El 21 de febrero del 2013 supimos la noticia: un dirigente sindical había sido asesinado al interior de la empresa Azeta, ubicada en Carmen con Isabel Riquelme. Al poco rato se sabía la verdad: había sido asesinado por sicarios que ingresaron a las mismas dependencias de la empresa para dispararle a pocos centímetros de la cabeza, tan solo horas antes de presentar una demanda en contra de la compañía por el despido injustificado de uno de sus compañeros.
Los empresarios de Azeta lo negaban. La justicia y la prensa empresarial los apoyaron. Los dueños de la empresa, que tenía un largo historial de acoso laboral, persecución, malas prácticas y cargaban con la muerte de un trabajador en faena querían sostener una mentira: había sido una bala loca disparada desde la población La Legua.
Pero nosotros y nosotras sabíamos la verdad. Juan Pablo había sido asesinado. Y el mandato había sido dado por empresarios. Por que Juan Pablo había luchado incansablemente contra el subcontrato y las condiciones miserables de trabajo.
La justicia empresarial finalmente encontró un chivo expiatorio: un joven menor de edad de La Legua. Querían cerrar el caso. Pero la verdad, sabemos, es otra, y no nos cansaremos de decirlo.
Hoy Azeta ya no existe, se fueron del lugar. Pero la memoria de Juan Pablo vive y es nuestra tarea mantenerla presente y en alto. Rescatar su lucha y su legado, hoy, cuando es más necesario que nunca, para enfrentar los nuevos ataques que preparan los empresarios, el Gobierno y la derecha.
Y más todavía cuando otros luchadores han muerto en circunstancias misteriosas. Luchadores que enfrentaron a grandes magnates y empresarios, como Macarena Valdés o Alejandro Castro.
A 6 años del asesinato de Juan Pablo Jiménez mantenemos altas sus banderas: abajo el subcontrato y el trabajo precario. Y en su memoria también es que nos preparamos para luchar para las batallas de este año y del presente, para enfrentar a Piñera y a la derecha empresarial, contra su avance en Chile y América Latina. | 
