Ernesto Silva representaba la “renovación generacional” de la UDI. Su directiva estaba compuesta por una serie de rostros más jóvenes, quienes trataron de instalar que el gremialismo sabía renovarse y posicionar nuevas figuras. La renuncia de Silva a la cabeza del partido es un fracaso de este discurso.
Y es que Silva tuvo que renunciar porque dirigentes históricos alzaron la voz. Víctor Pérez fue una de las caras visibles. También lo fue Francisco de la Maza. Pero lo significativo fueron las razones que esgrimieron estas figuras para presionar la renuncia del ex timonel. Fue el mismo de la Maza quien filtró que Jovino Novoa era una de las piezas claves en la definición de la estrategia de la UDI frente a la crisis Penta. En otras palabras, de renovación y autonomía no había nada. A su vez, Ernesto Silva era uno de los militantes que guardaba mayores nexos con las empresas Penta. En otras palabras, de nuevas prácticas no había nada.
Si bien parece haberse instalado la idea de que la nueva directiva debe combinar nuevos rostros con dirigentes históricos de mayor peso, hoy ya empiezan a aflorar nuevas tensiones de cara al Consejo General del 10 de abril, instancia en donde se definirán os pasos a seguir y se elegirá una nueva directiva.
Las posibles cartas para dirigir la UDI
Ya se han empezado a escuchar una serie de nombres para encabezar la directiva. Las opciones que se han barajado son las de Juan Antonio Coloma, Hernán Larraín, Víctor Pérez, Andrés Chadwick o el actual presidente interino Javier Macaya. Sin embargo, varios de los dirigentes históricos han desmentido los rumores.
Hernán Larraín planteó categóricamente “no soy candidato” y aseguró que “este no es el momento de las candidaturas, es el momento de oír a las bases”. Por su parte, Víctor Pérez también se mostró reacio a hablar de una candidatura y aseguró que no estaba en sus planes presentarse a la directiva. Andrés Chadwick también negó los rumores.
El único nombre que parece ir seguro a la presidencia de la UDI es el del ex secretario general Javier Macaya. Diversos militantes ya empiezan a elevarlo como figura. Como explicó el diputado Jaime Bellolio, “la sociedad nos reclama cambios y eso tiene que ser considerado. Además, tendremos opciones en la medida que seamos capaces de convencer sobre la necesidad de modernizarnos y, debido a los desafíos futuros, tiene que ser un líder que proyecte ese futuro, como Javier Macaya”.
En búsqueda de un nuevo rumbo
El conjunto de los partidos de la casta se esfuerzan por aparecer activos, propositivos, pensar nuevos perfiles y nuevas prácticas. Todo para tratar de relegitimarse en un momento en donde todas las instituciones del régimen se encuentran en el suelo. La UDI es el partido más golpeado por los escándalos políticos y claramente tiene que ensayar un ajuste en el discurso.
Javier Macaya se apresuró a indicar en una entrevista que él quiere impulsar “un nuevo trato -por lo menos en nuestro partido- de lo que es la relación de la política y el dinero, y en nuestra propuesta está el fin de los aportes reservados. Soy de los que piensan que el nuevo trato implica un énfasis quizás absoluto en los aportes que hacen las personas naturales, dejando a las personas jurídicas sólo en los aportes a las fundaciones".
Sin embargo, Macaya representa la continuidad de la línea de la directiva anterior y de la política de Jovino Nova frente al caso Penta. Mantiene la tesis de que no pueden haber sanciones a los militantes sin antes tener sentencias condenatorias. La “presunción de inocencia” se ha transformado en un principio sagrado de estos dirigentes para resguardar a sus militantes.
Por otra parte, la llamada “disidencia”, en donde se ubican personajes como Víctor Pérez y Francisco de la Maza, estarían dispuestos a abandonar la estrategia de Novoa y tomar ciertas medidas contra los militantes involucrados. Según este sector, el gran error de la directiva anterior fue hacer una defensa corporativa de sus parlamentarios y de Penta, con lo que se habrían igualado los intereses de la UDI con los del grupo empresarial. |