La poeta Irene Gruss murió este martes 25 de diciembre, a los 68 años, en el Hospital Español de la Ciudad de Buenos Aires. Se encontraba internada por un cuadro de deshidratación profunda.
Nacida en 1950, integró el Taller "Mario Jorge De Lellis", junto con otros poetas y poetisas, a comienzos de los años ’70, en homenaje al escritor porteño que había sido una influencia importante para poetas como Juan Gelman, Juana Bignozzi o Humberto Costantini.
Los poemas de Irene Gruss fueron publicados en las revistas literarias más importantes de aquellos años, como El escarabajo de oro y El ornitorrinco, míticas publicaciones dirigidas por el escritor sampedrino Abelardo Castillo, donde integró el equipo de redacción, como también la revista Crisis.
El escarabajo de oro se publicó desde 1959 hasta 1974 y fue una revista de izquierda que, como su director, mostraba un fuerte compromiso con el existencialismo sartreano. En 1977, Castillo funda El Ornitorrinco, con Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre, que reunió a grandes escritores y escritoras, oponiendo una resistencia cultural a la dictadura militar, que duró hasta 1986, a pesar de que Abelardo Castillo había sido incluido desde 1979 en las "listas negras" de intelectuales prohibidos.
En los años ’90, algunos de sus poemas fueron publicados en la legendaria revista El Libertino, de literatura erótica, donde escritores, fotógrafos y otros artistas encontraron un lugar de expresión, en medio de la reacción neoliberal, que duró apenas un par de años.
Además de dictar talleres de poesía, trabajaba como correctora.
Entre las obras de Irene Gruss se destacan La luz en la ventana (1982), El mundo incompleto (1987), La calma (1991), Sobre el asma (1995), Solo de contralto (1998), y otras. En 2008, se publicó toda su obra poética en el volumen La mitad de la verdad.
Reproducimos uno de los poemas de Irene Gruss, publicado en la revista El Libertino.
Masturbate
Mastúrbate
úntate
cada pezón con miel
y baja el mentón,
la lengua
saben dulces,
toca circularmente cada punta morada,
agrietada o lisa
y luego acaricia el vientre,
el ombligo,
haz cine o literatura con la mente
pero no olvides los pezones,
la miel, el dedo circular
hazlo frente al televisor
mientras te ríes y te humillas:
mastúrbate,
abandona,
cuida el clítoris como a la piel de un niño,
escucha el viento que suena detrás de la ventana cerrada,
guarda tu jugo a escondidas del mundo
y mastúrbate,
que tus piernas comiencen a abrirse
y a cerrarse
que tu murmullo sea un gemido ronco,
grito agudo en el aire,
en el hueco que pide penetración,
contacto,
habla despacio
hazlo en silencio
pero gime
aúlla murmura
aunque sea el goce
el rozarse de tu pelo en la almohada
en la alfombra en la nuca,
mastúrbate,
hasta que las rodillas tiemblen
hasta que caigan lágrimas
y suene esta vez no un viento sino un timbre
y otro, regular la campanilla,
recién entonces
dilátate como en el parto
lubrica tu vagina,
el tubo que sigue llamando, levántalo,
bájalo introdúcelo y escucha ahora su voz,
lejana, ajena,
y cierra tus ojos,
su boca tan adentro. |