Fueron 30.000, aunque algún funcionario macrista desvelado quiera negarlo, y entre esos miles de luchadores detenidos desaparecidos contamos con los 21 desaparecidos de la CNEA. Eran científicos, técnicos, administrativos y estudiantes que fueron perseguidos por defender un ideal,cada uno con tradiciones militantes diferentes (de la izquierda, el peronismo o el mundo sindical), pero con el afán de pelear por una sociedad distinta.
Con la intención de retomar lo mejor de la tradición luchadora de nuestra clase, y en particular en el área energética, por la defensa de la soberanía tecnológica, rescatamos parte de estas historias militantes para que los trabajadores que luchamos hoy contra el ajuste del macrismo, el FMI y los gobernadores sepamos que no partimos de cero.
Entre las compañeras y compañeros desaparecidos hay varios de ellos que realizaban tareas en los Centros Atómicos de Constituyentes y de Ezeiza, otros en la Sede Central y algunos en las sedes de Bariloche y Mendoza. Muchos de ellos dedicados al estudio de la Física con grandes aportes en el campo de la Física Nuclear y también en el estudio de materiales y desarrollos ligados a instalaciones como las centrales nucleares. Pero también es una constante la militancia política, la sensibilidad social y la necesidad de transformar la realidad. Algunos eran estudiantes, escribían en revistas de divulgación de organizaciones políticas como Hector A. Abrales que fue investigador de la CNEA, estudiante de ingeniería química de la UBA y militante peronista revolucionario, había participado de diferentes iniciativas de divulgación científica como la revista “Ciencia Nueva” o la revista partidaria “Envido” de la Juventud peronista, donde discutía particularmente contra la transferencia de tecnología como herramienta imperialista de dominación, fue desaparecido el 22 de enero de 1979. Otros más ligados a la actividad sindical como Eduardo Alvarez Rojas que era Licenciado en Física, trabajaba en el Departamento de Materiales de CNEA y estaba realizando su tesis doctoral. Eduardo era militante trotskista del PST y miembro de la Junta Interna de UPCN-CNEA. También podemos nombrar a Miguel Ángel Gil que era delegado gremial de ATE en la regional de Mendoza.
Al recorrer sus historias se puede constatar que hubo decenas de aportes científicos y años de trabajo en las instalaciones. Hubo casos como el de un estudiante que fue desaparecido antes de defender sus tesis y que sus trabajos fueron reconocidos con una gran calificación recién para finales de los ’90 a modo de homenaje. Hablamos de Daniel Eduardo Bendersky, militante del PCR, quien realizaba la tesis de la licenciatura en Física de la facultad de Exactas de la UBA en el Departamento de Metalurgia del Centro Atómico Constituyentes donde realizó una investigación sobre la vida útil de la usina de la Central Atucha I.
Mención especial merecen las cuatro compañeras mujeres: Graciela Mabel Barroca, Susana Flora Grynberg (quien al momento de su detención, estaba embarazada), Maria Cristina Onis y Rosa Delfina Costa. Todas ellas desarrollaban sus tareas en el ámbito de la ciencia y la técnica en los centros atómicos de Constituyentes y Ezeiza. La historia de Rosa fue recuperada hace unos años por las y los compañeros del laboratorio de radioisótopos de Ezeiza, quienes encontraron un cuaderno con sus anotaciones y una carta.
Hoy, gracias a la investigación y la militancia de los trabajadores se conoce que existieron cientos de “Legajos Paralelos” donde se recabó información de los trabajadores de la CNEA, sobre su participación política y contactos. Durante la dictadura además de los 21 desaparecidos (muchos de ellos oportunamente cesanteados por las autoridades) hubieron alrededor de 120 despidos y más de 300 renuncias por el clima de persecución y terror que existía. Mediante el incansable trabajo de compañeras y compañeros que mediante la conformación de la Comisión de Derechos Humanos de CNEA se han reparado legajos, y se ha homenajeado la memoria de las y los trabajadores desaparecidos.
Este domingo nos encontraremos nuevamente en las calles, por los 30.000 compañeros y contra la impunidad de ayer y de hoy.
Porque el proceso judicial para condenar a los genocidas y sus cómplices es increíblemente lento y cuenta con embates políticos como fue el intento (derrotado en las calles) de otorgarles el 2x1.
Aunque sobran pruebas de lo brutal que fue la represión en CNEA hoy no hay ni un preso por los 21 desaparecidos. Castro Madero, quien fue el interventor militar y luego formalizado como presidente de la CNEA nunca fue condenado, ni siquiera acusado, a pesar de las extensas pruebas de la complicidad y del conocimiento que tenía, murió impune. Según informan los organismos que llevan adelante la querella, en los próximos meses se comenzará a llevar adelante una nueva etapa del juicio de la Esma que contempla solo algunos casos de los desaparecidos de CNEA, ya que muchos fueron a campos de concentración como Campo de Mayo y otros. A este paso los genocidas que perpetraron este terrible golpe moriran impunes.
Más que nunca es necesario exigir la desclasificación de los archivos de la dictadura (cuestión que no fue realizada en su totalidad por ningún gobierno de 1983 a esta parte). Y, como planteamos junto a Myriam Bregman y el Frente de Izquierda, disolver el aparato de inteligencia para terminar con la persecución, la extorsión y el espionaje que se mantiene hasta nuestros días. Seguimos reclamando por Julio López, Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.
Desde la Agrupación Marrón Clasista reforzamos la necesidad de movilizar de forma independiente junto al Encuentro Memoria, Verdad y Justicia y el Frente de Izquierda, que durante todos estos años se mantuvo de forma consecuente en la lucha contra la impunidad, tanto en el gobierno de Macri, como en los gobiernos kirchneristas donde se buscó la reconciliación con el nombramiento del genocida César Milani al mando del Ejército.
30.000 compañeros desaparecidos ¡presentes! |