Por muy poca diferencia, 325 frente a 306 votos, May obtuvo el voto de confianza de la mayoría de la Cámara de los Comunes (la Cámara Baja inglesa), un día después de la derrota histórica que sufrió en la votación sobre el acuerdo del Brexit al que había llegado con la Unión Europea (UE).
Fue el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn; quien decidió en la sesión del martes por la noche iniciar ese proceso en contra del gobierno conservador, después de que perdiera por un ancho margen de 230 votos la votación en Westminster sobre el acuerdo del Brexit pactado con la UE.
Además del apoyo de la totalidad de la bancada de su propia formación y tal como se anticipaba, May recibió el respaldo de los 10 diputados norirlandeses del Partido Democrático Unionista (DUP, por sus siglas en inglés), de quienes depende para gobernar ya que el Partido Conservador no cuenta con mayoría propia en el parlamento.
Durante el debate sobre la moción de censura, May argumentó que convocar ahora unas elecciones generales sería "lo peor que podría hacer" el Reino Unido. Ante la falta de una propuesta concreta para solucionar la crisis del Brexit, la táctica de los conservadores fue atacar al líder de la oposición.
Por su parte, durante su alegato el líder laborista acusó a la primera ministra de haber "fallado al país". "Cualquier otro primer ministro que se hubiera enfrentado a una derrota de la escala de la que sufrió (May) anoche habría dimitido y este país podría elegir al Gobierno que desee", esgrimió el líder laborista.
Corbyn junto a un importante sector de la cámara de los comunes tenían la intención de precipitar unas elecciones generales anticipadas. A pesar de que la moción de no confianza presentada por Corbyn fue respaldada por todos los partidos de la oposición, incluidos el Partido Nacional Escocés, los Demócratas Liberales y el Partido Verde no logró la aprobación del Parlamento. No obstante, su partido no ha descartado la presentación de más mociones de confianza en el gobierno.
La contradicción que enfrenta Corbyn es que, por un lado, debe tener en cuenta el sentimiento euroescéptico de un sector de votantes laboristas en regiones obreras del norte del país y en la región de Midlands, en el centro del país, ampliamente afectadas por la desindustrialización y años de políticas de austeridad.
Por otra parte, no puede descuidar la sensibilidad europeísta de la nueva base laborista de jóvenes activistas, estudiantes, trabajadores y profesionales referenciados en Momentum, la organización detrás del fenómeno Corbyn. Además, tras el resultado de hoy, Corbyn está bajo la presión de docenas de sus propios parlamentarios que han firmado una declaración apoyando un segundo referéndum sobre el Brexit.
En un breve mensaje, luego de anunciarse el resultado, la primera ministra afirmó que continuará trabajando para cumplir con el resultado del referéndum de junio de 2016, en el que los británicos votaron por abandonar la UE. "Tenemos la responsabilidad de identificar un camino hacia adelante que nos permita obtener el apoyo de esta cámara", y reiteró su intención de conversar con el resto de las fuerzas políticas para tratar de encontrar un terreno común.
La primera ministra cuenta con un plazo legal hasta el próximo lunes para regresar al Parlamento y exponer un "plan B" de cara al Brexit, que se materializará, si no se pacta con Bruselas una extensión del plazo, el próximo 29 de marzo.
La gran incertidumbre que deja planteada esta situación es si la premier podrá llegar a un nuevo acuerdo en Bruselas –algo poco probable debido a que la UE se ha mostrado hasta ahora contraria a reabrir el acuerdo, sellado a finales de noviembre– y cuál sería el escenario si no lo lograse, después de la aplastante derrota sufrida el martes por la noche. |