En medio de multitudinarias movilizaciones que comenzaron en diciembre pasado, pero que se intensificaron esta última semana, el Ejército de Sudán dio este jueves un golpe al presidente Omar Al Bashir, tras 30 años en el cargo.
Los militares anunciaron que se quedaran en el poder durante dos años, generando el rechazo de la oposición política y parte de los manifestantes que anunciaron nuevas movilizaciones.
Las manifestaciones comenzaron en diciembre pasado en rechazo al aumento de los productos básicos por el fin de los subsidios a la harina y los combustibles, un ajuste exigido por el FMI; pero también repudiando la modificación de la Constitución que permitía a al-Bashir, presidente desde 1989, presentarse para un nuevo mandato a partir de 2020.
En un país donde 20 millones de habitantes viven bajo la linea de pobreza, y donde la inflación había llegado al 70% en 2018 después de varios años de alineamiento a los planes del FMI, el disparador de la carestía de la vida llegó a hacer cuestionar a sectores amplios de la población al régimen sudanes de conjunto.
En las calles de Sudán, como en las últimas semanas también en las de Argelia, se volvió a escuchar el grito de Ash-shaʻb yurīd isqāṭ an-niẓām (El pueblo quiere la caída del régimen). Es un grito sintomático que tiende un puente con la primavera árabe de 2011 que tiró a las autocracias de Ben Ali en Túnez y Hosni Mubarak en Egipto, y se extendió por toda la región.
Es ante este escenario que el Ejército intervino directamente para evitar una radicalización mayor, y tirar ellos mismos a al-Bashir para intentar frenar las protestas.
Las movilizaciones y el golpe
Las movilizaciones partieron de Atbara en diciembre, centro histórico de la construcción de ferrocarriles y bastión del sindicalismo obrero sudanés, y llegaron a partir de enero a Karthoum, la capital del país. Movilizaron a capas amplias de la población, con un sector de mujeres a la vanguardia de la pelea contra el gobierno. Diferentes sindicatos y organizaciones de profesionales como la SPA (organización que coordinó la mayoría de las protestas en la capital del país) llamaron abiertamente a la caída del Gobierno.
Tras mas de 4 meses de movilización, el Gobierno reconoció la muerte de mas de 50 personas en medio de las brutales represiones y apagones informáticos, para evitar que se difundan las denuncias.
El Ejército decidió en la noche del miércoles intervenir para deponer a al-Bashir, así como a varios líderes políticos y militares, que fueron arrestados. Es el caso del extitular de Defensa y, hoy en día, gobernador del estado de Jartuum, Abdel Rahim Mohammed Hussein y mas de 100 allegados del gobierno.
Awad Mohammed Ibn Ouf , jefe del Ejército y primer vice presidente apareció en la televisión publica sudanesa en traje militar para anunciar el golpe y pronunciar la puesta en pie de una junta militar para los dos próximos años. Anunció el cierre de las fronteras, de la zona aeroportuaria, así como un estado de emergencia permanente y la suspensión de la constitución para prometer “elecciones libres y justas” dentro de los dos próximos años.
Ante del anuncio, miles de sudaneses marcharon en todo el país y sobre todo en Karthoum para festejar la destitución de al-Bashir. Sin embargo, según varias fuentes locales, muchos manifestantes denuncian la maniobra del Ejército.
La oposición emitió un comunicado manifestando su desacuerdo con las medidas tomadas. La coalición de la oposición formada por partidos políticos (que expresan a un sector de la burguesía contrario a al-Bashir pero no a los acuerdos con el FMI), y organizaciones de profesionales y sindicatos, dicen rechazar un nuevo “pustch militar” y piden que el poder pase a manos de un gobierno civil formado sobre la base de una “Declaración de Libertad y Cambio”.
Frente a la sede militar se organizó una manifestación para esperar los anuncios de parte del Ejército, que tomó el control de la radio y de la cadena de televisión publica para anunciar un toque de queda nocturno para todo el mes.
El objetivo del Ejército es intentar frenar las movilizaciones, dando a cambio la cabeza de al-Bashir y liberando a algunos presos políticos, pero también lanzando una amenaza represiva contra los sectores que mantengan la protesta, por medio del estado de emergencia y el toque de queda.
Ante la posibilidad de que el escenario de movilizaciones se salga de control y empalme con las protestas argelinas o, peor aún, con el desmembramiento que vive Libia, es que EE.UU., Reino Unido y Noruega ya emitieron un comunicado en el cual llaman a una transición del poder "pacifica y controlada": "El no hacerlo conlleva el riesgo de causar mayor inestabilidad. El liderazgo sudanés tiene la seria responsabilidad de evitar tal resultado", dice el documento.
El país viene jugando un rol particularmente importante en la defensa de los intereses de Estados Unidos y de los imperialismos europeos en la región, a través de su rol de tapón de las migraciones hacia Europa y de la presencia de diferentes bases militares de países imperialistas presentes en su territorio, incluso en la frontera con Egipto.
El Ejército sudanés se ha venido ubicando como un "aliado" de los manifestantes hasta ahora para poder asegurarse un control de la situación. Pero las medidas reaccionarias que ya planteó al llegar al poder muestran que su objetivo es antes que nada el de permitir una transición del viejo régimen y frenar las movilizaciones actuales que venían en una dinámica de custionamiento ya no solo al Gobierno de al-Bashir sino al conjunto del régimen reaccionario del país, lo que por supuesto también incluye al propio Ejército. |