Una revista de cultura que incluirá artículos cuya extensión requerirá tomarse un cierto tiempo de lectura. Esa es la definición que hace la editorial, ubicada a contramano de dos tendencias: la primera, un perfil cultural que es minoritario en el panorama de publicaciones impresas; la segunda, que sus textos no responden a las implícitas premisas de los "nuevos lenguajes" digitales que implicarían cada vez menos contenido a cambio de más recuadros, copetes y destacados.
La breve editorial, sin embargo, enseguida relativiza ese marcado discurrir a contrapelo declarando como sustento la existencia de un “espacio” para este tipo de publicaciones, a pesar de que los medios gráficos caracterizan, estarían atravesando una importante crisis. El objetivo parece ser ocupar parte de dicho espacio apelando, según declaran, “al peso del autor, a la calidad de la escritura y al atractivo del tema".
Básicamente se trata de una selección y traducción de artículos de la revista literaria y de actualidad New York Review of Books, que desde 1963 se publica en Estados Unidos y que ha sabido contar entre sus colaboradores a intelectuales como Gore Vidal, Hannah Arendt, Mary McCarthy, Norman Mailer, SusanSontag, Edmund Wilson, Saul Bellow, los editores de la Partisan Review Philip Rahv y Dwight MacDonald o Truman Capote.
Para su primer número seleccionaron artículos de Paul Krugman sobre el comentado libro de Piketty, El capital en el siglo XXI; de Amartya Sen sobre las relaciones entre China e India; de Leonardo Padura sobre la actividad literaria en Cuba; de Joyce Carol Oates sobre Mike Tyson y dos artículos sobre la situación social y política en México.
La edición promete incorporar artículos de autores locales y latinoamericanos. Son dos en esta primera edición: uno de Carlos Godoy sobre libros dedicados al análisis de las clases medias, y uno de Ricardo Piglia sobre el Facundo se Sarmiento, basado en una conferencia de 1988 en Berkeley.
La propuesta se cierra con una delimitación de otros intentos de revistas culturales que pretenden “establecer un canon”, “ordenar el campo literario” o “instalar un programa de lectura”. Veremos en las sucesivas ediciones si la ironía contra las voluntades canónicas –a pesar de que la NYRB y Piglia no están precisamente fuera del canon– será fructífera o un simple coartada para el eclecticismo.
Finalmente, la revista incluye un suplemento del programa de lectura de la UNSAM –en buena medida una publicidad ampliada de sus actividades y del posicionamiento de sus autoridades–, en este caso dedicado a la visita de la socióloga izquierdista Nancy Fraser para recibir el título de honoris causa. Los fragmentos de una charla con la autora son sin duda el intento más anticanónico de la edición: mientras se intenta mechar conceptos de su obra con ejemplos de las virtudes del kirchnerismo, la autora responde elusivamente con críticas al Estado y al capitalismo que, aunque están lejos de su radicalidad pasada, lo están también de la reivindicación de la política oficial. |