“No nos queda otro camino: plan de lucha y paro general”. Uno podría entusiasmarse con la consigna que encabeza el documento aprobado por el Plenario de Regionales de la CGT. Allí estaban las seccionales que responden al Frente Sindical para un Modelo Nacional (FSMN). El sindicalismo peronista está tan fragmentado como sus políticos, y los que ayer se llamaban “traidores” también se abrazan en la misma mesa.
Pero detengámonos sobre qué quieren decir realmente esas 10 palabras.
El paro general del 30 de abril tiene el crédito a favor de que será una medida de fuerza de un importante sector del movimiento obrero, que puede convertirse en una expresión de bronca de cientos de miles de agraviados por los despidos y el hambre. Tiene límites: que una importante parte de la CGT, incluidos la mayoría de los gremios del transporte, no adhiere a la medida o para ridículamente el 1° de Mayo; que no será activo, o sea con piquetes y movilizaciones para garantizar la mayor contundencia posible y la adhesión de trabajadores de otros gremios; que tampoco tiene continuidad, si hablamos de siguientes medidas de fuerza; que llega tarde, anunciado 200 días después del último paro: en cada uno de esos días la clase trabajadora recibió golpes. Pero Moyano sabe que ante tanto malestar social y tanto odio a la CGT, más vale mostrarse “combativo” para que la bronca no se empiece a expresar por fuera de los sindicatos.
Porque el objetivo es, justamente, que el plan de lucha no sea en las calles. O sea que no sea "de lucha". En el plenario Sergio Palazzo dijo que “estos tres años hemos resistido, ahora tenemos que pasar a la ofensiva y esa ofensiva es política”. Más tarde diría que la clave es “que termine el 10 de diciembre consagrando a un gobierno nacional y popular que saque a la derecha del poder, que no puede ser solo del peronismo sino que hay que incorporar a otras fuerzas populares”.
Ricardo Pignanelli criticaría duro al presidente que supo abrazar cuando parecía que el SMATA y las multinacionales iban a vivir otro boom automotriz. Fue quizás el más duro, reivindicando la tradición peronista del “movimiento obrero organizado”. Más brutal al cerrar, dijo que “los trabajadores podrán hacer lo que quieran, pero lo que tienen que tener claro es por quién tienen que meter el voto en la urna”.
Hugo Moyano elegiría pegar sobre el Consejo Directivo de la CGT por su pasividad ante la crisis. Y más que certezas sobre qué sería un “plan de lucha”, remarcó “que tenemos la obligación y responsabilidad de hacer todo el esfuerzo necesario para que a partir de octubre ’este señor’ se vaya a su casa”.
Ninguno de los discursos repitió el pomposo título del documento “votado”. Porque, en realidad, el paro general es parte del “plan de lucha” para que el peronismo vuelva a gobernar con apoyo de las cúpulas sindicales.
Y entonces: ¿cuál es el único camino que les queda? En los discursos y el documento plantearon el llamado a “constituir un Frente Nacional y Patriótico, a todas las formaciones partidarias que se denominan de oposición, alrededor de un programa de compromisos concretos”. El programa votado en el SMATA incluye algunas reivindicaciones obreras como paritarias libres, el rechazo a la reforma laboral y al acuerdo con el FMI, con otras patronales como la protección de la industria nacional y las “economías regionales”.
Además retoma los slogans del kirchnerismo en los actos de la 9 de Julio (“La Patria está en peligro”) y pide que “el movimiento de trabajadores no quede excluido, en nombre de ´la política´, de las grandes decisiones nacionales”.
Así dejan claro su proyecto político 2019. Un frente electoral anti-Macri, como parte del peronismo y donde las cúpulas sindicales tengan su espacio, con un programa que liga las reivindicaciones obreras a las patronales
Más que el lanzamiento de un plan de lucha, el plenario del SMATA tuvo un claro contenido político. Por un lado, que un ala del sindicalismo peronista se empiece a desmarcar preventivamente de la odiada CGT para contener cualquier proceso de descontento que arruine el cronograma hacia octubre. Por otro, empezar la campaña electoral dentro del movimiento obrero, aunque la crisis del peronismo “político” le impida definir qué fórmula apoyará.
Hugo Yasky, Pablo Micheli y Roberto Baradel, por ser de la CTA, no participaron del plenario y no pudieron votar el documento. Pero aplaudieron con tanto entusiasmo que parecía que lo habían escrito ellos.
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