La crisis de los partidos tradicionales en el Estado español supuso la destacada irrupción en el hemiciclo del Congreso de Ciudadanos y Podemos allá por 2015. Especialmente impactante, en términos numéricos y electorales, fue la irrupción de la formación de Pablo Iglesias. Pues bien, apenas 3 años y medio después, ese panorama será historia el próximo 28A.
Lo que antes era nuevo, ya es viejo. No hay encuesta que de una tendencia positiva a la formación de Rivera y de Iglesias, más bien todo lo contrario. Sin lugar a dudas han sido los más afectados, por el momento, por el terremoto VOX, aunque lógicamente por diferentes motivos.
Por su parte el Partido Popular, lo viejo viejo, echa el freno a la caída y se mantiene, mientras que el PSOE de Sánchez, el partido “progresista” de los CIES, venta de armas a Arabia Saudí y apoyo del golpista Guaidó, es uno de lo más beneficiados gracias a la estrategia del “mal menor” contra el auge de la extrema derecha.
Y sin entrar en otros partidos como PDCat, ex CiU, partido tradicional de la burguesía catalana y soporte de los gobiernos de todo signo en Moncloa, que a día de hoy se encuentra en crisis producto de las últimas decisiones de Puigdemont respecto a la configuración de las listas a dedo.
En Génova ya han podido corroborar que el discurso incendiario de Casado no ha parado el trasvase de votos a la formación de Abascal. La certeza es tal, que hoy Pablo Casado ha pedido explícitamente, en un acto celebrado en Zaragoza, que VOX no se presente en aquellas circunscripciones pequeñas (las que otorgan dos, tres y cuatro diputados).
Como el PP es uno de los partidos viejos viejos, la razón de Casado no ha sido nada novedosa. Ha vuelto a poner sobre la mesa el miedo de que la división del voto en la derecha beneficie a una izquierda más unida. ”Los independentistas se unen!”, advertía.
Por su parte Ciudadanos sí mejoraría los resultados respecto a 2016, si bien ha perdido casi 4 puntos desde diciembre. Abascal y los suyos entrarían el Congreso con un total de 11 diputados, según los pronósticos.
La crisis en el seno de Podemos se ha traducido en la intención de voto. La caída de la formación neorreformista llega a los 7 puntos, dejándolo en un pronóstico del 14%. La política de servidumbre al PSOE de Sánchez ha decantado la balanza de intención de voto en estos momentos de polarización.
Podemos se borró hace meses como iniciativa y lo dejó certificado a partir de convertirse en “ministro sin cartera” en el último gobierno de Sánchez. Para votar a una copia que ni gobierna ni se diferencia, votarán al tradicional.
Y en esas está el PSOE, recogiendo ese sentir en las calles de la necesidad de frenar en las urnas a la extrema derecha. El PSOE, que se ha dedicado a no abordar ninguna de las propuestas que le auparon al gobierno en verano, es el máximo favorito para la victoria el 28A.
A pesar de haber sido un partido con políticas y posiciones abiertamente de derechas (mantenimiento de la reforma laboral, construcción de un nuevo CIE, injerencia imperialista en Venezuela, mantenimiento de relaciones con Arabia Saudí..) se levanta como alternativa frente a VOX.
De esto mucha culpa ha tenido Podemos que centrado en su objetivo de ser simplemente la pata izquierda del PSOE, ha lavado la cara a uno de los padres de este Régimen reaccionario y podrido.
La derechización del hemiciclo no tiene porque ser automáticamente traducido en una derechización de la sociedad. Más bien todo lo contrario. De hecho las movilizaciones de la huelga general del 8M del movimiento de mujeres es una demostración de que las calles están más preparadas para enfrentar a la extrema derecha que en el Congreso.
La política del “mal menor” es en realidad un desarme de estos movimientos, porque se echa mano de luchar por lo que efectivamente necesitamos en nombre de una supuesta unidad. Como diría el marxista italiano Gramsci, está lógica del "mal menor" siempre acaba llevándonos a un mal mayor, en un ciclo interminable.
Se necesita una alternativa política que a la extrema derecha la enfrente desde la extrema izquierda, sin complejos, sin bajar banderas y peleando por las demandas que realmente necesitamos.
Una izquierda que, como apuntábamos en la declaración de la CRT “defienda el derecho de autodeterminación, el fin de la Corona, de la impunidad, de las leyes liberticidas, la libertad de todos los presos políticos y encausados por luchar, el fin de todos los privilegios de la casta política, de la casta judicial patriarcal al servicio de la banca y la ofensiva represiva... y que a su vez combata por un programa para dar respuesta a los grandes problemas sociales que le haga pagar todos los costos a los grandes capitalistas. Que se proponga conquistar el reparto de horas de trabajo sin reducir el salario, la nacionalización bajo control obrero de las grandes empresas y la banca, la expropiación de todo el parque de viviendas en manos de la bancos y especuladores, el no pago de la deuda o los impuestos a las grandes fortunas para garantizar la financiación suficiente a los servicios públicos y pensiones dignas, entre otras medidas urgentes.”
Para conquistar este programa no se llegará mediante el camino del voto al PSOE ni la lógica del mal menor, sino a través de la movilización social, con la clase trabajadora y sus métodos en el centro. Una gran movilización que confluya con el resto de sectores y movimientos, como el de mujeres, el movimiento democrático catalán o el antimonárquico. |