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27 de marzo de 2019 Twitter Faceboock

Córdoba
#CILE2019: La lengua en disputa, ¿lenguaje inclusivo o economía del lenguaje?
Verdant Neckerchief

Esta semana tendrá lugar en Córdoba el Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE 2019), un evento que más allá de tener un carácter lingüístico, ha tomado relevancia política. Aquí algunas líneas para pensar lo que está en juego.

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El CILE ha despertado entusiasmo y rechazo por partes iguales. Por un lado, el gobierno de Juan Schiaretti, intenta mostrar una provincia próspera y abierta al mundo, pero lo que no puede esconder uno de los mejores amigos y aliados del presidente, es que “La Docta” es uno de los territorios con la pobreza estructural más alta, alrededor de un 40 por ciento.

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Lo mismo, en un año electoral que se le presenta sin mayores sobresaltos al ahora líder del frente Hacemos por Córdoba, el CILE es una oportunidad, no solo de hacer proselitismo, sino además para solidificar algunas de las patas ideológicas que sostienen al actual régimen.

Como denunció Laura Vilches en la legislatura, el Congreso trae consigo enmascarado que la visita real, es también una visita para que los capitalistas locales y uno de los representantes del Estado español hagan suculentos negocios.

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Por el lado del gobierno nacional, nunca se lo ve tan feliz a Mauricio como cuando lo visita la realeza, esta vez se despachó con un “Los vamos a extrañar”, que de seguro va a disparar una catarata de memes en las redes. No es algo que sorprenda ya.

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Más "punzante" fue Vargas Llosa, tal vez el discurso más esperado de la apertura. Para resumir, reivindicó y hasta agradeció la "conquista", le pegó a López Obrador por su carta al Rey y al Papa para que pidan perdón por el genocidio americano (y en su figura le pegó a todos los populismos pasados, presentes y futuros), y coronó con un “Nos salvaron de la Torre de Babel que era América. Antes de que llegaran ustedes, no nos entendíamos y vivíamos insertos constantemente en sangrientas guerras”, bueno, algo así, parafraseando un poco.

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El “otro” Congreso

Desde la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, se organizó paralelamente al CILE, el I Encuentro Internacional: derechos lingüísticos como derechos humanos en Latinoamérica. Llevado adelante por sectores del kirchnerismo universitario, busca seguir librando la tan mentada “batalla cultural”. Aunque la organización se ha ocupado de decir en cada aparición pública que el Encuentro no es “contra”, ni “anti” CILE, sino más bien de carácter “propositivo”.

Primero podemos destacar la coincidencia en resaltar su no condición de “contra” Congreso, con lo ocurrido el año pasado durante el G-20 con la realización del CLACSO, donde fue la mismísima Cristina quien se encargó de aclarar el carácter de éste. Cosa que finalmente se confirmó cuando llamaron a no marchar contra la reunión de los principales líderes políticos de las potencias imperialistas del mundo.

Lo segundo a tener en cuenta, es que este carácter propositivo con que se quiere seducir a sectores de la derecha, trae consigo la misma estrategia que llevó a que Pablo Carro terminara bajando su candidatura en pos de enviar un guiño al conservadurismo pejotista cordobés, y en pos de mostrarse como una apuesta confiable para ciertos sectores del poder a nivel nacional.

Como con el llamado a la unión de pañuelos verdes y celestes, la extraña estrategia que consiste en combatir a la derecha, aliándose con ella.

Tal vez por eso no dejan de repetir la falsedad de que detrás de lo “anti”, no hay propuesta. Quizás no se enteraron de que el anticapitalismo, conlleva como propuesta al socialismo, o que lo antipatriarcal tiene la propuesta de terminar con las desigualdades de género.

Cabe mencionar que muchos de los disertantes del Encuentro de la FFyH también participarán del Congreso oficial. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer a la cantidad de estudiantes, artistas, poetas e intelectuales que han tomado en sus manos y se han puesto al hombro el Encuentro; y a través de ponencias, exposiciones, obras de teatro, conciertos y muestras, dejan plasmada una idea contrahegémonica y opuesta al imperialismo lingüístico y cultural que vienen de la mano de la RAE, el Instituto Cervantes y las multinacionales españolas que les financian.

La prueba de la blancura

“Limpia, fija y da esplendor”, pareciera que estuviéramos hablando de algún producto de limpieza con un superhéroe en la etiqueta, pero es el lema que se encuentra en el escudo de la RAE; entidad que desde 1713, tiene la misión de resguardar que la lengua del otrora imperio venido en desgracia, mantenga su preeminencia lingüística en sus ex colonias.

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No es algo "tomado de los pelos", en el prólogo a la primera Gramática de la lengua castellana presentada a la Reina Isabel la Católica, el mismo año de la llegada de Colón al ahora continente americano, su autor, Antonio de Nebrija, advertía a la realeza: “que siempre la lengua fue compañera del imperio: y de tal manera lo siguió: que junta mente començaron. crecieron. y florecieron. y después junta fue la caída de entrambos”.

Lengua y religión, dos de las patas ideológicas que utilizaron para justificar la perpetración del mayor genocidio y saqueo de la humanidad.

La RAE continúa hoy esta línea de intervención estatal y de control del lenguaje, sin dudas, una de las prácticas sociales con mayor poder simbólico.

Pero la Real Academia no sólo regula los usos, lo “aceptable”, lo “incorporable” a la lengua española. Hacia el interior mismo del Estado español, ejerce y ha ejercido la represión y prohibición de otras lenguas como el catalán o el euskera.

Ni hablar, como bien lo anticipaba Nebrija, del rol imperialista que cumplió la lengua, al ser impuesta a los pueblos originarios durante la sangrienta conquista de América, en detrimento de las culturas autóctonas.

¿Convención o arena de lucha?

Ferdinand de Saussure, llamado el “padre de la lingüística”, tal cual la conocemos hoy como disciplina, citaba, entre algunos de los principales aspectos de la lengua, su “convencionalidad”. O sea, la lengua como una convención social, una especie de contrato social rousseauniano donde todos los miembros de una comunidad se ponen de acuerdo en que una mesa, se llame mesa, o una vaca, se denomine vaca.

Esta idea predominó durante años, siendo el paradigma dominante en la academia. No fue hasta la segunda década del siglo XX, tras la Revolución Rusa de 1917, que se puso en discusión esta concepción.

Valentín Volóshinov, en “El marxismo y la filosofía del lenguaje” señala a la palabra como el “signo ideológico por excelencia”.

Volóshinov reconoce entonces al signo lingüístico, como una arena de lucha, un terreno donde se pueden rastrear las disputas ideológicas que se dan en el plano material. Un terreno de la lucha de clases. Todo producto humano lleva consigo huellas de su proceso de producción, decía Marx, y la lengua, como producto social, no está exenta.

Si bien algunas voces sostuvieron aquello de una supuesta “convencionalidad” primitiva u originaria, no podríamos decir que en esa “convención original” haya existido una simetría en las relaciones de poder dentro de la comunidad.

El Movimiento de Mujeres y la diversidad sexual: la lengua en disputa

A fines del año pasado, la RAE publicó un “Libro de estilo de la lengua española” donde incorporó términos como “yutubero”, “wasap”, “tuit” y hasta una serie de normas acerca de cómo deben ser utilizados los emoticones (Ah re). Pero rechazó de lleno el uso del lenguaje inclusivo: no acepta el uso desdoblado, como “todos y todas”, ni menos las variantes en e, x y @.

La publicación fue pensada para los “escritores digitales”, según dijo el director honorario de la RAE, Víctor García de la Concha, a quién se homenajea en esta edición del CILE. No es de extrañar, el castellano viene librando una batalla con el inglés en ese plano, y claramente la viene perdiendo.

También se relaciona a que la institución está en una severa crisis financiera, su mala imagen y el masivo acceso a internet hacen que sus libros se apilen en las librerías y deban ser vendidos por saldos en las ferias.

Pero a pesar de que recibe miles de consultas mensuales sobre lenguaje inclusivo, la RAE no ha dado el brazo a torcer en este aspecto. “En español, el género masculino, por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos. No hay razón para pensar que el género masculino excluya a las mujeres en tales situaciones”, remarcó De la Concha.

Darío Villanueva, quien renunció a la dirección de la Academia a mediados del 2018 por una serie de malos balances, acordó con que no es necesario buscar una mayor igualdad lingüística: “El problema es confundir la gramática con el machismo”, declaró.

Se ve que a estos señores les parece de lo más igualitario que en una reunión con una asistencia de 19 mujeres y un hombre, se salude con un “Hola a todos”.

Nada se puede esperar de una institución que desde el siglo XVIII, nunca tuvo como directora a una mujer y que actualmente solo tiene 7 miembros femeninos de 46. Deberá ver la RAE cómo sobrevive a su propia decadencia ideológica y económica. La presión social, sobre todo la de género, están poniendo en jaque sus corroídas bases. Como venimos gritando: la vamos a tirar.

Inclusión versus economía del lenguaje

Por lo pronto, el movimiento de mujeres en su heterogeneidad, y la diversidad sexual, han tomado conciencia de que el lenguaje también es un terreno a disputar, y en ese camino se encuentran. La cuestión del lenguaje inclusivo pasa a ser así, no un problema de si es aceptado por las instituciones que regulan el habla, sino más bien de un carácter político.

Una de las razones técnicas que esgrimen los académicos y letrados es la imposibilidad de su aplicación, ya que el lenguaje es “económico”. O sea, los hablantes tienden a economizar las palabras y sus usos para optimizar la comunicación. Pues, se volvieron tan “Litas de Lazzari” del lenguaje que finalmente no entienden nada.

Antes, habría que diferenciar, a grandes rasgos, entre lengua y lenguaje.

La primera es aquella que está asentada en los manuales de estilo, de gramática, diccionarios, etcéteras, y que, como un tesoro, tan obsecuentemente pulen la RAE, y las demás academias subsidiarias, para que no pierda su brillo. El segundo es el uso que les hablantes le dan a la lengua en todas sus variantes. El lenguaje es una práctica social viva, dinámica y llena de tensiones. La lengua es su registro histórico, donde de vez en cuando se abre una puertita y se aceptan algunos cambios, según las presiones o intereses de turno.

Es esa puerta la que están empujando millones de mujeres y la diversidad sexual en todo el mundo, para que el lenguaje se transforme en una práctica igualitaria e inclusiva.

El llamado lenguaje inclusivo es entonces una herramienta de lucha, política e ideológica, que se materializa en cada huella que va dejando a su paso.

Esa pisada tiene forma de mujer y de la diversidad, que hoy se ven reflejadas y utilizan ese lenguaje, que las incluye.

Esa misma pisada pone en cuestión no solo a la RAE y su conservadurismo machista, pone en cuestión los privilegios de aquellos que sostienen a este sistema patriarcal. Entre los privilegiados se encuentran la arcaica monarquía y la parasitaria iglesia. Y pone también así, al colocar al patriarcado sobre el estrado, en un mundo donde las mujeres forman la gran mayoría de la clase trabajadora, en cuestión al capitalismo mismo.

No sabemos si con los años se aceptará y se utilizará la “e”, el @ o la “x” para erradicar el masculino genérico. Lo que sí sabemos, es que tras esta lucha nada seguirá igual que antes, ni siquiera la lengua.

 
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