El 3 de marzo el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, fue a Guatemala donde se reunió con los presidentes guatemalteco, Otto Pérez Molina, el salvadoreño Sánchez Cedén y el hondureño Juan Orlando Hernández. Lanzaron el plan Alianza por la Prosperidad, un programa de 1.000 millones de dólares creado tras la crisis abierta por la afluencia de niños migrantes no acompañados a Estados Unidos en 2014.
Entre los días 16 y 18 de marzo los tres gobiernos centroamericanos deben presentar en Washington el plan de cómo usarán el dinero de ese programa.
Según se informa en el artículo “Centroamérica lleva a Estados Unidos su visión sobre la Alianza para la prosperidad”, publicado en Diario Las Américas, dicho documento está organizado en torno a cuatro ejes: dinamizar el sector productivo, desarrollar el capital humano, mejorar la seguridad ciudadana y el acceso a la justicia y por último fortalecer las instituciones.
Pobreza, desempleo, bajos salarios
Lo cierto es que la pobreza ahoga a los pueblos centroamericanos. Tomando solo en consideración la situación de los tres países que integran el llamado “Triángulo del Norte”, los datos oficiales, seguramente por encima de la realidad que agobia a los habitantes de esos países son contundentes.
El salario mínimo para maquilas, en dólares, en Guatemala es de 320.90, en Honduras es de 271.11 y en El Salvador, 210.90, mientras el salario promedio en el mundo es de 1.600 dólares según la Organización Internacional del Trabajo. Esta institución, en su informe 2014-2015 dio a conocer que los salarios reales en 2013 crecieron tan sólo 0.8 %. La inflación promedio de la región fue de 7.6 % para el mismo año.
A esto se suma que las trasnacionales exigen pagar salarios por debajo de los ya paupérrimos salarios mínimos, como es el caso de Guatemala, que se da a conocer en el artículo “Guatemala necesita salarios diferenciados”.
A su vez, la tasa de desempleo oficial de Guatemala y Honduras parece ser relativamente baja: 2.9 % para el primer país y 3.9 % para el segundo. Sin embargo, en Honduras para 2012 solo 30 % de los trabajadores estaban en nómina (o en blanco, como se dice en otros países), con prestaciones como seguridad social, jubilación, etcétera. Lo cual significa que el 70 % restante labora en condiciones de precariedad.
En El Salvador, ni aun maquillando las cifras el gobierno puede disimular: según la CEPAL, en 2013 la tasa de desempleo era de 16.2 %.
Esas son parte de las condiciones de miseria estructural que llevan a muchos centroamericanos a emprender la incierta aventura de migrar hacia Estados Unidos, y atravesar México, una de los países más peligrosos del mundo para los migrantes.
La Unión Europea también quiere su parte
En otro orden, tuvo también lugar la cumbre bilateral entre España y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) entre el 10 y el 11 de marzo
El SICA está integrado por casi todos los países de la región: Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Belice y República Dominicana. Sin embargo, Belice y Nicaragua no participaron de esta cumbre.
El objetivo de la reunión fue discutir las oportunidades de negocios para el empresariado que surgieron a partir de la alianza con la Unión Europea. Entre ellos se cuentan la construcción de infraestructuras de transporte y comunicaciones que conecten a los países del istmo, promover la unión aduanera, así como atender el problema de la violencia en la región.
Los gobiernos centroamericanos saben ser muy complacientes con sus amos de las trasnacionales, y abren de par en par las puertas de cada país para que un nuevo proceso de expoliación de recursos se desarrolle. Las y los trabajadores, los campesinos, los jóvenes y los pueblos originarios de Centroamérica tienen la palabra: ¿los dejarán avanzar o no? |