Cuando Jaime Durán Barba y Marcos Peña se propusieron llevar a Macri a la presidencia, lo primero que hicieron fue enfocarse en intentar un “milagro”.
Lo que necesitaban, si de verdad querían que la nueva derecha ganara las elecciones, era que un empresario perteneciente a una de las familias más poderosas de la Argentina pareciera sensible ante los problemas de las grandes mayorías.
Fue entonces cuando nacieron algunas de las tácticas de marketing que hoy son marca registrada del PRO: las charlas de Macri tomando mate con “vecinos”, los timbreos, las consignas como “pobreza cero”.
Pero hoy, parafraseando al viejo Marx, la historia se repite como farsa. Lo que antes funcionó para ganar votos con falsas promesas de un futuro mejor, ahora se ha vuelto patético en tiempos de crisis.
Fue así como este miércoles, anunciando nuevas medidas económicas, Macri solamente logró hacer un papelón que afectó aún más a su decaída autoridad. Tras generar grandes expectativas, apareció mucho más tarde de lo previsto y en una muy poco creíble escena montada artificialmente en la casa de una “vecina”.
Tan lamentable fue el espectáculo, que ni siquiera los medios de comunicación de derecha se privaron de resaltar lo ridículo que resultó. Los memes, en las redes sociales, hicieron el resto.
De fondo: el fracaso de un Gobierno
Cuando un aparato de marketing tan aceitado como el del PRO falla hasta el papelón, hay que buscar las razones en algo profundo. No fue solo un montaje poco afortunado.
El trasfondo de la cuestión muestra a un Gobierno que fracasó de forma rotunda, pero aún en esas condiciones busca la reelección, sin que esté descartado que la logre. De la combinación de esos factores pueden surgir fenómenos aberrantes.
Todas las semanas se conocen datos que dan cuenta de la magnitud de la crisis. Particularmente, los de este martes fueron lapidarios. La inflación de marzo dio un altísimo 4,7 % y el consumo tuvo una baja del 8,7 %, la mayor caída mensual desde 2002. Por su parte, la pobreza y la desocupación, ya se sabía de antes, vienen aumentando.
A pocos meses de las elecciones, el macrismo no tiene ningún logro para mostrar, ni tampoco tiene margen para seguir prometiendo mejoras en algún “segundo semestre”. En este marco, no solo ha concentrado un enorme rechazo a su gestión, sino que además su propia base (aunque lo vote), está desilusionada y con pocas expectativas para el futuro.
Así las cosas, el Gobierno juega un partido en tiempo de descuento, tratando únicamente de que la situación no siga empeorando demasiado y poder aguantar hasta un hipotético balotaje contra Cristina Kirchner en el cual se jugarían a todo o nada para ganar con votos de rechazo a la ex presidenta.
El plan, como se sabe, puede fallar. Los dólares del FMI, los del campo, y las modestas medidas de tinte “kirchnerista” anunciadas para intentar paliar la inflación parecen los último cartuchos que les quedan para tirar.
El kirchnerismo: de la “resistencia con aguante” al “silencio que ganamos”
Del otro lado de la grieta, Cristina Kirchner opta por un silencio táctico de especulación electoral, apostando a que Macri termine de hundirse solo. Los tiempos y necesidades de la ex presidenta son muy distintos que los de las grandes mayorías que sufren hoy las brutales consecuencias de los planes del FMI.
De aquella “resistencia con aguante” que el kirchnerismo había prometido cuando comenzó el Gobierno de Macri, apenas si queda el recuerdo. Hace rato que le piden al pueblo trabajador que “aguante” hasta las elecciones. Mientras tanto siguen los despidos, sigue la inflación.
No solo no hubo resistencia de su parte, sino que además buscan volver al Gobierno con muchos de los gobernadores, diputados, senadores y burócratas sindicales que ayudan a Macri a gobernar para los ricos.
Pero lo más grave pasa por otro lado: si ganan, ya dijeron que no romperán con el FMI. Es decir que todas sus promesas de campaña son mentira. Porque el Fondo solo accederá a renegociar la deuda a cambio de más ajuste fiscal, reforma laboral y previsional.
Lo mismo cabe decir del hoy algo desdibujado “peronismo federal”, que por el momento no logra articular una candidatura competitiva.
No hay que caer otra vez en falsas promesas de campaña que solo nos llevan al desastre: los trabajadores, las mujeres y la juventud tenemos que tomar el destino en nuestras manos para derrotar al FMI, Macri y los gobernadores.
Es otoño, pero el clima está que arde: paro general activo y plan de lucha
Mientras la CGT deja pasar todo a cambio de los millones que les dio el Gobierno para las obras sociales, y los gremios del transporte nucleados en la CATT nos toman el pelo llamando a un paro para el feriado del 1 de mayo, el moyanismo y sus aliados convocan a un paro parcial para el 30 de abril para descomprimir un poco la bronca y llevar agua al molino del peronismo.
No nos cansaremos de insistir en el hecho de que si a pesar del gran descontento social existente los planes de ajuste siguen adelante, es por el rol de las burocracias que dirigen las centrales sindicales y los gremios.
Aún así, pesar de los límites de la medida del 30, desde el sindicalismo combativo y la izquierda planteamos tomar la medida en nuestras manos para expresar la bronca de la clase trabajadora. Pero exigiendo asambleas para que el paro sea contundente, y dejando bien en claro que con eso solo no alcanza: luchamos por imponerle a la burocracia sindical un paro general activo de 36 horas y un plan de lucha en el camino de la huelga general para derrotar los planes del FMI.
Al calor de cada una de estas luchas y debates, el PTS-Frente de Izquierda pelea por el problema de fondo: construir una alternativa política de los trabajadores con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas. Porque lo peor aún está por venir y hay que evitar otro saqueo contra las grandes mayorías, como pasó en el 2001. Que esta vez la historia sea distinta.
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