Después de patear la calle y dejar decenas de curriculums, finalmente conseguí trabajo. Entré a trabajar en el ambiente de la gastronomía, donde la precarización y explotación a los jóvenes estudiantes es moneda corriente. Donde las horas de trabajo son extensas, pueden ser 5, 10 o 12. Todo por el mismo (miserable) sueldo.
Mi trabajo consiste en lavar vasos y copas, platos y cubiertos, también hacer de moza, bancarme los malos tratos de la gente porque me demoro unos minutos más en llevar su comida, también el del encargado cuando soy una sola persona haciendo muchas cosas a la vez.
Es lo que se puede conseguir, nos dicen.
Estoy en negro y por ende no tengo ningún tipo de derecho laboral donde las condiciones son deplorables: me puedo quedar electrocutada por una mala instalación o intoxicarme con una pérdida de gas.
Esto no termina; soy mujer y tengo al encargado y gerente aprovechándose de mi necesidad de juntar unos mangos para cometer cualquier tipo de abuso. A los que tengo que responder con una sonrisa, si no me quiero quedar en la calle.
Así nos quieren, oprimidas y doblemente explotadas.
Pero nosotras les respondemos organizadas y en las calles, siendo millones cada 8M, en cada marcha de Ni Una Menos, por el aborto legal, seguro y gratuito siendo parte de esa marea verde que vino a cuestionarlo todo y no sonreír en cada situación de abuso de poder constante.
Que la marea verde salpique a todas las trabajadoras que todavía no pudieron alzar su voz.
Este 8 de marzo seamos millones en las calles con la exigencia de paro activo a todas las centrales sindicales para que todas las mujeres puedan ser protagonistas de esta gran jornada de lucha. |