En nuestro programa aniversario recibimos una visita de lujo: el referente más importante del periodismo deportivo argentino visitó El Círculo Rojo (domingos de 22 a 24 hs por Radio Con Vos, FM 89.9): prácticamente una clase de periodismo que recorrió su método para escribir, sus referencias literarias, el compromiso político, Maradona, Muhammad Alí y el movimiento de mujeres en el deporte y en el fútbol, entre otros temas.
Ezequiel Fernández Moores lleva cumplidos más de 40 años en el periodismo, trabajó en diversas agencias de noticias, entre ellas DyN y ANSA donde sigue actualmente, escribió en revistas legendarias como El Periodista, Mística y Un Caño, sus columnas en los diarios Página/12, El País de España y actualmente en La Nación ya son un clásico; también es hombre de radio, actualmente en AM 750 y en el programa Era Por Abajo en Radio de la Ciudad. Es autor de Díganme Ringo (una biografía del boxeador Oscar Bonavena), de Breve Historia del Deporte argentino y acaba de editar Juego, luego existo (Ed. Sudamericana). Pero antes que todo esto, es uno de los principales referentes en el periodismo deportivo. Lo recibimos en el programa aniversario de El Círculo Rojo para una chala inolvidable con Fernando Rosso, Celeste Murillo, Pablo Anino y Augusto Dorado.
Podés escuchar la entrevista completa en El Círculo Rojo acá
EFM – Yo me metí en el Círculo de la Prensa (en Rodríguez Peña 80), no era de deportes. Creía que iba a meterme con el deporte, pero no lo tenía claro. Tampoco tenía claro qué era el periodismo, porque no tenía ni idea de que hacer de mi vida cuando terminé la escuela. Recuerdo estar panza arriba en Miramar con un amigo preguntándome “¿Y ahora qué?”… Y mi amigo fue el que me dijo “¿Por qué no estudiás periodismo? A vos te gustan las noticias, comentás, charlás…”. Yo pensaba “Pero eso ¿qué será?”, no tenía ningún antecedente que me acercara a eso como posibilidad de laburo, de vida. Averigüé por el Círculo de la Prensa y me metí. Ahí ya hacía cosas de deportes: teníamos un boletín los alumnos, que se llamaba CirPren… Lo mimeografiábamos, fotocopiábamos, abrochábamos y distribuíamos a diarios del interior por correo y “a la gorra”.
El primer laburo que me sale es porque me llama un amigo para avisarme que tenía alguien conocido en Télam para que lo fuera a ver. Era a comienzos del año ´78. Cuando me preguntó “¿Qué sabés hacer?” le dije “deportes”, porque como yo jugaba tenis, fútbol, rugby, conocía de handball, sabía que en eso no iba a meter la gamba. Era algo en lo que podía empezar ya a laburar. Y ahí empecé, hice mi primera nota y a la segunda nota ya estaba en Noticias Argentinas, porque tuve la suerte de estar en el lugar justo, con la persona justa, en el momento indicado… Estaba haciendo una nota y me preguntan “¿Dónde laburás vos?”, yo digo “En Télam” como si fuera que estaba hace 10 años y estaba en mi primera nota (risas)… Me dicen “¿Quérés venir a hacer una prueba a NA?” y yo no sabía lo que era NA. Llamé a un profesor, Juan Carlos Pisano, para preguntarle y me dijo “¡NA! Norma Aleandro” (risas)… Era Noticias Argentinas, entonces fui cronista de Télam por unas horas y redactor de Noticias Argentinas a las pocas horas, fue el ascenso más fulminante de la historia del periodismo (risas). Mucha suerte…
AD –Para muchos que nos iniciamos en el periodismo en general y en el periodismo deportivo en particular, tus columnas son como una institución, las esperamos en La Nación, aparte de todo lo que hacés en radio… ¿Cuál es tu método para escribir y cómo surgen de ese método estos dos libros, “Juego, luego existo” y “Díganme Ringo” (que imagino que se elaboró de otra manera)?
Tuvieron distinta metodología y otro tiempo… “Díganme Ringo” fue a fines de los ´80. Una editorial, que en ese momento eran Sudamericana y Planeta juntas, quería hacer una serie de personajes populares de la cultura argentina; me proponen el deporte y me dan una lista como de 20 personas, 18 eran futbolistas pero ahí estaba Ringo… Yo en ese momento tenía una mirada crítica del boxeo, recuerdo que en El Periodista había escrito informes muy duros sobre el boxeo, había ido al Borda a ver ex boxeadores con problemas neurológicos, etc. El tema de los daños que provocaba el boxeo me interesaba como tema periodístico. Pero sabía a la vez que el boxeo tenía algo muy popular que yo lo estaba omitiendo. Cuando ví a Ringo Bonavena me dije, “bien, me voy a acercar al boxeo desde otro lugar, a ver qué incorporo”. Me sirvió mucho porque hacer unas notas en un sentido son “carreras cortas”, hacer un libro es “una maratón”. Me ayudó mucho a pensar y a organizarme para cualquier nota; el libro es como que te obliga a una disciplina de la atención del relato: “este capítulo empieza con esto, lo termino con esto”, pero ¿cómo mantengo la tensión para el próximo capítulo? ¿Cómo dosifico los datos? A mí me sirvió mucho en términos de “cabeza”, me ayudó a pensar mucho el periodismo.
Este último libro ya es distinto porque es como una compilación de artículos y ahí me ayudó mucho Ale Wall. Cuando vos estás tan cerca de algo es como que te anulás, esa cercanía te contamina… Entonces simplemente le dije al colega Alejandro Wall: “te voy a pasar 4 o 5 caprichos que tengo y que me gustaría que estén en el libro, después es todo absolutamente tuyo, elegí vos, decidí vos, metele vos”. Es un libro muy distinto…
FR - El prólogo de Alejandro, además de elogioso, es un lindo texto…
Bueno, Ale escribe muy bien… Yo se lo confié a él porque admiro su talento. Me interesan las cabezas más jóvenes, por un lado, y cabezas talentosas…
CM – Hablando de libros, en “Juego, luego existo” está presente Galeano, también Fontanarrosa… Además de ellos, ¿qué otras referencias literarias tenés a la hora de escribir, por fuera del deporte?
Lo tengo como músico pero a la vez como escritor a Chico Buarque. Hay un dramaturgo y escritor brasileño que se llama Ruy Castro que hizo una formidable biografía de Garrincha (jugador de la selección de Brasil en los años ´60, NdeR) y contaba muy al pasar de una especie de exilio de Garrincha y Chico Buarque en Roma. Yo me dije, “acá hay una historia extraordinaria: Garrincha y Chico Buarque juntos, en Roma, años ´60, dictadura brasileña… ¿de qué se trata esto?”. Yo tenía una buena relación de amistad con Eduardo Galeano y le pedí que me hiciera el contacto con Chico Buarque y logré entrevistarlo y que me contara ese tipo de historias.
En general intento leer mucho de lo que sea como paralelo a la historia, porque ahí es donde encuentro otras historias, o me ayuda a buscar otras miradas. Una vez quería escribir sobre el genocidio armenio, obviamente a partir del deporte. Pensaba ¿cómo recorro esto que es algo tan ajeno a mí? Necesito comprender algo más profundo del genocidio armenio para luego poder escribir de eso sobre el deporte.
Me acuerdo que vi toda una historia de Charles Aznavour; eran como las 3 de la mañana y me acuerdo que yo lloraba viendo ese documental del genocidio armenio con Aznavour como protagonista, era extraordinario. Después en la nota por ahí usé una sola línea de eso, o el título de la canción… Pero me sirve para meterme, me ayuda a crearme un clima interior y a saber que ese bosque del que voy a hablar lo voy a tener más claro… Podré pifiar con un árbol pero con el bosque creo que no me equivoco, el bosque lo tengo recorrido. Para mí eso es un método. Me podrán decir “pero te pasaste horas de madrugada”, pero es extraordinario, yo lo disfruté ese recorrido. Después escribir es otro disfrute distinto, que a veces tiene una parte que a veces la tenés que transpirar y sufrirla en un sentido. Pero todo ese recorrido a mí me sirve mucho para desasnarme… Luego cuando escribo intento compartir eso que a mí me aportó en el conocimiento, que me hizo emocionarme, enojarme o lo que fuera (jamás indiferencia ante un hecho así), poder trasladar eso a quienes van a leer.
FR - ¿Sos de corregir mucho?
Sí, y de leer en distintos lugares. Puedo leer algo de madrugada y puedo leerlo después en el subte a las 3 de la tarde con un ruido infame… Me produce algo distinto y encuentro cosas distintas. Con el libro de Ringo aprendí, viste que nunca lo terminás el libro, siempre encontrás historias nuevas o te falta entrevistar a alguien, se puede recorrer esto otro… Una vez una persona me dijo: “los libros no se terminan, se entregan” (risas). Eso me ayudó porque lo mismo te puede pasar con las notas. “Entregá loco, ya está, basta”…
PA – Trascendió que el Gobierno quiere derogar el decreto 1212 del año 2003 que establecía una reducción impositiva a las entidades civiles y deportivas y esa derogación se interpreta como que es un paso hacia la imposición de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) ¿Qué mirada tenés vos sobre esto?
Primero que es un Gobierno que ya de entrada quería las SAD. Macri concibe a los clubes como Sociedades Anónimas Deportivas porque en su formación tiene una mirada mucho más empresarial de todo. Recordemos que Macri cuando ingresa al deporte quiere comprar el club Deportivo Español. Luego llega a Boca pero su primera intención fue comprar Español… Claro que con Boca si decís que la vas a transformar en Sociedad Anónima olvidate que quieras ser presidente después, no podés hacerlo en Boca. Pero en esos momentos él ya le lleva a Grondona la idea de las SAD. Grondona, que por algo sobrevivió 35 años como presidente de AFA y atravesó dictaduras y gobiernos de todo signo, le dijo a Macri: “Muy bien, vamos a llevar al Comité Ejecutivo de la AFA tu idea”… Era un “proponelo, enterrate solito”. Macri perdió 34 a 1 esa votación. Grondona en ese acto le enseñó un poquito como era esto de la política, de los votos, de las negociaciones por abajo y por arriba de la mesa, aprendió algo ahí. Macri después insistió y ahora que es poder, que es Gobierno, insiste claramente.
La información que yo tengo es que cuando en la AFA (hace casi dos años) había una Comisión Normalizadora que la puso el Gobierno, aunque formalmente se supone que la pusieron Conmebol y FIFA pero todos sabemos que intervino el Gobierno, lo que me comentaron de muy buena fuente es que en un momento le exigieron a esa Comisión Normalizadora que implantara las Sociedades Anónimas en el fútbol. Armando Pérez, presidente de esa Comisión, se negó. Dijo “me entierran si hago esto” porque ya venía complicado. Entonces, el Gobierno quiso hacerlo y no pudo. Ahora con esta derogación del decreto 1212 a los clubes se les complica la economía; encima estamos en una situación económica complicada para todos, es muy complicada para los clubes. Si te aparece un mecenas que te dice “tengo este dinero”, “¿de dónde viene ese dinero”, “no preguntes de dónde viene, preguntá cuánto tiene”… Están en eso. Hay clubes que están desesperados y es más que probable que acepten este tipo de propuestas...
PA - Hay mucha gente que piensa que el fútbol ya es un gran negocio y que no cambiaría mucho…
Ahora existen las SAD, existen encubiertas. Pero son una excepción. Convertir a la excepción en regla a mí me parece que termina siendo un problema porque la regla es que los clubes tienen un vínculo con la comunidad, con la sociedad, que es distinto al de las Sociedades Anónimas. Ese vínculo establece ciertas deudas con la comunidad, incluso porque es una comunidad que los antecede a los clubes: vos te llamás Lanús pero antes estaba Lanús. ¿Ese vínculo lo vas a convertir en una Sociedad Anónima, en un asiento contable? ¿Cuánto vale esa historia de ciento y pico de años que tienen muchos de los clubes? ¿Tiene un precio eso? ¿Quién fija ese precio? Ese escudo, esa camiseta ¿tienen realmente precio? Es un tema. Yo entiendo que el fútbol de alto nivel en casi todo el mundo funciona con empresas detrás, esto claramente es así. Entiendo que el debate llegue aquí, no me parece mal ningún debate. Pero también entiendo que si vos estás ahogando a los clubes ya deja de ser un debate. ¿Cómo se debate en esas condiciones? Y después, si tal club pasa a ser una Sociedad Anónima que se va a dedicar sólo al fútbol ¿compite en igualdad de condiciones con un club, con una Asociación Civil Sin Fines de Lucro, que además de fútbol tiene hasta guarderías para pibes, tiene escuela, socios, patín, ajedrez, arte, que da lugar a esa comunidad? Ahí no hay competencia en igualdad de condiciones, si el otro se va a dedicar solamente al fútbol y no va a tener ningún tipo de tarea social. Además, sabemos la historia que tienen los clubes en nuestro país… Hay balances centenarios de clubes donde dice “están faltando hamacas para los niños”, clubes que jugaban en Primera División. Una Sociedad Anónima ¿va a estar inquieta porque le falten hamacas a los niños?
FR – Como diría Mirtha, tus columnas son muy politizadas (risas) ¿Cuánto hay de intencionalidad para por ejemplo hacer denuncia con este juego entre lo social y lo político, sobre todo ahora en un medio como La Nación? ¿Qué respuesta tenés entre sus lectores? ¿Cómo manejas esa tensión entre lo deportivo y lo político?
La intencionalidad te la puedo confirmar en un 100%. Hay intencionalidad, hay un acto político en todo lo que escribo. Como persona me considero un sujeto político, es imposible escindir. Decir que el deporte y la política no tienen nada que ver es porque o no sabés de deporte, o no sabés de política, o te hacés el gil. Creo algo saber de deportes, creo algo saber más o menos de política también y como no tengo ganas de hacerme el gil, escribo mucho sobre el tema.
Con respecto a La Nación, me llamaron ellos, no es que yo golpee la puerta… Me acuerdo que me invitaron a una charla con Pablo Marchetti en Scholem o Hebraíca, yo a él no lo conocía y cuando me ve ahí me dice “Cuando me enteré que estabas escribiendo en La Nación pensé que no serías el mismo Fernández Moores que yo leía en Página 12 pero cuando te leí confirmé que era el mismo” (risas)… Lo tomé como un elogio.
Muchos lectores de La Nación se enojaban mucho, ahora se enojan menos. Cuando empecé a leer los primeros insultos primero me indignaba pero después decidí que iban a ser mi club de fans (risas)… Era la única forma de bancártelo… Viste que los jugadores argentinos se van a jugar a Finlandia y dicen “la paso bien, ganamos mejor, pero extraño la puteada del fútbol argentino”. Me empezó a pasar con algunas notas en las que si no me puteaban me empezaba a preocupar (risas)… Estaba defraudando al “club de fans”.
Siempre intento ni subestimar ni sobreestimar al lector, la verdad es esa. Yo siento que tanto en Página 12 como en La Nación tengo que hacer lo mismo. La historia primero. Intento siempre respetar mucho al lector, como que la invitación es a pensar juntos. Y no pretendo ser neutral en esa invitación, me es imposible ser neutral, tengo una mirada de las cosas. Cuando uno escribe, vos estás solo escribiendo, es un acto de una arbitrariedad absoluta (inevitable). Estoy muy lejos de esa supuesta neutralidad, de esa “Corea del centro”, esa “objetividad”… Soy un sujeto que escribe para sujetos sobre hechos provocados por sujetos. Esto lo tengo clarísimo, lo que intento en esa arbitrariedad, en esa subjetividad, es la honestidad. Intento primero no forzar: a veces pensás “acá hay petróleo” ¿y si de repente no hay petróleo? No me gusta forzar la historia. Lo otro es intentar ser “abogado del diablo” de mí mismo: me cuestiono mucho a ver si no estoy cometiendo una injusticia. Si estoy criticando a alguien porque se mandó tal macana: ¿qué significa esa macana en la trayectoria de esta persona? Se mando tal macana pero ese tipo hizo esto, esto y esto. Intento esa cosa de honestidad.
FR – En el prólogo del libro se cuenta que le desmoronaste el mito a un público inglés de que los argentinos eran tramposos y que los ingleses eran el “Fair Play”, el juego limpio…
Suelo ir a una conferencia que me invita la gente danesa de Play the Game. Son unos tipos que se preocupan mucho sobre la ética en el deporte, el género, el dóping, la corrupción. Son esos daneses muy políticamente correctos. Yo siempre les digo: “Ya está lo de los vikingos, prescribió, devastaron el mundo pero fue hace más de mil años, ya está. No sientan tanta culpa” (risas)… Pero son gente extraordinaria y esos congresos son extraordinarios en cuanto a la riqueza intelectual de gente que te sirve mucho profesionalmente porque son fuentes importantes. Esa vez me invitaron a Coventry (Reino Unido) y a mí me interesa incomodar donde suelo estar, me parece que tenemos que buscar cómo incomodar, a nosotros mismos, a nuestros anfitriones…
FR – Y si incomodamos a los ingleses tiene un gustito extra…
¡Claro, era incomodar a los ingleses! Entonces decidí buscar 899 “manos de Dios” inglesas, encontrar hasta la torpeza de la “hand of God” inglesa, porque se las veían a ellos… No lograban ser tan buenas como las nuestras (risas)… Yo intentaba decirles “ustedes quisieron hacer lo mismo y no les salió, se las vieron”. Lo más artístico de la estafa universal que hizo Diego Maradona fue que la hizo evidente ante una 70 mil personas que estábamos ese día en el Estadio Azteca, millones de televidentes, y la duda persistía.
FR – La mano que vimos todos y nadie vió…
Exactamente. ¿Cómo llegó, si es petiso Diego? Yo juro que la vi de entrada, tengo un compañero que estaba conmigo como testigo. “Esto fue mano”. El Azteca es un estadio muy alto, yo estaba muy arriba y vertical, en la misma línea. Pero nadie podía asegurarlo. Después me contaron ese relato de Víctor Hugo que duda de entrada y que desde el estudio le dicen “No, fue gol con la cabeza”…
FR – “¡Callate, Vícto Hugo!” (risas)
Es extraordinario lo que hizo Diego, es increíble. Si yo fuera inglés, seguramente estaría indignado… Con los años aceptaría la rendición y diría “me saco el sombrero, este tipo nos estafó muy bien”. Él mismo tal vez tenía tanta conciencia de la estafa que había cometido que no tardó ni 5 minutos en hacer esa extraordinaria obra de arte que fue el segundo gol para que todos nos olvidáramos de lo otro. Hasta ese talento tenía Diego, hasta esa cabeza, no sólo la habilidad…
FR – Andrés Burgo en su libro “El Partido” dice que “el primero fue la perversión y el segundo el clímax”…
Yo creo que el Diego tenía esa cosa de carterista de Fiorito, de cómo sobrevivo acá, y me parece que era su motor… Algunos dicen “era un resentido”. No creo que resentido sea la palabra exacta, había algo de injusticia y para Diego era un alimento poderoso; en lo bueno y en lo malo, a veces terminó perjudicándolo. La injusticia fue un motor de mucho de lo que hizo.
AD – Nos gustó que en tu libro hay varios personajes del deporte que se caracterizan por su compromiso social o por su definición política, por ejemplo Kaepernick en el fútbol americano de la NFL, algunos que tuvieron militancia concreta. De todos esos personajes ¿sobre cuál te gustó más leer y escribir?
Muhammad Alí, sin dudas. Yo lo conocía, pero la profundidad que encontré en Alí se la debo a Ringo Bonavena: con el libro de Ringo me tuve que meter mucho más en el boxeo y mucho más con Alí, porque el momento épico de Bonavena fue Muhammad Alí en diciembre de 1970 en el Madison Square Garden. Era un Muhammad Alí que venía recién rehabilitado después de la condena a prisión por negarse a combatir en Vietnam. Me tuve que meter mucho en esa historia, tanto que lo terminé amando a Muhammad Alí. Ringo podía haber frenado esa vuelta de Muhammad Alí y por suerte no la frenó, porque el mundo se hubiera perdido a ese ícono. Primero, cuando sale campeón mundial en 1965 dice “voy a cambiar mi nombre”. Pero si el nombre ya era una marca, era campeón, pero igual dice “No, Cassius Clay era mi nombre de esclavo, ahora me voy a llamar Muhammad Alí. Además voy a ser musulmán. Negro y musulmán”. Los periodistas lo empiezan a apretar y él dice “¿Saben qué? No voy a ser lo que ustedes quieren que yo sea, voy a ser lo que yo quiera ser”. A mí eso ya me parece para sacarse el sombrero, no tengo más que felicitarlo y seguirlo. Además era un boxeador extraordinario, un tipo que danzaba en el ring. Tenía sus momentos de desborde, hay entrevistas por televisión en las que dice cosas como que “hay que pegarle a la mujer negra que se acueste con un blanco”. ¡Qué fuerte! ¿Estás de acuerdo con eso? ¿Cómo va a decir una cosa así? El tipo estaba desbordado, tenía una cosa de militancia con la causa negra muy poderosa que luego fue civilizando más, porque él tiene una enorme influencia de Malcolm X. Él a su vez es utilizado en la interna de la comunidad negra, todos querían el “pastel” de Muhammad Alí porque era un bocón y un propagandista extraordinario de la causa.
Al tipo lo condenan a prisión, le quitan el título en su mejor momento, perdió los mejores 4 años de su apogeo boxístico. Le prohíben boxear, no se animaron a meterlo preso porque era Muhammad Alí. Entonces él mismo va concientizándose de lo que había hecho. Una poeta llamada Maia Angelou dice “Alí inspiró a millones de nosotros con ese gesto, ese gesto de dignidad nos ayudó a millones de negros en Estados Unidos a sentirnos más dignos”. Esas cosas me parecen conmovedoras. Cuando Vietnam deja de ser un sueño imperial y se convierte en una pesadilla, lo empiezan a rehabilitar judicialmente a Alí y él en lugar de ir hasta la Corte de la Haya a recuperar la corona, la recupera arriba de un ring, como un deportista, cuando nadie daba un mango por él. Venía de una larga inactividad. El tipo se tuvo que ganar la vida haciendo giras por el mundo, hablando, lo ayudaban, y para volver recupera la corona arriba del ring.
Me parece extraordinaria la trayectoria de Alí, aun aceptando su debacle final. Una de su últimas peleas más míticas fue en Kinshasa, en Zaire, contra Foreman: hay un documental premiado con un Oscar sobre esa pelea, “When We were kings” (“Cuando fuimos reyes”, que luego se convierte en un musical), recomiendo que lo vean. Él va a pelear a la Zaire de un dictador, de Mobutu Sese Seko, que era un tipo que oprimía y mataba a los negros. Alí va a pelear y a recibir la guita de Mobutu Sese Seko, ahí ya había una declinación en cuanto a ciertas convicciones que tenía.
Lo tuve muy cerca en los Juegos Olímpicos de Atlanta ´96, yo estaba conmovido. Pero claro, era un Estados Unidos que, si lo había condenado a prisión antes, en ese momento ya lo había rehabilitado, lo adoraban. A tal punto que hay un libro extraordinario que recoge lo mejor de Muhammad Alí y omiten al Muhammad Alí violento, de prédica violenta. Hablé con uno de sus biógrafos y le pregunté por qué lo omitieron. Me respondió algo así como que no era hablar de Muhammad Alí, era hablar de Estados Unidos. Y Estados Unidos no quiere que esa parte se recuerde.
FR - ¿Cómo estás viendo la irrupción de este reclamo de las mujeres en el deporte en general y en el fútbol en particular?
En general es extraordinario el movimiento, me parece maravilloso en su potencia coral. Debe ser de lo más movilizador que hemos tenido socialmente en décadas. A veces discutimos, “bueno pero fulana o mengana se pueden estar yendo de rosca con esto”. Loco, cuando vos te sacás el bozal que te quisieron meter durante tanto tiempo, ¿qué querés? ¿que no griten? Sí, van a gritar y bancate el grito, loco. Me parece que agarrarse de esas cosas puntuales es querer seguir negando lo evidente. Entonces, el deporte es una inevitable consecuencia. El deporte pretende a veces vivir en un submarino y no vive en un submarino, el deporte forma parte de todo. Me parece extraordinario que esto llegue al deporte, en el fútbol que es un mundo muy masculino –con todo lo misógino que tiene inclusive-, y ver que en ese mundo comienzan a aceptarse otras cuestiones… A veces por políticamente correcto, a veces porque hay gente que mucho más piola… Ningún mundo es blanco o negro, siempre aprendí de un fotógrafo brasileño que es Sebastiao Salgado que hace todo en blanco y negro y a veces le preguntaban por qué y él respondía “mi gris tiene muchos matices”; a mí me gustan ese tipo de grises que van recorriendo. El fútbol tiene que ir recorriéndolos.
La profesionalización esta impuesta puede tener que ver con algo políticamente correcto impuesto desde FIFA, pero bueno, bienvenido. Después tal vez van a establecerlo por convicción. Hay tantas cosas que se hacen por corrección política y que después inevitablemente tienen algún componente de convicción también, y algunos que lo impulsan tienen algo de eso también. Y si no, se van educando, nos vamos educando todos. Tengo un buen amigo que es profe y dirige a pibas en escuelitas de fútbol y me cuenta anécdotas geniales. Decía “Ahora, marca hombre a hombre”, “último hombre” (risas), y las pibas lo miraban como diciendo “Flaco, ¿cuándo te vas a dar cuenta? Ubicate”. Él mismo me dice que es extraordinario eso.