El ultraderechista Jair Bolsonaro sigue apuntalando un gobierno neoliberal a ultranza. Como diría él mismo, a “un ritmo acelerado”. Al Superministro de Economía, Paulo Guedes, impulsor de un “estado mínimo” a favor de los grandes empresarios y de entregar los recursos naturales a los monopolios imperialistas, ahora le suma a Pedro Guimarães al frente del mayor banco estatal, la CAIXA Econômica Federal.
La Caixa es un banco clave del sistema financiero brasileño ya que es el principal emisor de créditos hipotecarios y tiene filiales en todo el país y el exterior.
En su discurso de asunción este mismo lunes, Guimarães, un banquero accionista y ex director del banco de inversiones Brasil Plural, dijo que venderá la participación accionaria que tiene la Caixa en distintas unidades de negocios como tarjetas, seguros y lotería para pagar sus deudas al Tesoro brasileño y “promover la inversión privada”. Mostró así su total alineación con la orientación privatizadora, ajustadora y entreguista que tendrá la conducción económica del nuevo gobierno.
Pedro Guimarães, un banquero especializado en privatizaciones, es el nuevo jefe de la CAIXA, el mayor banco estatal.
La designación de Guimarães es parte de una “toma de posesión” del conjunto de la banca pública brasileña ya que los otros grandes bancos estatales también renovaron su conducción. Al frente del BANDES, estará Joaquim Levy, otro alumno de la ultraliberal Escuela de Chicago como Guedes, y ex ministro de Hacienda de Dilma Rousseff. Y en el Banco do Brasil se desempeñará Rubem Novaes, también economista doctorado en Chicago.
Intentando hacer un discurso “anticorrupción” y “populista” el trío defendió al unísono que se alejarán del modelo anterior que financiaban a grandes empresas nacionales y se centrarán en dar créditos a los sectores de menos ingresos.
El superministro Guedes agregó que dejarán que el sector privado maneje la mayoría de los créditos y lo liberará de las “amarras” del “dirigismo estatal”. Según Guedes, el crédito "barato" ofrecido por la banca pública "está bien cuando es para la casa propia de los más pobres" o "para algunos subsidios a las clases más bajas, que no están mal", pero que cuando "el recurso público es transferido a la corrupción, alianzas políticas o ayuda a empresarios amigos que llegan cerca del poder, está mal".
Paulo Guedes, el Superministro de Economía formado en la Escuela de Chicago.
De esta manera, provechando la corrupción de los gobiernos del PT que garantizaron todos los negocios capitalistas y asimilaron sus mecanismos inherentes como la corrupción, la conducción económica del gobierno de Bolsonaro tratará de justificar un ajuste brutal, muy superior al que había empezado Dilma y profundizó el golpista Temer, basado en el recorte y eliminación de subsidios, la venta de activos estatales (que también implicará despidos) y el endeudamiento externo entre otras medidas. Una fenomenal transferencia de recursos a favor de las grandes fortunas y a costa del hambre y la miseria de la mayoría de la población pobre y trabajadora.
Pero la designación de Guimarães tiene otro costado igualmente perverso aunque en el plano político: una evidencia más del rol clave que jugó la mega causa Lava Jato en manipular al electorado y llevar al poder a Bolsonaro. La primera había sido el nombramiento por parte del presidente electo del juez Sergio Moro como Ministro de Justicia. Moro, responsable del Lava Jato, llevó preso a Lula sin pruebas para sacarlo de la disputa electoral.
Sergio Moro, responsable de la causa Lava Jato y la prisión de Lula, es ahora Ministro de Justicia de Bolsonaro.
Ahora, ya como flamante presidente de Brasil y de la mano de su ministro de economía, Bolsonaro pone al frente nada menos que de la Caixa al yerno del empresario Léo Pinheiro, ex ejecutivo de la empresa OAS que cambió su declaración en la causa Lava Jato para incriminar a Lula en un acuerdo de delación premiada negociado con el juez Moro. Pinheiro dijo que Lula había recibido un triplex en una playa paulista como pago por favorecer a OAS en licitaciones de obras públicas. Nada de eso se probó en el juicio, pero Moro lo usó para condenar al ex presidente petista.
Fue el primer paso para sacar de la carrera electoral a Lula y dar continuidad al golpe institucional encabezado por Michel Temer en 2016. Luego, con una condena en segunda instancia y negando una tercera apelación como garantiza la propia legislación del país, encarcelaron al principal candidato del momento que rondaba el 35% de intención de voto, superando ampliamente a los candidatos de la derecha y la ultraderecha. A partir de entonces Moro y el autoritarismo judicial maniobraron constantemente para cercenar hasta los más mínimos derechos políticos de Lula durante la campaña, desde poder candidatearse hasta dar reportajes y ejercer el voto.
En definitiva, parece que con el nombramiento de Guimarães y siguiendo su vocación militarista Bolsonaro “mató dos pájaros de un tiro”. Lo que no está dicho aún es si de tanto disparar no le sale el “tiro por la culata”.
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