El 2018 se nos va. Los sueldos piden basta, basta, por favor. Y de yapa, bien a fines de diciembre, en el medio de los esfuerzos que todos hemos hecho para pasar las fiestas, cargar la mesa navideña y el arbolito, el Gobierno anunció lo que serán las primeras pálidas del 2019. Ayer anticipó lo que costará viajar en el transporte público y la suba escalonada de tarifas de los servicios a partir de enero.
Si hubiesen hecho el anuncio un día después, 28 de diciembre, quizás uno hubiese pensado que se trataba de un chiste por el día de los inocentes, pero no. Ni eso.
"Tenés derecho a prender la estufa", decía una pintada que empezó a aparecer al comienzo de la gestión cambiemita. Las primeras subas de tarifas vinieron acompañadas de un discurso que intentaba hacernos creer que no pasar frío o calor excesivos es un lujo del que podemos privarnos en pos del sacrificio que la Argentina necesita. "Tenés derecho a viajar en bondi", sería la pintada que se impone hoy.
Sobre lujos
¿Y a comer asado? Ese es todo un tema. En primer lugar, porque todo bien, pero la carne está un poco sobrevalorada. Produce halitosis y sube el ácido úrico. Seguramente, una reducción del consumo de carne de los hogares argentinos redundaría, en el futuro, en mejores indicadores en la salud de la población, ¿no? Quizás los funcionarios de Cambiemos estén dentro de está línea de razonamiento. Las madres cabezas de hogar, por ejemplo, si debieron reemplazar la carne que le daban a sus hijos por otros alimentos, más temprano que tarde quizás lo agradezcan. El consumo de carne excesivo no colabora, así que para desalentar esta conducta contraproducente, la política de precios del Gobierno estaría funcionando.
Por otro lado, en un país como la gente hay que clarificar prioridades. Qué mejor signo de un buen cambio que el hecho de que existan ciudadanos con jerarquías bien ordenadas. La salud es lo primero. Y en el marco de todos los esfuerzos que hay que hacer para sacar al país adelante, ¿nos vamos a preocupar por si comemos o no asado?
Un montón
Eso sí, quien insista y quiera descarrilar este fin de año tiene una opción. Esta semana circuló una publicidad en redes sobre préstamos para poder comer un buen asado.
Qué mejor indicador del nivel de crisis y de la caída del poder adquisitivo del salario que la publicidad de este sitio de préstamos, que ofrece plata para poder hacer el “mejor asado” o para poder pasar las fiestas con sidra, pan dulce y vitel toné.
Pedir plata para armarse la parrilla en el patio… vaya y pase. Pero pedir plata para poder comprar qué tirarle arriba, ¿no es un montón?
Una imagen de Macri y Awada en remeras y en patas en pleno invierno demostró que a los sacrificios no los hacemos todos por igual. Los "lujos" de los que hoy nos privamos las grandes mayorías siguen siendo cosas comunes y corrientes en los hogares de los dueños del país. Quizás el presidente haya aprendido de sus errores comunicacionales y ahora, desde sus vacaciones en el sur, evite fotografiarse cerca de la parrilla o degustando un asado de corderito patagónico.
El 2018 fue un año duro para millones. Comer menos carne es un aspecto y, aunque nos permitamos reír de ello, es algo que no tenemos por qué naturalizar. Qué decir de la situación de los millones de niños y niñas pobres que hay en el país, del millón y medio que vive en medio de lo que se llama "inseguridad alimentaria severa".
El 2019 ya está acá y, a juzgar por los anuncios de ayer, nada indica que las cosas serán más sencillas. Celebremos a pesar de todo, que demasiada bronca masticamos a lo largo de todo el año.
En los próximos días brindemos con lo que podamos, cenemos para lo que haya alcanzado, pero en cada brindis mirémonos en los ojos del de al lado y procuremos pensar en la fuerza que tenemos. Jurémonos, por nuestro futuro, el de hijos e hijas, el de los jubilados, que la próxima serán otros los que tengan que sacrificar los manjares de su plato. |