.
Esta última es una de las conclusiones que destaca el Espacio Basta de Asesinatos Laborales que comenzó a reunirse poco después de aquella triste jornada de 2016, y este viernes 14/12 presentó su informe anual en la sede docente de Ademys.
Allí se hicieron presentes trabajadores y familiares que están impulsando el espacio. Trabajadores de la Línea 60, ATE INTA, Secretaría de Seguridad e Higiene del SUTNA, docentes, Municipales de Avellaneda, así como integrantes del Taller de Estudios Laborales, el colectivo de cine militante Silbando Bembas que presentó un minidocumental sobre Sandra y Rubén, así como familiares de David Ramallo, Nahuel Navarrete, Braian “Mechi” Cantero y Martin Pino, entre otros.
Juntos presentaron el primer informe anual, que adjuntamos completo al final de la nota. La información está construida a partir de datos de la propia Superintendencia de Riesgos de Trabajo, así como información periodística recopilada por el Espacio Basta de Asesinatos Laborales.
Los números son impactantes. Solo con el trabajo del Espacio, sabemos que se produjeron entre octubre de 2017 y septiembre de 2018 (12 meses) se produjeron al menos 375 muertes por accidentes dentro de los lugares de trabajo. En 2016 se habían registrado 449 y advierten que la cifra final de 2018 será similar. Pero enseguida aclaran que el dato es parcial, en primer lugar porque se excluyen los "accidentes in itinere" (mientras se dirigían al trabajo), pero sobre todo porque “los relevamientos no incluyen a las muertes de las y los trabajadores no registrados ni muertes por enfermedades profesionales”.
Los números son mucho peores: los relevamientos no incluyen a las muertes de las y los trabajadores no registrados ni muertes por enfermedades profesionales
Y la diferencia no es menor, como explicaron desde la mesa. Primero, porque los trabajadores precarizados son las principales víctimas de estos verdaderos crímenes. Pero también porque a contramano de los informes científicos que aseguran que las enfermedades profesionales son la principales causa de muerte en el trabajo, en la Argentina son estadísticamente ninguneadas. Como explicó Oscar Martínez del TEL, “en Argentina los informes oficiales aseguran que cada 100 muertes en el trabajo, solo 3 o 4 son registradas como enfermedades profesionales, cuando los informes científicos y las estadísticas por ejemplo en Europa, indican una proporción prácticamente inversa”.
La lectura del informe fue arrojando las impactantes cifras. La cantidad de muertes, las edades, así como las principales actividades involucradas. Hoy el transporte ha quedado en el “primer puesto”, reflejando las condiciones en que trabajan choferes y mecánicos, por falta de descanso, mantenimiento e infraestructura. Pero con la industria de la construcción como otro de los grandes responsables y también la agropecuria, “una máquina de matar de la que poco nos enteramos por el grado de trabajo no registrado en el campo”.
Pero como planteó Ariel Godoy (lista Roja del Sutna), “también queremos humanizar estos números”. Así se fueron recorriendo los casos y las historias de David, Diego, Richard, Sandra y Rubén, Martín, los marineros del Rigel y tantas otras víctimas. Quizás el momento más impactante fue cuando sus madres, compañeras y hermanas pasaron el frente para contar esas historias. Emocionadas pero mostrando el mismo tiempo que otra vez las mujeres se ponían al frente de la denuncia y la lucha contra estos crímenes.
Néstor Marcolin y Eva, la madre de David, contaron la lucha de los trabajadores de la 60 por justicia, que ha sufrido ataques de la empresa con despidos y persecuciones. Otros contaron el desprecio de las empresas, las conducciones sindicales y funcionarios ante el reclamo de justicia. Porque como denunciaron desde la mesa, “las muertes ocurrieron con este gobierno así como en el anterior, y el sistema de ART se mantuvo todos estos años convirtiendo a las vidas obreros en un número más”. Y como también denunciaron desde la mesa, detrás de las muertes están muchos de los “ganadores” de los últimos años. Las grandes empresas de transporte subsidiadas, las petroleras, la agroindustria, las siderúrgicas, así como empresas estatales.
Las muertes ocurrieron con este gobierno así como en el anterior, y el sistema de ART siguió convirtiendo a las vidas obreros en un número más
Por eso coincidimos con una de las reflexiones finales del Informe. “Las y los laburantes somos quienes producimos riqueza, somos quienes llevamos adelante el proceso productivo y somos quienes mejor conocemos los riesgos que corremos día a día. Por eso, el horizonte es construir poder en cada lugar de trabajo, para disputar cotidianamente el control de los procesos productivos y nuestras condiciones de trabajo. A su vez, debemos coordinar la lucha específica de nuestro lugar de laburo con otros sectores de trabajadoras y trabajadores, porque sólo con la unidad podemos tener la fuerza necesaria para dar esta pelea, que de fondo tiene que ver con luchar contra un sistema de explotación que pone en riesgo nuestra salud y nuestra vida cotidianamente. Quienes conformamos “Basta de Asesinatos Laborales” nos ponemos a disposición para seguir aportando a este proceso de organización y lucha”.
Para avanzar en ese camino vale destacar también en esto la experiencia de los obreros de Zanon, tras la huelga de 9 días que siguió a la muerte de Daniel Ferrás en 2001. Impusieron médicos y ambulancias en planta y, lo más importante, una comisión obrera de seguridad e higiene con capacidad para inspeccionar y paralizar la producción ante cualquier riesgo a la salud obrera. Retomaban así las mejores tradiciones de los obreros de Astarsa y otras experiencias de los años 70. La pelea por extender esas comisiones obreras y la eliminación del régimen de ART son un primer paso para terminar con este flagelo.
Porque nuestras vidas valen más que sus ganancias.
Aquí el informe completo del Espacio Basta de Accidentes Laborales: