A ver, ¿qué mujer no ha vivido acoso en cualquier ámbito?
El problema es tan arraigado que no existe un solo espacio libre de este tipo de violencia (en la escuela, trabajo, la calle; en el médico, en la familia).
Todas tenemos una historia que contar al respecto. En mi caso desde el editor que me decía en tono despectivo “a ver mujer, piénsale” hasta el funcionario de provincia que en medio de una carretera me decía “¿por qué viniste solita a trabajar hasta acá? ¿No te da miedo que te roben? Capaz que acá, tan alejado, ni te encuentran”.
Sin duda, las redes evidencian como nunca antes esta situación que se mantenía en "privado", pero no mis amigas, soltar denuncias a diestra y siniestra visibiliza, pero no cambia la mentalidad machista con la que crecimos mujeres y hombres, ni frenará el acoso existente en todos lados.
Hay un abismo entre el primer caso que cuento y el segundo. Ambos son de una violencia injustificable, sé que el primero es un pendejo conservador, que fue educado en la lógica de la inferioridad de la mujer solo por serlo. El segundo, peor aún de atrasado, partiendo de la misma cultura machista, definitivamente significó un riesgo mayor para mi y posiblemente para otra mujer.
Porque el tipo ya concebía en su retorcida mente que bien podía “robarme” sin que se supiera, al fin que ahí nadie me iba a encontrar y si no me pasó algo fue por suerte o porque la idea se le ocurrió ya cuando faltaba poco para llegar al destino. No lo sé. Tampoco sé si el fulano abusó de alguien.
Pero a pesar de lo aberrante de ambos casos, no son iguales, ni son "los hombres" la raíz del problema y también existo yo en la historia. No como víctima constante de la violencia "masculina" sino como mujer y profesional de la comunicación que enfrenta la violencia cotidiana y la habla con muchas compañeras, pero también con compañeros que han decidido no formar parte de ésta.
Detrás de la visibilización en redes prevalece la idea de que es cuestión de tiempo para que todos los hombres violen y violenten a cualquier mujer. Pero no es así.
Si hubiera tenido posibilidad de denunciar al sujeto de provincia lo habría hecho, para no dejar a la suerte que a otra chica no le pasara nada.
El problema es que la sola denuncia (o escrache virtual) se ha convertido en un fin en sí y hay colectivos feministas que viven en torno a ello, cuando en los hechos lo que verdaderamente hace falta es que la organización de mujeres trascienda los límites de su “sororidad” y se hermane con los movimientos sociales de clase, que les guste o no, son de hombres y mujeres.
He visto a muchas feministas que organizan furiosas un escrache contra un sujeto como el que cuento en el primer caso, y que con toda vehemencia se codean con altos mandos policíacos en los estados, para dar “cursos de sensibilidad” a policías acosadores que te sugieren que no andes sola porque “te vayan a robar” (pagan muy bien esos cursos, por cierto).
La lucha contra los feminicidios en México inició en los 90’s en Ciudad Juárez y hoy, que los asesinatos de mujeres en todo el país se han extendido, comprendemos que esa lucha de madres pioneras nos enseñó que anular a un cabrón no sirve de nada cuando hay un marco de impunidad y un Estado cómplice que permite que se sigan asesinando a mujeres saliendo de su fábrica, en las calles.
En esa perspectiva, estarían mejor orientados los esfuerzos de esos colectivos feministas si se dirigieran con su creatividad a luchar contra tal impunidad y complicidad que ha matado a miles de mujeres, organización que hace falta pero sin tener ninguna confianza en instituciones cuya función es tratar de garantizar el "orden", mismo que facilita los feminicidios.
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