El “espectro” de la Revolución fue falsificado por el gobierno ruso de Putin, pero la campaña mundial #TrotskyVersusNetflix la desmintió. Aquí sumamos 10 razones para leer la monumental obra de Trotsky sobre la Historia de la Revolución Rusa, un verdadero cross a la mandíbula del capitalismo y sus sirvientes.
Imaginarse una revolución en un mundo que lleva más de 30 años sin revoluciones es cosa difícil; hasta que se tiene en frente a la Historia de la Revolución Rusa y ahí el panorama se aclara radicalmente.
Las poco más de mil páginas entre los dos tomos que forman la obra de Trotsky, y que fueron editados especialmente para el centenario de la Revolución Rusa por el CEIP y la Casa Museo León Trotsky, resuelven por sí mismas los enigmas del cómo, por qué, dónde y en qué circunstancias puede estallar y, sobre todo, triunfar una revolución. Aquí reseñamos 10 razones por las que vale la pena leer al mejor libro de Historia del siglo XX.
1. ¿Qué es una revolución?
Así como una de las tesis fundamentales del Manifiesto Comunista que escribieron Marx y Engels en 1848 señala que “el motor de la historia es la lucha de clases”; Trotsky profundiza esa idea y sostiene que “la historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos” (Tomo I: p.15). Esta definición plantea la relación entre los tiempos “normales” donde las masas soportan todo tipo de penurias y sostienen sobre sus hombros las viejas instituciones de dominio de la clase dominante y, por otra parte, cuando rompen las compuertas del conservadurismo y toman en sus manos las riendas de su propia historia. En ese sentido advierte que “buscamos descubrir los cambios en la conciencia colectiva detrás de los acontecimientos. Rechazamos las referencias sumarias a la ‘espontaneidad’ del movimiento, que en la mayoría de los casos no explican nada y no enseñan nada a nadie. Las revoluciones tienen lugar según ciertas leyes. Esto no significa que las masas en acción sean conscientes de ellas, pero sí significa que los cambios en la conciencia de las masas no son accidentales, sino que están sujetos a una necesidad objetiva que se puede explicar en forma teórica, que a su vez brinda un fundamento que posibilita hacer pronósticos y pelear por dirigir el proceso” (Tomo II: p. 10-11).
Pero, ¿cómo empezó la revolución? ¿quiénes la empujaron? Veamos: “el 23 de Febrero era el Día Internacional de la Mujer […] A nadie se le había ocurrido que pudiera convertirse en el primer día de la revolución […] la Revolución de Febrero comenzó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta iniciativa espontánea corrió a cargo del sector más oprimido y pisoteado del proletariado: las obreras del ramo textil […] su espíritu combativo se exteriorizaba en manifestaciones, mítines y encuentros con la policía […] salieron a relucir en distintas partes de la ciudad banderas rojas, cuyas leyendas testimoniaban que los trabajadores querían pan, pero no querían ni la autocracia ni la guerra. El Día de la Mujer transcurrió con éxito, con entusiasmo y sin víctimas. Al anochecer, nadie podía adivinar lo que encerraba la jornada” (Tomo I: p. 103-104). Así empezó la historia que dio vuelta todo.
2. Dialéctica.
El libro está cruzado por el método científico fundado por Karl Marx. El materialismo histórico está presente de la primera a la última página. Para pensar la dinámica de la revolución rusa como parte de la revolución mundial Trotsky explica la siguiente combinación: “azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados se ven obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la confusión de las distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, no sería posible ni comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país culturalmente rezagado, cualquiera sea su grado” (Tomo I: p.23 ).
El autor habla de la Revolución Rusa como la ruptura del eslabón más débil de la cadena de Estados capitalistas a nivel mundial. Lo hace en lucha política contra el reformismo socialdemócrata alemán que no quería enfrentarse al capitalismo y, por otra parte, es una fuerte crítica a la pseudo-teoría estalinista del “socialismo en un solo país”. Vale recordar que el libro fue publicado por Trotsky ya en el exilio en 1931-1932, con la burocratización estalinista ya avanzada.
Para Trotsky el materialismo histórico es fundamental para esbozar uno de los aspectos de la Teoría de la Revolución Permanente, que plantea ya en 1905, que si bien Rusia no estaba madura para el socialismo, si lo estaba la economía mundial, y a su vez, que Rusia podría llegar primero a la dictadura del proletariado, pero más tarde al socialismo.
Por lo tanto, la pseudo-teoría del “socialismo en un solo país”, no solo es anti-dialéctica, sino que es contrarrevolucionaria porque Lenin y Trotsky pensaban al triunfo de la Revolución Rusa como el primer peldaño ascendente de un escalada de revoluciones obreras internacionales, empezando por el país imperialista más desarrollado de su época: la vecina Alemania. Luchaban por la revolución socialista mundial.
3. Fuentes.
El libro cuenta con todo tipo de fuentes para dar cuenta de los hechos y los debates de estrategia que cruzaron al bolchevismo. Para ello cita las memorias de los enemigos de la revolución: el diario íntimo del Zar que se dedica al ocio –literalmente, parasitario- mientras millones de personas mueren en la guerra en nombre de sus intereses imperiales, las memorias del liberal Miliukov, del propio Kerensky, etcétera. Pero particularmente le da mucha importancia en los momentos previos a la toma del poder a la crónica que escribe John Reed: Diez días que estremecieron al mundo. Así lo presenta Trotsky: “el periodista norteamericano John Reed, que sabía ver y oír y que nos ha dejado un libro inmortal sobre la revolución de Octubre, atestigua sin vacilar que una parte considerable de las clases pudientes de Rusia prefería la victoria de los alemanes al triunfo de la revolución y que no se abstenía a decirlo abiertamente” (Tomo II: p. 168). En el momento más elevado y consciente de la revolución, es decir el momento de la insurrección, cuando la toma del poder era un hecho y luego de anunciar la victoria de la revolución socialista, Trotsky vuelve a citarlo una vez más y se refiere a John Reed como el “observador y participante, cronista y poeta de la insurrección” y no es para menos. Dice Reed citado por Trotsky: “Bruscamente, bajo un impulso general, nos encontramos todos de pie, entonando los acentos arrebatadores de La Internacional. Un viejo soldado de cabellos grises lloraba como un niño, Alexandrinsky Kollontai parpadeaba a prisa para no llorar. La poderosa armonía se extendió por toda la sala, atravesó ventanas y puertas y se elevó en el cielo tranquilo” y Trotsky agrega “¿Era hacia el cielo? Más bien a las trincheras de otoño que desangraban a la miserable Europa crucificada, hacia las ciudades y pueblos devastados, hacia las mujeres y las madres de luto […] cada uno se sentía más grande y más significativo en ese momento. El corazón de la revolución se ensanchaba al mundo entero” (Tomo II: p. 563).
4. Revoluciones burguesas y revolución proletaria.
Algo que muestra la profundidad del pensamiento de Trotsky es el dominio en el estudio sobre las revoluciones burguesas. Presta atención tanto a la de Inglaterra del siglo XVII como a la Gran Revolución Francesa del siglo XVIII. No lo hace por pura erudición, sino para comparar y reflexionar sobre la mecánica de la revolución, es decir, sobre qué clases y alianzas de clases se establecen para derrocar a la clase dominante y hacer saltar por los aires al antiguo régimen. Veamos: “a principios del siglo XX, Rusia tenía cerca de ciento cincuenta millones de habitantes, más de tres millones de los cuales se concentraban en Petrogrado y Moscú. Detrás de estas cifras comparativas laten grandes diferencias sociales. La Inglaterra del siglo XVII, no conocía aún el proletariado moderno. En cambio, en Rusia la clase obrera contaba, en 1905, incluyendo la ciudad y el campo, no menos de diez millones de personas que, con sus familias, venían a representar más de veinticinco millones, cifra que superaba la de la población total de Francia en la época de la Gran Revolución. Desde los artesanos acomodados y los campesinos independientes que formaban en el ejército de Cromwell hasta los proletarios industriales de Petersburgo, pasando por los sans-culottes de París, la revolución modificaría profundamente su mecánica social, sus métodos y con estos también, naturalmente, sus fines” (Tomo I: p. 29).
El estudio profundo de las revoluciones burguesas en la formación del pensamiento político de Lenin y Trotsky fue fundamental en su preparación para ser los “jacobinos proletarios” de la época imperialista. En el caso de Trotsky, el estudio de estas revoluciones es para fundamentar por qué las tareas democrático-burguesas (como el reparto de la tierra) no pueden resolverse en los marcos del capitalismo, a causa de la cobardía de la burguesía que se muestra incapaz de hacer su propia revolución en la época imperialista. Y por otra parte, el campesinado pobre puede conquistar la tierra en lucha franca y abierta contra el sistema capitalista, y solo si es acaudillado por el proletariado se convierte en revolución socialista. En Rusia 4 millones de obreras y obreros dirigieron a más de 100 millones de campesinos pobres hacia la resolución íntegra y efectiva de sus demandas. Este era otro de los fundamentos de la teoría de la revolución permanente, que se vio confirmada exitosamente en la insurrección armada de Octubre de 1917 dirigida por el Partido Bolchevique.
5. Un grito de libertad; los campesinos y las nacionalidades oprimidas.
En el contexto de la 1ra. Guerra Mundial el campesinado pobre jugó un doble papel. Por un lado conforma la gran masa de soldados y en la aldea es un obrero rural. Con uniforme y un fusil al hombro, el campesino pobre es destinado a obedecer las órdenes del imperio zarista y si no lo hace; la ley marcial amenaza cortar su cabeza. Al soldado le quedaban dos opciones de muerte segura: en el frente de batalla disparando contra obreros alemanes o en su propia trinchera si se sumaba a alguna rebelión. La confluencia entre los soviets de obreros y soldados en Petrogrado -la capital- dará la alianza de clases necesaria para el triunfo de la revolución. El reparto de la tierra a los campesinos será una de las consignas que desencadenan la insurrección de Octubre, las otras dos demandas son el pan y la paz.
En el interior del territorio ruso, los campesinos pobres retoman la experiencia de la revolución de 1905. El incipiente terror que causaban los campesinos pobres no pudo ser contenido por los partidos conciliadores con la burguesía: los socialrevolucionarios y mencheviques.
El otro gran aliado del proletariado ruso eran todas las naciones oprimidas que conformaban al gran imperio de los zares. Los bolcheviques levantaron una política para luchar por su propia autodeterminación, tanto si querían separarse como Estado independiente o si quisieran unirse al naciente Estado obrero. En su gran mayoría se sumaron a la Unión Soviética. Ello implicaba la ruptura de siglos de opresión tanto del zarismo como de su propia burguesía, encontrando en la clase obrera de Petrogrado y Moscú al dirigente hegemónico que tomaba en sus manos la lucha contra la opresión y explotación para darles una salida revolucionaria, que solo tuvo su fin exitosamente con la toma del poder por el Partido Bolchevique.
6. El arte militar.
El hecho de haber sido presidente del Soviet en la Revolución de 1905 y luego corresponsal en la guerra de los Balcanes de 1912-1913 dotó al pensamiento de Trotsky de un amplio conocimiento en el arte militar, en particular de las enseñanzas del general prusiano Karl von Clausewitz. Trotsky es considerado como el más “clausewitziano” de todos los marxistas, esto es sostenido no solo por amigos de Trotsky, sino también por sus enemigos. El libro que escribió el coronel norteamericano Harold Nelson titulado León Trotsky y el arte de la insurrección es prueba de ello.
En el caso de la Historia de la Revolución Rusa, se puede apreciar la influencia del pensamiento de Clausewitz en la plena tormenta revolucionaria. Es decir, que así como para Clausewitz “la guerra es la continuación de la política por otros medios” para Trotsky la revolución es la continuidad de la lucha de clases pero por medios violentos. Por otra parte, la cuestión del ataque y la defensa en la guerra, son aplicadas por Trotsky en plena insurrección. ¿Cómo lo hace? Veamos: “el bando que práctica la ofensiva tiene interés, en general, de mostrarse a la defensiva. Un partido revolucionario está interesado en encontrar una cobertura legal. El inminente congreso de los soviets, que de hecho sería un congreso insurreccional, era, al mismo tiempo, el detentor a los ojos de las masas populares, sino de toda la soberanía, al menos de buena parte de ésta. Era, pues, el levantamiento de uno de los elementos del doble poder contra el otro. Recurriendo ante el Congreso, como ante la fuente del poder, el Comité Militar Revolucionario acusaba de antemano al Gobierno de preparar un atentado contra los soviets. Esta acusación se derivaba de la situación misma. Si realmente el Gobierno no tenía la intención de capitular sin lucha debía prepararse para su propia defensa. Pero, por eso mismo, estaba sujeto a la acusación de haber intrigado contra el órgano supremo de los obreros, soldados y campesinos. Luchando contra el Congreso de los soviets que debía derrocar a Kerensky, el Gobierno se lanzaba contra la fuente misma del poder que había surgido”. (Tomo II: p. 525).
7. Las Guardias Rojas y el armamento del proletariado.
El libro muestra que la revolución la hacen las masas obreras, nacidas del corazón de cada fábrica. “El obrero apretaría firmemente su fusil para defender la fábrica en la cual veía la fuente misma de su poder. De este modo los elementos de la dictadura obrera se constituían en las empresas y distritos aun antes de que el proletariado en su totalidad se hubiese apoderado del poder estatal”. (Tomo II: p. 451).
Las Guardias Rojas estaban formadas por viejas y nuevas generaciones de obreros. Se practicaba tiro y ejercicios de maniobra en el patio de la fábrica. Los obreros trabajan con el fusil arriba de la máquina, en los tornos y fresadoras. Cuando marchan y las armas escasean, algunos llevan bombas, otros ayudan a los demás a apretarse la cartuchera de balas y pertrechos, cavan trincheras, levantan barricadas, colocan alambres de púas y prenden fuego para calentarse en pleno invierno que es mortal.
Trotsky relata que en las Guardias Rojas participan hombres y mujeres. Las obreras requisan a los autos para convertirlos en ambulancias y crean destacamentos especiales para ello, lo que da la idea de que la lucha de se decidía en términos de vida o muerte. “La organización de la Guardia Roja estaba lejos de ser perfecta. Todo se hacía apresuradamente, en bloque, no siempre con destreza. La mayor parte de los guardias rojos estaban mal preparados, los servicios de enlace marchaban mal, los avituallamientos no eran muchos, el cuerpo de ambulancias no estaba todavía dispuesto. Pero completada con los obreros más capaces de sacrificio, la Guardia Roja ardía de deseos de llevar esta vez la lucha hasta el final. Y esto es lo que decidió el asunto” (Tomo II: p. 455).
8. El arte de la insurrección.
Todo arte se practica, y la insurrección no escapa a ello. En un capítulo que lleva el mismo nombre, Trotsky vuelve sobre las enseñanzas de Marx y Engels sobre el tema. Analiza la relación entre las condiciones objetivas y subjetivas para el triunfo de la revolución. Explica que la estructura social tiene que tener semejante grado de crisis para que la clase dominante sea incapaz de resolver los grandes problemas de la nación y a su vez tiene que contar con una clase social que sea capaz de querer resolver esas contradicciones sociales. Las clases dominantes llegan a tal grado de descomposición que pierden la confianza en sí mismas, dando lugar a una lucha descontrolada de camarillas y fracciones. En este escenario entran en juego las clases intermedias, que por su posición es un elemento inestable en su estado de ánimo y predisposición a la lucha; pueden saltar de la rebeldía al conservadurismo si no encuentran en la clase obrera a su dirigente resuelto y audaz. En cuanto al proletariado, dice que se lanza al combate cuando alcanza tal grado de confianza en sus propias fuerzas y cuando tiene una perspectiva clara. Pero ello no basta, la clase obrera se lanza al combate decisivo cuando ve que tiene una dirección resuelta, firme y audaz y se refiere al rol subjetivo del partido revolucionario. Trotsky sostiene que “del mismo modo que un herrero no puede tomar con su mano desnuda un hierro candente, el proletariado tampoco puede conquistar el poder con las manos vacías: es necesario una organización apropiada para esta tarea. En la coordinación de la insurrección de masas con la conspiración, en la subordinación de esta conspiración a la insurrección, en la organización de la insurrección a través de la conspiración, radica el terreno complicado y lleno de responsabilidades de la política revolucionaria que Marx y Engels denominaban ‘el arte de la insurrección’. Ello presupone una correcta dirección general de las masas, una orientación flexible ante cualquier cambio de las circunstancias, un plan meditado de ofensiva, prudencia en la preparación técnica y audacia para dar el golpe” (Tomo II: p. 438-439).
9. El rol de Lenin.
En cuanto a la figura del fundador del Partido Bolchevique, Trotsky lo describe como la pluma que inclinó la balanza de la historia, y de hecho decidió la suerte, o mejor dicho, el triunfo de la revolución. Pone especial énfasis en las Tesis de Abrilque condena la orientación conciliadora que hasta ese momento sostuvo el Partido Bolchevique bajo la dirección de Stalin. Los propios obreros del distrito de Viborg, la barriada proletaria más importante de Petrogrado educada por el partido de Lenin, piden la expulsión de Stalin por llamar al partido a dar apoyo “crítico” al gobierno conciliador, dirigido por el príncipe Lvov. Trotsky destaca la valentía Lenin, que cruzó en tren por territorio enemigo de Rusia y en plena guerra y llega a la conclusión de que un hombre que es capaz de llegar a la Rusia revolucionaria por el camino más peligroso de todos, es porque no solo tenía profunda convicción en las posibilidades del triunfo de una nueva revolución, sino plena confianza en la estrategia. De hecho, en cuanto a la estrategia, es decir, la toma del poder por los soviets obreros, soldados y campesinos dirigidos por el Partido Bolchevique, es en lo que Lenin se pone de acuerdo rápidamente con el grupo “Interdistritos” que dirigía Trotsky. De allí se forja tal confluencia que lleva a Lenin a decir que una vez que Trotsky entendió que era clave forjar un partido revolucionario bien templado “no hubo mejor bolchevique que el camarada Trotsky”.
Finalmente, el giro decisivo está plasmado en el capítulo “Lenin llama a la insurrección”, allí Trotsky desarrolla la pelea dentro de la dirección del Partido Bolchevique cuando hay que poner fecha a la toma del poder. Lenin se encuentra con la oposición de dos dirigentes del Comité Central, Kamenev y Zinoviev a esta trascendental decisión y a pesar de que estos dirigentes hacen público su rechazo a tal decisión develando el plan en la prensa socialpatriota de Máximo Gorki, la insurrección se lleva a cabo exitosamente.
10. El partido más revolucionario de la historia.
El Partido Bolchevique se forjó en años de militancia en duras condiciones de ilegalidad, bajo la permanente represión policial, sufriendo destierros, condenas a trabajos forzosos, cárcel, o muerte directa por ejecución. Prácticamente no había militantes que no hayan estado al menos una o dos veces en la cárcel. Y que al menos una vez se hayan escapado de la misma como hizo el propio Trotsky, historia que puede leerse en su autobiografía Mi vida. Allí Trotsky cuenta que en su primer exilio en Europa, conoció al staff dirigente de la Segunda Internacional socialdemócrata. Pero le causó un profundo rechazo ver que tales dirigentes “socialistas” hablaban mal de las mujeres, y que si bien tenían nivel teórico, no habían pasado pruebas de la lucha de clases que separe a los reformistas de los revolucionarios. De hecho la prueba de la guerra no solo no la pasaron, sino que apoyaron a su propia burguesía mediante los votos de los créditos de guerra el 4 de agosto de 1914, con la excepción de Karl Liebknecht. Y por eso Lenin y Trotsky fundaron en 1919 la III Internacional.
De este partido, que fue único en la historia, al punto de haberle puesto la fecha a la toma del poder y llegado el momento, se llevó el plan con la perfección de una obra clásica ejecutada por la mejor orquesta del mundo; es un partido del que tienen que sacar lecciones y apoderarse de sus tradiciones revolucionarias las nuevas generaciones de trabajadores, mujeres y jóvenes.
Trotsky concluye al final de la Historia de la Revolución Rusa: “ La Revolución de Octubre sentó las bases de una nueva cultura al servicio de todos, y por esa misma razón adquiere de inmediato significado Internacional. Incluso suponiendo por un momento que debido a una situación desfavorable y por circunstancias y golpes hostiles el régimen soviético fuera temporalmente derrocado, la Revolución de Octubre continuaría ejerciendo una influencia indeleble sobre todo el desarrollo futuro de la humanidad”.
El capitalismo va a obligar a la clase obrera a lanzarse a nuevos y crueles combates, y la clase obrera no tiene porque empezar todo de nuevo. La historia del Partido Bolchevique es inseparable de la Historia de la Revolución Rusa, y por tal motivo, constituye otra razón para leer este gran legado de León Trotsky.