En la Facultad de Filosofía y Letras, el movimiento estudiantil comenzó por ahí de febrero. Por aquel entonces existía el Frente de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras (FEFFyL), que agrupaba a los colectivos estudiantiles y corrientes de activistas con presencia en la facultad que eran disidencia del CEU histórico, corriente que tenía la titularidad de la Consejera Universitaria y de la mayoría de los Consejeros Técnicos alumnos.
El FEFFyL instaló una mesa de información sobre la iniciativa del Reglamento General de Pagos (RGP) en el aeropuerto de la facultad y ahí se dialogaba con el resto de la comunidad y se coordinaba el saloneo todos los días.
Este mismo frente de estudiantes sostuvo, el 11 de marzo, el primer paro previo a la huelga y promovió la protesta de la facultad durante la sesión del Consejo Universitario del 15 de marzo, cuando se aprobó el RGP.
Esa mañana estuvimos frente al Instituto de Cardiología y marchamos a Ciudad Universitaria con la consigna de “huelga, huelga”. Después vino el segundo paro, pero para entonces ya no era solo el FEFFyL, éramos muchos más: estudiantes sin organización previa.
En esa jornada se llevaron a cabo foros temáticos frente a la puerta principal, frente al auditorio Che Guevara y en el ágora de la Facultad; la participación fue numerosa y entusiasta de estudiantes de las 13 licenciaturas que se imparten en la facultad.
Ese paro, como la huelga misma, se decidió en un ejercicio de democracia directa por una mayoría de la base estudiantil, muy a pesar de los consejeros y su corriente (el CEU histórico).
En la asamblea previa al segundo paro, la consejera intentaba convencernos de realizar un “paro activo, con carteles y brigadeo intensivo” y sostenía que la respaldaban más de 600 votos. La respuesta que obtuvo fue que el movimiento estudiantil había desconocido a los órganos colegiados y que llevábamos más de un mes en “paro activo”: tocaba hacer un paro que fuera una medida de fuerza para las autoridades, y eso hicimos pero no resultó suficiente.
Durante Semana Santa, trasladamos la mesa de información del aeropuerto de la facultad al Zócalo. Ahí nos mantuvimos, en pleno corazón de la Ciudad de México, informando a los transeúntes de lo que estaba sucediendo en la UNAM.
Una vez que la Asamblea Universitaria decidió el 20 de abril como fecha tentativa para el estallido de la huelga, la asamblea de la facultad estableció que nuestra participación se definiría mediante votación universal salón por salón. Entonces, nos organizamos por licenciaturas y recorrimos los grupos académicos de nuestras respectivas carreras.
Entrábamos un grupito de estudiantes a cada salón y tras una explicación hacia nuestros propios compañeros de clases, generalmente se armaba la discusión, y finalmente procedíamos a la votación a mano alzada. En cada salón se levantó un acta con el número de votos a favor y en contra de la huelga, firmada por un alumno voluntario y el profesor que en ese momento se encontraba frente al grupo.
Fueron contados los casos en que el profesor se negó a participar como garante de la votación. Para el 19 de abril en la tarde, la asamblea de la facultad contaba con decenas de actas que en su inmensa mayoría decían “sí a la huelga”, como el texto de la emblemática manta que se desplegó de la azotea de la facultad el 20 en la mañana, mientras las autoridades realizaban su mitin contra la huelga.
Esa manta había sido pagada por las autoridades (seguramente con la intención de desplegarla desde ahí por su visibilidad desde cualquier punto de Las Islas) y un grupo de compañeros la encontró durante un rondín por las instalaciones la noche del 19.
Era una manta gigante que decía “no a la huelga”, pero durante la noche muchas manos participaron en su edición y a la mañana siguiente fue capturada por los fotógrafos que cubrían la nota como fondo de la ridícula protesta antihuelga.
La tarde del 19 de abril se tomaron las instalaciones: no estuve presente, pues me encontraba a unos cuantos metros, en el Auditorio Che Guevara, en la sesión de la Asamblea General Universitaria en que se constituyó el Consejo General de Huelga. Tuve el honor de ser una de las cinco representantes de mi facultad en esa histórica sesión, así que la emoción era inmensa.
Cerca de las 00:00 horas del 20, esa noche de lunes a martes, un contingente de la facultad nos desplazamos a la explanada de Rectoría para la ceremonia de izamiento de la bandera rojinegra, íbamos encabezados por dos personajes que serían visibles en todas las manifestaciones del CGH, los enmascarados íconos de la huelga en nuestra facultad: Súper Huelga y Súper Filos.
Empezábamos una lucha con el entusiasmo y la convicción de que ganaríamos la gratuidad de la educación superior. Veinte años después, recordamos con orgullo esa experiencia y se la transmitimos a las nuevas generaciones, que son nuestros alumnos, nuestros hijos y la juventud entera. Nuestro legado es la experiencia y los logros que esa lucha nos dejó. Ahora es suyo: ¡Defiéndanlo!
Sonia, Comité de Huelga de Filosofía y Letras. |