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31 de enero de 2025 Twitter Faceboock

OPINIÓN
Los dilemas del sindicalismo universitario
Alberto Conte

En este inicio de año 2019, el fantasma de la oleada de huelgas obreras del movimiento 20-32 en Matamoros Tamaulipas recorre los pasillos e instalaciones de las principales universidades públicas del país.

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En estos días agita a quienes las hacen funcionar día con día, que son los trabajadores de mantenimiento, administrativos y académicos.

Las direcciones de estos sindicatos, acostumbradas a revisiones salariales y contractuales rutinarias y corporativas, se encuentran ante el dilema de que en la base de estos sindicatos se desarrolla el instinto de que es momento de luchar por todo lo que han perdido.

Van más de 20 días de huelga del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM) y del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma Benito Juárez en Oaxaca (STEUABJO).

El sindicalismo universitario tiene un llamado de alerta a nivel general. En particular la dirección del STUNAM y su secretario general, Agustín Rodríguez Fuentes, -que aun no definen su actitud ante el nuevo gobierno y se mueven con temor a la labor que hace una oposición abiertamente morenista en sus propias filas-, brilla por su ausencia.

En los nuevos tiempos, tarde o temprano la hora de la verdad se acerca para dirigentes y la base trabajadora de estos sindicatos, a quienes la sentencia de una de las huelgas en Matamoros “o con la patronal o con la clase obrera” retumba más latente en la conciencia de las luchas actuales y por venir.

Ya hace un año conflictos y huelgas se presentaron la Universidad Autónoma Chapingo, en la Universidad Autónoma de Sonora y la Universidad Autónoma de Colima entre otras. El signo general para estas huelgas fue el aislamiento mediático y sindical, obteniendo lo mínimo posible en las horas negras del ocaso peñanietista.

En este 2019, a las huelgas del SITUAM y el STEUABJO, se sumó la del Sindicato Administrativo de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro de Coahuila (SUTUAAAN) y que después fue abrazada por el sindicato de académicos de la misma universidad, aunado a las que amenazan con estallar como en la Universidad Autónoma Chapingo.

En esta lucha se combinan por una parte las expectativas de decenas de miles, de que son mejores las condiciones para que los trabajadores reconquisten sus derechos perdidos y accedan a nuevos con el nuevo gobierno -aunque la realidad marca que no es tan así-, y por otro lado un contradictorio y a veces lento aprendizaje de lucha.

El laberinto del recorte presupuestal tiene salida

En este caso, ya no son los caballos de batalla de los años de auge neoliberal los que están sobre la mesa, es decir, los de aquellos momentos donde se dictaban los mandatos acordados con la OIT, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sus imperativos eran ley para los funcionarios en cada mesa de negociación.

En los albores de la llamada Cuarta Transformación, los discursos han cambiado. Sin embargo, desde el punto de vista laboral, la esencia es mantener la flexibilización y la precariedad.

Desde hace años se decía que el mínimo porcentaje del PIB que permitiría llevar adelante las labores educativas en condiciones dignas seria el 8%. Para el nuevo gobierno “antineoliberal” el discurso ya no es el mismo. En los marcos de la austeridad republicana, hoy el lema es “Hagan más con menos”.

Sin embargo, ante eso hay que velar para que las cuentas pendientes no se las cobren a los trabajadores. Hoy son noticia la quiebra de más de 5 universidades públicas, como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, o la Universidad Autónoma de Quintana Roo, que fueron cajas chicas para los fraudes fiscales de gobernadores innombrables.

En esta coyuntura, a quién se ajusta debe ser la primera pregunta que pongan sobre la mesa los sindicatos universitarios. Es inaceptable que se sigan manteniendo sueldos 25 veces menores a los sueldos de rectores, con salarios que incluso superan en muchos casos al del presidente. Todo funcionario debería ganar lo mismo que una maestra o un trabajador calificado.

Así también se debe llevar adelante desde los sindicatos y las comunidades universitarias una auditoría independiente, y bajo control de la base trabajadora, sobre el presupuesto y los gastos. Ello evidenciaría los enormes privilegios con que cuenta la alta burocracia. Y si aun así, “las cuentas no salen”, se deberían atacar los privilegios fiscales de las grandes fortunas, muchas de las cuales invierten en la educación pública con concesiones leoninas.

Existe también una sangría que es el oneroso e imperial pago de la deuda externa. Dejarla de pagar sería un verdadero acto de independencia nacional que resolvería muchos problemas de presupuesto, sin tener que seguir solventando a los grandes pulpos del capital financiero. Así las universidades públicas con el más alto nivel académico, entre muchas otras cosas, serían viables.

Siempre es mejor luchar

Uno de los mayores ataques que vivimos bajo los planes neoliberales, fue la fragmentación y división de la clase trabajadora.

La patronal horadó las conquistas de los sindicatos bajo el régimen de contratación, en la flexibilización de la materia de trabajo y los salarios, entre otras cuestiones.

Dividieron a los trabajadores entre sindicalizados y no sindicalizados, personal de confianza, por honorarios, contrato a prueba, de base, plaza definitiva, etc. La meta anhelada de la productividad puso a competir despiadadamente a los trabajadores, unos contra otros.

A los dirigentes sindicales que se creyeron empresarios, se les olvidó que un principio de lucha era incorporar a esa gran masa de trabajadores a las filas de los sindicatos y fortalecer con ello la unidad más amplia de la clase trabajadora. Pero ahí donde más hizo mella, fue en la conciencia de los trabajadores y sus herramientas para la lucha.

Así fue que se enquistaron y fortalecieron todo tipo de direcciones que fueron cultivando la costumbre de no luchar combativamente. Éstas mantuvieron una "defensa pasiva" de múltiples conquistas que fueron producto de duras huelgas, sin hacer tanto alboroto y colaborando con la patronal, lo que implicó que éstas se fueran rasurando poco a poco.

El mayor riesgo de continuar con esta estrategia es que, reproduciendo el actual discurso gubernamental de “a la izquierda de mi esta la pared”, se subordina a los sindicatos al Estado y se renuncia a la independencia política y de clase, la cual es fundamental para avanzar en la lucha sindical y política del movimiento obrero.

Huelgas por solidaridad, medida urgente

Para el constitucionalista Mario de la Cueva, la huelga por solidaridad era “la suspensión de labores realizada por los trabajadores de una empresa, quienes sin tener conflicto alguno con su patrono, desean testimoniar su simpatía y solidaridad con los trabajadores de otra empresa, los cuales sí están en conflicto con su patrono”. Esta idea fue llevada a sentencia de corte constitucional en el 2002.

En consecuencia, aún bajo esta perspectiva que se mantiene en los marcos de la llamada legalidad, no puede argumentarse seriamente contra la idea de convocar a un paro por solidaridad. Tampoco está en conflicto con la congruencia de enfrentar los planes neoliberales en la educación. Así sea que estas huelgas y paros estallen en medio del inicio del gobierno que millones votaron con amplias ilusiones. Ésta es una medida elemental de lucha que está lejos -como argumentan algunos- de entregarle el país a la derecha más reaccionaria. Pero lo que sí hace es poner a discusión la pasividad de las direcciones sindicales.

En el texto “Los sindicatos y la crisis social en EEUU” León Trotsky plantea que en un contexto de aguda crisis social, a los sindicatos se les presentan dos posibilidades “o bien maniobrar, batirse en retirada, cerrar los ojos y capitular poco a poco –para no agravar la situación de los patrones- y no provocar -reacciones” de su parte-“. El otro modo "es comprender el carácter despiadado de la crisis social actual y llevar a las masas al combate”.

No hay que descartar la amenaza de represión de las patronales, los grupos paramilitares y los gobiernos de distintos color. Hoy las huelgas y “paros locos” de Matamoros y de los Sindicatos Universitarios necesitan del apoyo de los paros y huelgas en solidaridad en primer lugar de aquellos sindicatos de la UNT y la NCT que se dicen democráticos y combativos. La base de estas organizaciones tiene que imponer que se convoque a estas acciones lo antes posible.

La dirección del SITUAM, el STEUABJO y el SUTUAAAN deben romper todo auto aislamiento. La autonomía sindical no puede ser pretexto para no forjar la más amplia unidad en la lucha. Ello implica que surja un llamado enérgico desde estas organizaciones a discutir un plan de lucha, e impulsar una coordinadora nacional que convoque a estos paros en solidaridad.

La llamada Confederación Internacional de Trabajadores que encabeza Napoleón Gómez Urrutia, o la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (Catem), de Pedro Haces, tienen una prueba de fuego.

Impulsar una verdadera unidad sindical, pasaría porque se sumen a una gran convocatoria a paro nacional de solidaridad. Si estas huelgan triunfan, serán un paso adelante, para poner en mejores condiciones las luchas futuras, y defender los derechos y las condiciones de vida de las y los trabajadores.

 
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