Un tren hacia un barrio periférico de la ciudad de Rio de Janeiro. Un tránsito colapsado. Varias cuadras sin luz. Calles inundadas. Barro. Una autopista que lleva y trae mercaderia, pero sólo deja ruido y suciedad en el vecindario.
Mucha gente, mucho pueblo.
Un estadio cubierto con el nombre de Mangueira. Un escudo con estrellas, laureles, un tambor, el año 1928 y el apellido Estação Primeira.
Unas escaleras que suben, otras que bajan. Un escenario, un altar. Plateas, paredes, techo, piso, todo pintado rosa, blanco y verde, los colores de una de las más tradicionales escolas de samba de Rio de Janeiro y de Brasil. Fundada, entre otros, por el maestro sambistas Cartola, y seguida por celebridades como Chico Buarque.
Una bandera de Brasil con los colores mangueirenses. La frase "Indios, negros y pobres" en lugar de la positivista de Auguste Comte "orden y progreso".
Un cartel de una calle con el nombre "Rua Marielle Franco" y un texto que genera memoria: "(1979 - 2018) Concejala, defensora de los derechos humanos y de las minorías, cobardemente asesinada el día 14 de marzo de 2018."
Una multitud cantando "É campeã!". Y un samba que se repite una y otra vez, ese que le dio el premio este año, ese que en su estribillo recuerda que "desde 1500 hubo mas invasión que descubrimiento", hace honores a héroes populares como "los mulatos de julio, que fueron de acero en los años de chumbo", y levanta banderas feministas al remarcar "Brasil llego la hora de oír a las Marias, Mahins, Marielles, malês."
Una bandera de "Lula Libre".
Otra bandera verde con la frase "Nuestra arma es la educación" y la imagen de Marielle. Un discurso de Mónica Benício, la compañera de Marielle, siempre con la bandera lgbt en la mano.
Una batucada que no para un segundo.
Una copa que se levanta. Un nuevo campeonato. Una fiesta popular. Un carnaval, un carnaval que ademas de fiesta es un espacio de resistencia.
|