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La Izquierda Diario
21 de marzo de 2015 Twitter Faceboock

ARTE // EL LUGAR DE LAS MUJERES
Camille Claudel, la penitencia del talento en un mundo patriarcal
Natalia Rizzo | @rizzotada
Carmela Torres | Contraimagen

“Tras apoderarse de la obra realizada a lo largo de toda mi vida, me obligan a cumplir los años de prisión que tanto merecían ellos...”, escribe Camille en el manicomio cuando se cumplen siete años de lo que ella llamaba su "penitencia".

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Hoy presentamos el caso de una artista mujer que se enfrentó a las adversidades de un época, combatió los convencionalismos, la academia, a la institución familia, a su propia familia, para convertir su quehacer artístico en una elección determinante, en un modo de vida: Camille Claudel.

La historia del arte sigue negando parte de su vida, ocultando algunos acontecimientos, inclusive cuestionando su autoría en sus creaciones más grandes, motivo por el cual muchas de las fuentes consultadas se contraponen.

Camille nació en Villeneuve-Sur-Fere, al norte de Francia el 8 de Diciembre de 1864.

Desde pequeña mostró interés y aptitud para la escultura e incluso jugaba con el barro que encontraba en los jardines y esculpía a personas cercanas. Para una joven mujer de una familia conservadora era muy difícil el camino que eligió tomar: mujer y escultora. Llegó a tener problemas de salud mental, se practicó al menos un aborto y fue amante de el “gran genio”, Rodin, quien a su vez tenía una relación estable con Rose Beurte. Así fue que batalló contra su familia para que aceptaran su vocación artística; ya que la escultura no era actividad para las mujeres en esa época y no encajaba en las buenas costumbres de la sociedad burguesa. Con su hermano, Paul Claudel, escritor, compartía su sensibilidad por el arte, y fue en quien encontró apoyo. "Una frente espléndida sobre unos magníficos ojos de un azul tan extraño que difícilmente se encuentra fuera de las portadas de las novelas", describía su hermano a Camille en torno al encanto que le provocaba su belleza.

Hacia 1881, se van a vivir a París con su familia, que en ese entonces era la zona de la bohemia, donde confluían infinidad de artistas y estudiantes de arte. Camille se inscribe en la Academia Colarossi, y es Alfred Boucher quien logra que la acepten. La academia Colarossi admitía mujeres como estudiantes, al igual que la Academia Julian. Sin embargo la Academia Superior de Bellas Artes, que hegemonizaba los mandatos académicos sobre qué era lo que debía exponerse como obra y que no, no admitía mujeres entre sus filas de formación.

En 1883, Camille conoce a Auguste Rodin, quien ya era un escultor de renombre. Auguste le propuso trabajar en su taller. A partir de allí entablan una tormentosa relación tanto amorosa como profesional de profunda admiración. “Te beso las manos, amiga mía, a ti que me regalas goces tan elevados, tan ardientes, junto a ti, mi alma vive llena de fuerza y, en su locura de amor, el respeto hacia ti está siempre por encima de todo.” Le escribiría Rodin a Camile en el comienzo de una carta.

La obra de Camille, fue muy cercana a la de su maestro, trabajó a la par de él en muchas de sus obras más importantes, que luego sólo Rodin firmaba. Esa relación que los unía tanto en el amor como en lo artístico, los hizo mantener durante unos diez años una relación conflictiva y plagada de celos.

“Sakountala”

En 1888 Camille realiza uno de sus mejores trabajos “Sakountala” que está basada en un drama hindú. Le Clos Payen, fue la casa que Rodin alquiló para que ambos la usaran como taller. Pero, nunca llegó a ser una casa conjunta, ya que Rodin tenía a su compañera Rose, de la que nunca se separó. En el taller, ambos trabajaban a la par, pero fuera del espacio privado, Camille era considerada por la sociedad sólo como la alumna de Rodin o su amante.

La joven artista sufrió la subestimación más grande. Sus obras no eran vendidas, ni recibía encargos, por que circulaban rumores de que sus producciones eran hechas por Rodin. En una sociedad donde se glorificaba “el genio masculino creador”, no la creían capaz de crear por sí misma. Sus obras eran extraordinarias, de igual desempeño técnico que las de su maestro y mentor, con una enorme sensibilidad expresiva, pero era él quien era reconocido y valorado. En un mundo patriarcal y conservador, donde los hombres se beneficiaban, (y lo siguen haciendo hoy en día a pesar del avance en la lucha por el fin de la opresión hacia las mujeres), de las bondades de este sistema, demostrar tener pasión, constancia y aptitudes artísticas desarrolladas, pareciera no alcanzar.

Las mujeres siempre tenemos que hacer un esfuerzo más, que incluso como en el caso de Camille, ese intento por dar vuelta el tablero y hacerse visible, terminó con su propia vida.

Camille se distancia de Rodin, la situación se complicó cuando en 1892, ella quedó embarazada y él que no estaba dispuesto a hacerse cargo la convenció para que abortase prometiéndole, una vez más, matrimonio, que nunca llegaría.

Hacia finales de 1898 tienen una ruptura definitiva. En ese año, Camille realiza, el grupo escultórico de tres figuras “La edad Madura” donde se la ve suplicando a Rodin por su amor, mientras él se va con otra mujer, Rose Beuret. El escultor la había conocido en el teatro Gobelins mientras ella trabajaba de modista. Y prácticamente se puede decir que la esclavizó, la usaba de modelo, criada, enfermera y dormía con ella en las noches, pero era con Camille con quién se mostraba en sociedad y con quién compartía los viajes.

La Edad Madura

Camille Claudel afirma su propia identidad creadora, experimenta con escenas intimistas, donde capta momentos de la vida cotidiana. En 1905, expone por última vez su trabajo en un salón de París. Enferma, empieza a tener los primeros síntomas de demencia y es asediada por problemas económicos y materiales dado que su familia no la ayudaba económicamente. Algunos años después, en 1914 muere su padre, con quien ella tenía una buena relación y quién se negaba a internarla como quería su madre. Ese mismo año, su madre contrariamente a los deseos de su padre, firmó papeles para internarla en el sanatorio Ville Evrard.

Lamentablemente, Camille vivió en la más extrema de las soledades la última parte de su vida. Por orden de su madre, que se sentía deshonrada, no se le permitía tener visitas donde estaba internada.

La mayor parte de su obra fue destruida por sus propias manos cuando atravesaba profundas crisis nerviosas, así muchas de sus producciones fueron olvidadas. Murió en 1943, luego de 30 años de la más enorme penitencia a la que fue confiscada: vivir dentro del manicomio sola, sin amigos, sin su arte.

Camille sufrió el desprecio por querer ser libre y artista, por no dedicarse al cuidado de los niños y los quehaceres domésticos, algo impensado para una mujer en ese momento. Sufrió los duros tormentos de Rodin y de su propia familia. ¿Qué más podía ser una mujer tan distinta a los estereotipos burgueses de mujer de esa época que una “loca”? En la Edad media la hubiesen quemado en una hoguera, hoy podría ser una de las mujeres víctimas de femicidios por no ser propiedad privada de un hombre.

Pudo ser todo lo que fue, y todo lo que hoy arduamente husmeando en los intersticios de la historia oculta podemos saber de ella: una gran escultora que se enfrentó a su época con pasión y solvente determinación.

Sus obras, irónicamente, las que le reconocieron y las que le hizo al reconocido artista de “El Beso”, hoy se encuentran en el Museo Rodin.

Ver también: Arte y cultura: el lugar de las mujeres

 
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