En un mismo día, el humorista devenido defensor del gobierno de Cambiemos hizo dos apariciones llamativas.
Durante un móvil de C5n, Camilo Alan, de la Federación de Comercios de Buenos Aires, explicaba que producto de los tarifazos y la crisis económica están cerrando 82 pequeños comercios por día en la Ciudad de Buenos Aires, con su correlato de despidos para las familias trabajadoras.
Mientras el hombre hablaba y criticaba al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, Casero pasó por atrás haciendo un claro gesto burlón a cámara.
Esto ocurre el mismo día en el que Casero publica en el diario La Nación una extraña nota con “tono poético” cuyo eje es el tema corrupción. En ella, solo menciona hechos que se encuentran en las causas que involucran a funcionarios kirchneristas (bolsos de dinero, bóvedas, etc.), pero omite hablar de aquellos que involucran a funcionarios de Cambiemos (como los aportantes truchos o las denuncias contra el fiscal Stornelli). Hasta acá, lo previsible: Casero es un acérrimo macrista, al igual que La Nación.
Lo más llamativo es que al avanzar con la nota, podemos apreciar que la “oda” busca asociar la corrupción con los pobres: habla de “nuevos ricos”, que se dicen “defensores de trabajadores” o “socialistas”, que hablan de “pueblo y pobres”, que tienen “codicia pueblerina”.
Así, pareciera que la única corrupción que le molesta a Casero es la de esa minoría de dirigentes (como los sindicales o los políticos peronistas) que teniendo quizá en el pasado un origen humilde se enriquecieron haciendo negocios en la gestión pública.
Pero en relación al pueblo trabajador de conjunto, esta casta corrupta es una minoría y está bancada por los propios empresarios, que necesitan funcionarios de esta índole para hacer negocios con el Estado y controlar los sindicatos para que no haya luchas contra el ajuste, los despidos y la flexibilización.
En cambio a Casero no parece molestarle que el conjunto de la clase capitalista se dedique diariamente a la corrupción. No le molesta que los ricos hayan fugado más de 400 mil millones de dólares en los últimos años solo para evadir impuestos que podían pagar. No parece molestarle que todas las coimas que se pagaron a funcionarios por negociados en la obra pública hayan venido de empresas constructoras o de gigantes como Techint. Detalles.
En este marco, Casero desliza una comparación poco feliz: dice que estas personas pobres que se enriquecen con la corrupción son “como monos que roban las carteras de los turistas". La analogía es clara: los pobres son monos y, si son corruptos, son monos ladrones.
Encima el tipo se preocupa porque después los "monos" no saben manejar lo que robaron y dice que "corren a cuevas donde esconden cosméticos que no saben para qué sirven, pero son tesoros de monos, que desesperados de codicia, de pronto tienen, amarrocan, dilapidan”.
No es la primera vez que el (ex) humorista se refiere despectivamente a aquellos que sufren las consecuencias del ajuste y la pobreza en la Argentina. No hace mucho, en Animales Sueltos, el hombre utilizó la metáfora de chicos que acosan a su padre pidiendo “flan” -que nada casualmente suena parecido a “plan”- para entrever que la exigencia de pan y trabajo de los sectores más pobres de la sociedad es desmedida y digna de burla.
Pareciera que a Casero le molestan más los pobres que la corrupción y, más bien, utiliza esa minoría de políticos y dirigentes sindicales corruptos para tender un estigma social más sobre amplias mayorías despojadas de derechos elementales. | 
