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La Izquierda Diario
20 de marzo de 2015 Twitter Faceboock

DOSSIER HISTÓRICO DEL 24 DE MARZO
Los cimientos del futuro
Nicolás Vigarelli
Jazmín Pecci

A lo largo de nuestra historia, los estudiantes supimos brindar grandes luchas en las universidades y junto a los trabajadores. Este 24M marchamos sosteniendo en alto las banderas que constituyen lo mejor de nuestra tradición, para pelear contra la explotación y la impunidad de ayer y de hoy.

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Nuestro futuro, su miedo

A partir 1969, como parte de un momento en que los pueblos del mundo levantaban la cabeza, en Argentina tomaron lugar importantes movilizaciones obreras y estudiantiles. Entre ellas se destacaron las de los universitarios de Corrientes contra la privatización del comedor; o el primer Rosariazo, cuando luego del asesinato de Adolfo Bello (de la Facultad de Ciencias Económicas), las calles se volvieron un escenario de enfrentamiento entre la policía, de un lado; y los estudiantes junto con los obreros, del otro.

En este contexto, se desató uno de los mayores hitos de la clase obrera argentina: el Cordobazo. Fue allí cuando la unidad entre estudiantes y trabajadores -luchando juntos y por fuera de las dirigencias tradicionales- hirió de muerte a la dictadura de Onganía, mostrando su enorme potencialidad y constituyéndose como uno de los principales peligros para la burguesía.

La Universidad y el golpe de 1976

El objetivo de la última dictadura era evitar la acción independiente de una generación militante que hizo temblar el orden social. El movimiento obrero, gestor de paros, ocupaciones de fábricas, huelgas, piquetes y grandes levantamientos, estuvo en el centro de la represión. Los estudiantes, también protagonistas de la insurgencia de la época, fueron otro objetivo del terrorismo estatal. El gobierno militar, así como en las calles, combatió la rebelión en las aulas con los métodos preferenciales de la burguesía en momentos de intensa lucha de clases: la represión y el ajuste. Los antecedentes no escaseaban: dos años habían pasado desde la intervención de las universidades ordenada por el ministro de Educación Ivanissevich (y promovida por el rectorado fascista de la UBA), durante el gobierno peronista en 1974, que implicó una brutal persecución con asesinatos a profesores y estudiantes.

En 1979, el general Harguindeguy (ministro del interior de la dictadura que ocupó durante dos breves períodos el puesto de Ministro de Cultura y Educación), en el documento “El terrorismo en la Argentina”, advertía que la “subversión” en las universidades accionaba “con tácticas adaptadas al medio”, señalando que los “terroristas” eran también aquéllos que se organizaban “alrededor del comedor para los estudiantes, las bibliotecas, (…) la autonomía universitaria, el ingreso irrestricto y a favor del gobierno tripartito con participación estudiantil”. Por ello, las políticas del gobierno incluyeron recortes a los cupos, arancelamientos en los establecimientos públicos, recorte de carreras y nuevas trabas para el ingreso.

Apenas efectuado el golpe, el contraalmirante Guzzetti fue puesto al frente del Ministerio de Educación de forma interina. Sus cinco días de gestión bastaron para introducir cambios claves. A través de un decreto del teniente general Videla, se sancionó que las universidades pasaran al control del Poder Ejecutivo, que tendría la potestad para designar rectores y decanos. Así ocurrió, por ejemplo, en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBA, donde se impuso a Héctor Corbacho, quien enseñaba dibujo técnico en la Escuela de la Armada, uno de los principales centros clandestinos de detención.

De la misma forma que el régimen encontró aliados en los sindicatos y las Iglesias, lo propio sucedió en los centros de estudio, donde se apostó a una “normalización” que englobaba la intromisión en los planes de las materias, así como en las asociaciones gremiales, docentes y estudiantiles. La Universidad de Buenos Aires fue una de las más atacadas. Sólo en la Facultad de Filosofía y Letras, desaparecieron más de 400 estudiantes, docentes y no docentes. La Facultad de Exactas y Ciencias Naturales le sigue en número, con 112 casos. En la de Ciencias Económicas, 71 personas se perdieron para siempre en los centros de tortura.

Las Universidades, semillero de militantes y foco de actividad política, fueron una preocupación central del régimen. En 1977, el Arzobispo y fundador de la Universidad Católica de La Plata, Antonio Plaza, alegaba que éstas eran “cuna y foco de la guerrilla organizada” donde funcionaban “satánicos planes”. Hasta el final de sus días, Plaza, designado capellán mayor de la Policía y amigo del general Camps, defendió los más de 700 estudiantes y docentes desaparecidos de la Universidad Nacional de La Plata.

¡No al espionaje! ¡Fuera los servicios de la UBA!

El kirchnerismo garantiza la impunidad de los genocidas y sus cómplices, cargando incluso con la desaparición de Julio López y designando al represor Milani como jefe del Ejército. A la vez, perpetúa viejos métodos de prosecución a los luchadores, pactando con empresarios, burocracias y policías asesinas, sancionando leyes antiterroristas, infiltrándose y reprimiendo la protesta social.

En 2014, a medida que el gobierno consolidaba su giro a derecha, los estudiantes y los centros militantes fuimos víctimas de nuevos ataques, dentro y fuera de las aulas. Recibimos balazos de gomas y hasta arrestos cuando acompañamos la lucha de los indomables de Lear que logró poner un freno a los despidos. A la vez, vimos cómo el gobierno de la UBA (compuesto por los K, la UCR y el PRO) designó como vicerrector a Darío Richarte, un ex espía de los servicios de inteligencia, responsable de las del 2001. La reciente renuncia de este nefasto personaje constituye una victoria política de la izquierda y de los estudiantes que no aceptamos que el espionaje vuelva a pisar nuestras facultades y continuamos peleando por la democratización del régimen universitario.

Obreros y estudiantes como en el Cordobazo… ¡qué cagazo!

La última dictadura constituyó un verdadero genocidio de clase, y es esa misma clase la que hoy garantiza la impunidad, espía y somete a trabajadores y estudiantes.
Tanto el kirchnerismo como la oposición de Macri y Massa, coinciden en que el próximo gobierno va a imponer el ajuste y que, para ello, debe quebrar la relación de fuerzas actual. En un nuevo aniversario del golpe, desde la Juventud del PTS en el FIT y los centros de estudiantes combativos, no nos limitamos a exigir justicia por los 30.000 compañeros desaparecidos sino que nuestra perspectiva es retomar lo mejor de su legado y, junto con los obreros que están haciendo una experiencia política y en las luchas, prepararnos para enfrentar los ataques y tomar el cielo por asalto.

Te invitamos a que te sumes a la convocatoria del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. ¡El 24M es nuestra marcha!

 
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