Siempre que hay una acción, es esperable que exista una reacción. Frente a la acción decidida de las mujeres que internacionalmente coparon las calles de las principales ciudades del mundo, que gritaron a viva voz que no queremos seguir muriendo en manos de la violencia machista y que estamos dispuestas a que la tierra tiemble para conquistar todas nuestras demandas, le corresponde una reacción de los sectores más conservadores de la sociedad.
Tres de las expresiones más reaccionarias con respecto a la marcha de ayer fueron las de la senadora nacionalista Verónica Alonso, la del periodista de El Observador Gabriel Pereyra y el accionar del fiscal Carlos Negro, cuando aún se mantienen humeantes los restos de las fogatas y se siente en el cuerpo las consecuencias de varias horas de marcha, tanto por el cansancio como por el entusiasmo.
Verónica Alonso: el género nos une, pero la clase nos separa
La senadora dijo a Montevideo Portal “me dejó un sabor amargo” en referencia a que hubo repudio en la marcha por el Día Internacional de la Mujer a sus dichos respecto de que no estaba a favor del paro previsto para ese día. Se quejó de que hubieran “grupos minoritarios radicales que generan expresiones de intolerancia y radicalismo, muestras de división, enfrentamientos de mujer a mujer”.
Desde el movimiento de mujeres debemos salir a aclarar una vez más que no nos sentimos emparentadas en la lucha con mujeres que defienden los intereses de los grandes capitalistas, las multinacionales, los grandes terratenientes del campo, los bancos y los grandes grupos económicos. Esas mujeres que nos quieren quitar derechos conquistados como la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo o la Ley Integral para personas trans.
No tenemos nada que ver con las mujeres que quieren que miles de mujeres sigan superexplotadas, precarizadas en sus lugares de trabajo, que hagan doble o triple jornada laboral para poder conseguir un sueldo digno. No queremos saber nada con mujeres que precarizan a otras mujeres, que son gerentas de bancos o dueñas de empresas. No tenemos nada que ver con las mujeres que viven de la explotación ajena. Por eso, si bien el género nos une, la clase nos separa de Verónica Alonso, y por tanto no podremos luchar juntas.
Entre otras varias cosas más, Verónica Alonso quiso desprestigiar la marcha por considerarla “politizada”. Esta afirmación quiere decir básicamente que no entendió nada de lo que quiere el movimiento de mujeres, que es justamente visibilizar que todo está politizado: desde la forma en que nos relacionamos con nuestros seres queridos o nuestras relaciones sexo-afectivas, la forma en que nos educamos y nos socializamos, la manera en que concebimos nuestros cuerpos y su relación con los parámetros de belleza que esta sociedad nos impone. Y también está politizada la lucha por nuestros derechos: así como los empresarios tienen a sus políticos que defienden sus intereses, nosotras también tenemos que hacer política para conquistar los nuestros.
Por último, Alonso se refirió a las bombas de pintura arrojadas en la fachada de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen. “Atentar contra instituciones religiosas no te hace más feminista, te hace más intolerante”. No sorprende para nada que Alonso se ofusque con la legítima indignación de las mujeres y no considere el hecho de que la Iglesia es la que cuenta en sus filas con una cantidad incontable de curas abusadores y pederastas, que durante decenas de años han utilizado su autoridad para someter sexual y psicológicamente a miles de niños y niñas. Seguro que para Alonso primero están los curas abusadores y luego están las mujeres que reclaman para que no nos maten, y no nos violen, y no nos torturen.
Gabriel Pereyra: una militancia consecuentemente misógina
El periodista de El Observador Gabriel Pereyra es tristemente conocido por sus editoriales misóginas, racistas y derechistas, por lo que no podemos extrañarnos que luego de la marea de miles y miles de mujeres que irrumpieron las calles de las principales ciudades del país, se sienta tentado en soltar su veneno machista.
Como parte de los grandes medios de comunicación, que son formadores de opinión, Pereyra utiliza este recurso para esparcir su militancia contra las mujeres y demonizar todas nuestras acciones.
En su columna del día de hoy acusa a las mujeres de fascistas, ridiculiza nuestro reclamo y niega cualquier responsabilidad estatal en los feminicidios y la violencia que sufrimos diariamente. Tal como lo hizo en varias oportunidades, vuelve a manifestarse en contra de la tipificación del feminicidio como forma de visibilizar los asesinatos a mujeres por su condición de género. Nos acusa a las mujeres de destilar “odio y violencia”. Y termina su sarta de insultos con un “inmorales es poco”.
Pero aquella frase de “Ladran Sancho, señal que cabalgamos” creo que encaja muy bien en una posible contestación a Gabriel Pereyra, que sufre cuando una mujer se empodera, cuando una mujer se planta y dice “no”, cuando una mujer sale a la calle, cuando una mujer hace paro, cuando se enfrenta a su jefe, a su patrón o al gobierno.
Fiscal Negro escandalizado por bombitas de pintura
Según trascendió, el Fiscal Carlos Negro impulsará de oficio una investigación para dar con las personas que arrojaron bombas de pintura roja en la Iglesia del barrio Cordón, Nuestra Señora del Carmen.
El fiscal solicitó a la policía que revise las cámaras para poder identificar a quienes pintaron la Iglesia. Actúa de oficio, es decir que nadie presentó ninguna denuncia y él, en la potestad que le da su cargo judicial, procede a investigar.
Llama la atención (o no) que la Justicia actúe tan rápido ante una pintada de muros, y sea tan lenta en castigar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad ocurridos en la última dictadura militar. Aquí se ve que la Justicia no es imparcial y tiene miles de lazos con los sectores que detentan el poder; que se trata de una justicia de clase y profundamente discrecional.
Desde la Agrupación Pan y Rosas rechazamos cualquier intento de criminalizar el reclamo de las mujeres.
¡Mujer, escucha, únete a la lucha!
Desde Pan y Rosas impulsamos la organización de las mujeres en la lucha por sus derechos, no solamente porque así le arrancaremos al Estado capitalista y patriarcal mayores derechos, sino que además la organización sirve para responder al ataque de la reacción conservadora.
Así lo están haciendo nuestras compañeras de Pao e Rosas en Brasil, enfrentando el avance de la derecha de la mano de Bolsonaro, que pretende retroceder en tema derechos a principios del siglo pasado. Así lo hacen también nuestras compañeras de Pan y Rosas de Argentina, enfrentando los planes de ajuste (ordenados por el FMI), los despidos y la inflación que lleva adelante el gobierno de Macri.
En Uruguay debemos enfrentar el ataque de todos los sectores que componen la derecha tradicional, misógina, antiderechos y conservadora, pero tampoco nos podemos quedar con el discurso políticamente correcto del Frente Amplio. Debemos consolidar nuestro movimiento con independencia política tanto del Estado capitalista y patriarcal como de los partidos que reproducen y garantizar la opresión y explotación. |