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La Izquierda Diario
16 de marzo de 2015 Twitter Faceboock

DIEZ AÑOS SIN FLORENCIA PENACCHI
Te estamos buscando, Flor, a vos y a otras tantas
Marina Parra

Hace diez años conocí tu nombre, hace diez años venimos exigiendo en las calles por vos y otras tantas. Hace diez años, Florencia Penacchi, te desaparecieron.

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En el sur del mundo estaba yo cuando vos estabas en el casi centro de Argentina, en Buenos Aires más precisamente. Desde el sur del mundo esa mañana se escuchó tu voz, fuerte, rasgada, ahogada, tapada. Oscuros fueron los kilómetros que nos separaban. En la tierra de la Patagonia no sólo nacen cardos, yuyos raros, también nacen árboles de raíces fuertes que por cada viento que sopla se sacuden, se tuercen pero permanecen. En el Sur también nacen flores de todos los colores, de todos los tamaños, de todas las formas. Cada una con su aroma particular.

Vos, Flor, floreciste por acá. Caminaste por acá, jugaste y creciste por acá donde nacen mujeres fuertes y valientes. Vos fuiste valiente porque te fuiste a otro lugar, a una ciudad grande llena de luces y autos y gente y muchas cosas que no conocías. Me pregunto: ¿habrás caminado por la calle que no era, habrás dado la vuelta en la esquina contraria, habrás pestañado más de un segundo?

Me pregunté qué habías hecho e inmediatamente me pregunté qué te habrán hecho.

Acá hacía frío y, sin embargo, un viento helado como los zapalinos me atravesó el cuerpo y un nudo ridículo no quería irse de mi garganta. Y me dio bronca por ser tan consciente, por dudar, por saber, por entender que te habían llevado, que te habían secuestrado. Entonces no me quedó más que indignarme y pensar en cuántas más. Las que faltan en la escuela, en la casa, en la cuadra, en el barrio, en el boliche, y en la vida. Cuántas más estarán esperando a las hijas, a las mujeres, a sus hermanas, a sus sobrinas, a su amiga.

Tus amigas salieron inmediatamente a buscarte. Tu hermano, tu mamá, todas ellas y todos ellos te estaban buscando. Y ¿sabés qué? Te están buscando.
Caminaron la calle, caminamos la calle, gritaron tu nombre, grité tu nombre, lo grabaron en la radio, lo escribieron en papeles, lo dibujaron en hojas grandes, te extrañaron, los mojaron con lágrimas, lo difundieron. Tu nombre, tu foto, tu risa tus ganas de vivir, tu alegría de piba contenta.

¿Vos y cuántas más están con vos? Son tantas, somos tantas, son tantísimas las Florencias que buscamos, que reclamamos, que pintamos, que caminamos.

Se caminaron calles en tu nombre y en otros tantos más. Se asustaron muchos y otros no.

¿Sabes qué? Yo no te conocía personalmente pero siento que te conozco mucho. ¿Será por la larga lucha de tus amigas y familiares y agrupamientos de mujeres, de organizaciones que exigían y exigen hoy que aparezcas? ¿Será porque trabajo en una de las escuelas en la que estudiaste?

Te están buscando, Flor, a vos, sí, y a otras tantas. Te estamos gritando Flor a vos, sí, y a muchas más. Caminamos las calles y las ganamos, por unas horas son nuestras, exigimos que aparezcas con vida Flor.

Aunque sabiendo que te envolvieron en esas redes ácidas y duras –y me imagino que debés estar sin sentir, sin ver, sin recordar–, quiero pensar que estás así. Saber cómo podés llegar a estar me desgrana, se me caen los cielos y los atardeceres, se me termina la vida en un instante. Pero hay algo ahí, justo en ese instante donde me voy cayendo que me lleva a la valentía de seguir para adelante, por vos y por todas.

Me junto a mis compañeras en las calles y cantamos, y cantamos tu nombre. Nos organizamos porque creemos que la única manera de cambiar este sistema perverso es organizándonos con otras miles para seguir luchando y exigiendo que aparezcan con vida todas las mujeres desaparecidas por las redes de trata y prostitución. Basta del cuento de que la prostitución es el oficio más antiguo de la vida. Basta de decir que las mujeres fuimos explotadas toda la vida porque en un momento no lo fuimos. ¿Y sabés cuándo? Cuando hicimos la revolución esa que fue no hace mucho, allá por 1917. Cuando tomamos las armas y el destino en nuestras manos, dejamos la cocina, la casa, los labores y lo doméstico. Y de pronto nuestra labor pasó a ser la de la revolución en nuestra vida, en nuestra cabeza, en nuestro cuerpo. Queremos decidir qué hacer, queremos decidir qué y cuándo.

Queremos la libertad y para eso debemos pelearla, nadie nos la va a regalar. Y queremos pelearla porque no queremos más desaparecidas por las redes de trata. Porque no queremos que nos maten, que nos violen, que nos peguen, que nos maltraten, y que nos roben nuestras vidas.

 
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