Una victoria contradictoria
Zanon, fábrica militante sin patrones es un libro escrito por Raúl Godoy, obrero de Zanon, principal referente de la fábrica y dirigente trotskista del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es un relato en primera persona de una de las experiencias más profundas del movimiento obrero argentino de los últimos años. De ser inaugurada en plena dictadura militar, con una fama de estricto control sobre los trabajadores, terminó siendo gestionada por ellos mismos luego de innumerables peleas a lo largo de años, contra los intentos de despidos y vaciamiento primero y de desalojo después. Se han publicado libros y documentales dándole centralidad a la gestión obrera de la fábrica, pero lo enriquecedor del relato de Godoy es el recorrido por las discusiones con los propios trabajadores en el camino a la recuperación de la Comisión Interna (CI) y el Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (SOECN), así como su enfrentamiento contra el Estado y la empresa. De esta forma, explica cómo se llega a la ocupación y puesta en producción bajo gestión obrera de la fábrica cuando corría el año 2001. Avanzado el libro, se discute que si bien es una conquista desde dónde mostrar la superioridad de la planificación de la producción sin patrones, si no se impone en toda la economía de un país, las gestiones obreras quedan limitadas a su autoexplotación.
El proceso de Zanon tuvo lugar en medio de una de las épocas menos revolucionarias y más reaccionarias del capitalismo. Fueron décadas donde la intelectualidad burguesa hablaba del “fin de la historia”, del triunfo total del capitalismo, ahora global y sin contradicciones. Mientras tanto, la progresía y algunos sectores autoproclamados de “izquierda” se sumaban a esos vientos, negando la centralidad o la propia existencia de la clase obrera –e incluso de las clases sociales− y limitándose a pelear por migajas dentro del sistema.
Fueron 30 años de “revisionismo pacifista” en palabras de Lenin. En Argentina, la “larga década” de los ‘90 (1989-2001) estuvo signada por dos gobiernos neoliberales que vinieron a completar el programa de flexibilización laboral, despidos y privatizaciones que había empezado la dictadura militar. En Neuquén y en todo el país, se vivía una situación de crisis aguda por los despidos, el empeoramiento de las condiciones de vida y el aumento de la pobreza. Si bien hubo importantísimas y duras luchas con cortes de ruta, enfrentamientos con la policía, y rebeliones como el Santiagueñazo en 1993 y el Cutralcazo en 1996, de conjunto se concluyó con la imposición de los planes de la burguesía por sobre los trabajadores y con el estallido de una crisis social inmensa en diciembre de 2001.
¿Cómo se llegó?
Al interior de fábricas como Zanon, tenía lugar un régimen de dictadura que imponía la patronal, impidiendo la organización interna, persiguiendo y hostigando a quienes querían desafiarlo. Para ello, contaban con la complicidad de la burocracia del SOECN. Por eso, fue un paso clave la recuperación de la CI por parte de la lista Marrón clasista, conformada por sectores del activismo y militantes del PTS. Empezar a funcionar mediante asambleas democráticas como máxima instancia de decisión, impulsar el debate político franco y abierto por la organización y por las medidas de lucha a tomar, fue un entrenamiento fundamental que fortaleció a los obreros de Zanon y contribuyó a ir quebrando sentidos comunes fuertemente instalados, como por ejemplo, que los delegados solo pelean por los derechos de los trabajadores de su fábrica, que se pueden tomar decisiones sin consultar a la base o que no se puede hablar de política en el lugar de trabajo.
Pero ese fue solo el comienzo, el primer paso de un largo proceso de lucha que revolucionó la vida en la fábrica y el sindicato. Solo dos años más tarde, la lista Marrón conquistó por una amplia mayoría la dirección del SOECN, que desde entonces tuvo una política clasista e independiente de los distintos gobiernos. La misma quedó plasmada en las discusiones para reformar los estatutos, que impulsaron algunos años después de la toma y puesta en producción de Zanon, con el propósito de transformarlo de raíz: allí se reconoce la división de la sociedad en clases sociales y los intereses irreconciliables entre burgueses y proletarios, que la clase obrera es una sola y sin fronteras y la independencia total del Estado (muy importante en un país donde el gobierno de Perón estatizó los sindicatos). También se establece que los dirigentes sindicales cobren lo mismo que en su puesto de trabajo, que al terminar su mandato deben volver a trabajar y que todo se decide en asamblea. Estos son solo algunos elementos que definen lo que Raúl Godoy llama un “verdadero antídoto contra la burocratización de los sindicatos”.
Lenin planteaba que los militantes revolucionarios tenían que ser “tribunos populares”, es decir, que puedan conducir a sus compañeros tanto en la lucha por reivindicaciones sindicales como contra todo tipo de opresión. Ese fue el sentido de militar activamente por llevar la discusión política a la fábrica; por organizar a los obreros en instancias democráticas y resolutivas como las asambleas; por conquistar “posiciones” como la dirección de la CI o el SOECN y a su vez por convertir esas posiciones en organismos más amplios que incluyan a distintos sectores de trabajadores aunque no sean ceramistas: a los trabajadores de otros gremios; a los trabajadores desocupados, sobre todo del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Neuquén (MTD) que eran uno de los sectores más combativos de ese momento; a los organismos de Derechos Humanos; al movimiento estudiantil; a los pueblos originarios. Ese fue el sentido de la creación de la Coordinadora Regional del Alto Valle.
La toma
Hacia el año 2001, frente al lockout patronal y en defensa de los puestos de trabajo, los trabajadores tomaron el control de los portones de entrada a la fábrica y cinco meses después iniciaron la producción bajo gestión obrera. Desde entonces, el objetivo de transformar lo que podría haber sido un conflicto sindical en una causa social estuvo presente, y se hizo carne en prácticas concretas de militancia. En el año 2003, cuando la justicia ordenó el desalojo de la fábrica, los años de impulso del Frente Único Obrero se concretaron: los docentes avisaron a través del cuaderno de comunicados que no darían clases porque iban a estar defendiendo la fábrica; los trabajadores del Hospital Castro Rendón informaron que si llegaban policías heridos por la represión contra los obreros de Zanon, no los iban a atender, a la vez que organismos de Derechos Humanos y estudiantes se hicieron presentes ese día, en el marco del paro provincial convocado por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) con movilizaciones de 6000 personas.
Este relato que Godoy construye desde los inicios de su militancia en la fábrica, permite comprender la profundidad de esta experiencia, esa sensación que Zanon hace sentir a cualquiera que cruza los portones de entrada y pisa su enorme playón. La certeza de que allí hay algo más que una fábrica gestionada por sus trabajadores y trabajadoras: una historia de militancia revolucionaria y una estrategia para la clase obrera en su conjunto.
¿Qué lecciones nos deja Zanon?
Aunque está centrado en el desarrollo de un caso específico, el texto refleja pinceladas de una época particular de nuestro país y, en ese sentido, podemos decir que se enmarca en los vaivenes de la lucha de clases de los últimos veinte años. Esto se explica, no solo porque en el relato Godoy pone en permanente relación las acciones y debates que tienen lugar en la fábrica con el contexto más general en el que se desarrollan, sino también por el propio contenido del programa que orienta a la acción. La unidad de las filas obreras y la posibilidad de conquistar aliados entre los sectores explotados y oprimidos −que ocupa un lugar central en el programa y la estrategia de la corriente política de la cual Godoy es referente− se hizo carne en la práctica concreta de los obreros de Zanon, quienes lograron articular y confluir con distintos sectores del pueblo trabajador. En ese movimiento, consiguieron participar e influir en organizaciones y movimientos sociales reales, es decir, tener una política hegemónica hacia el conjunto de los explotados. Sobre esta base teórica y programática, Zanon fue parte de distintos procesos de lucha que tuvieron lugar por aquellos años, sellando relaciones, influyendo y transformando distintos ámbitos de la militancia del momento. En este sentido, se conectó, por un lado, con la organización de los movimientos de desocupados, particularmente con el MTD de Neuquén, con quienes participaron de la Coordinadora Regional del Alto Valle. Por otro lado, con el proceso de recuperación de fábricas, en donde se destacó la articulación con la experiencia de la textil Brukman, aunadas bajo el lema “si tocan a una, tocan a todas”. También con el fenómeno de las asambleas barriales, de las que los trabajadores participaron en el marco de distintas instancias de coordinación. Finalmente, se articuló con el proceso de recuperación del protagonismo de las organizaciones sindicales, del cual Zanon fue precursor. La conquista de la dirección de la CI y luego del SOECN, se produjo varios años antes de la recuperación de otras seccionales y organismos sindicales en distintos gremios, antes de que en Argentina comenzara a debatirse sobre los procesos de “revitalización sindical” y “sindicalismo de base”.
Es interesante prestar atención al modo en que Godoy va hilvanando, en el propio relato, la caracterización de la situación nacional y el desarrollo de un partido que también transitaba un proceso de transformación, que venía de romper con el MAS y el morenismo. El PTS era en ese momento un pequeño grupo que buscaba mantener el legado del marxismo revolucionario, en un momento donde la mayor parte de la izquierda viraba hacia la identificación de nuevos sujetos revolucionarios, tales como el “sujeto piquetero”. Se trataba de dialogar con los movimientos existentes para intervenir en el marco de una realidad que atravesaba cambios profundos, sin abandonar la centralidad de la clase obrera, en tanto fuerza social capaz de hegemonizar al resto de los oprimidos. La alianza con distintos sectores de la clase trabajadora contribuyó a potenciar las luchas, resistir los ataques (como los intentos de desalojo de la planta), así como elevar la moral revolucionaria de la clase obrera.
Para concluir, el relato en primera persona de uno de sus principales dirigentes nos permite ingresar y conocer “desde adentro” las acciones y posiciones de los obreros, introducirnos en el trasfondo de una experiencia pensada, planificada y construida colectivamente, que desde los inicios se propuso romper con el corporativismo y traspasar los muros que dividen el adentro y el afuera de la fábrica, los mismos que separan la fábrica del barrio, la industria y los servicios, así como a los trabajadores ocupados y los desocupados. De esta forma, la idea de sindicalismo militante a la que apela Godoy para definir la experiencia del SOECN, asume valores concretos en el desarrollo del proceso en su conjunto, al tiempo que rebalsa sus límites y redunda en militancia política. El objetivo de trascender las demandas sindicales y plantear la unidad y la confluencia con los sectores populares y los trabajadores en lucha, contribuye a quebrar la división entre lo económico y lo político que caracteriza y define al capitalismo. Esta política hegemónica fue lo que le permitió a Zanon no ser una fábrica recuperada más sino convertirse en una referencia tanto nacional como internacional. Estudiar la historia de los obreros de Zanon es necesario no solo para “aplicar” sus conclusiones en las batallas actuales y por venir, sino también y, sobre todo, para convencernos y convencer a otros de que podemos vencer. |