Es Washington este miércoles finalizó la segunda reunión del año del Comité de Mercado Abierto de la Fed (FOMC por sus siglas en inglés), donde se decidió un giro brusco en las medidas de política monetaria a implementar por el Banco Central estadounidense.
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“Esperar y ver” fue una frase utilizada en conferencia de prensa por Jerome Powell, presidente de la Fed, al comunicar el enfoque cauteloso en el que se embarcaran antes de decidir algún cambio en las tasas.
En esta oportunidad la Fed mantuvo sin cambios las tasas de referencia que se encuentra en un rango entre 2,25 % y 2,50 %.
Esta postura menos agresiva se sostiene en un reajuste a la baja en las perspectivas económicas de la Fed para Estados Unidos. Aunque desde el organismo monetario sostienen que la economía estadounidense goza de “buena salud” (mercado laboral fortalecido, inflación cercana al 2 % y niveles de pleno empleo), las proyecciones económicas trimestrales actualizadas de la Reserva Federal mostraron un debilitamiento en todos los frentes en comparación con las de diciembre. Así se espera que el desempleo sea un poco más alto este año, que la inflación disminuya y que el crecimiento económico se desacelere pasando de 2,3 % a 2,1% para 2019.
En consecuencia la Fed ahora espera solo un alza más del costo del crédito hasta 2021, y ya no anticipa la necesidad de prevenir la inflación con una política monetaria restrictiva. Desde la Fed también confirmaron que se desaceleraría la reducción mensual de su cartera de bonos del Tesoro de 30.000 millones de dólares a 15.00 millones de dólares a partir de mayo.
El banco central de Estados Unidos dijo que terminaría de reducir su balance en septiembre, siempre que las condiciones de la economía y del mercado monetario evolucionen como se espera.
Este cambio en la postura del organismo monetario se ajusta a sus proyecciones de menor crecimiento para Estados Unidos a partir de 2019, que sigue la tendencia de desaceleración de crecimiento global a partir de 2020. Tal vez este cese de suba de tasas pueda mermar la creciente inestabilidad cambiaria que prima en los países con “mercados emergentes”, en un marco internacional contractivo para la economía global.
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