En un tuit con un caballero medieval con la espada desenfundada, con el logo de Vox y la bandera rojigualda a la espalda, el engendro ultraderechista liderado por Santiago Abascal puso decenas de símbolos de colectivos, movimientos e incluso medios de comunicación.
Un revoltijo que mezcla desde antifascistas y comunistas, feministas y gais, anarquistas e independentistas, con medios de prensa del establishment como El País, La Sexta o la Cadena Ser, en una típica operación mediática que recuerda a las campañas de Trump, el ‘Tea Party’ norteamericano y otros populismos de derecha y extrema derecha.
Es la metáfora final de una campaña en la que la ultraderecha echó mano de caballos, armaduras medievales y banderas españolas a más no poder.
El engendro liderado por Abascal ha puesto fin a la “excepcionalidad” española en el concierto europeo de no tener un partido de la extrema derecha con cierta fuerza en el sistema de partidos. Al menos formalmente, porque Vox es hijo del Régimen y del PP, que durante décadas contuvo en sus filas a un fuerte núcleo de extrema derecha al cual le garantizó el acceso al Gobierno del Estado, los gobiernos autonómicos y municipales. Con la crisis capitalista y el declive del PP, esta integración derivó en ruptura.
Como decíamos en una declaración de la CRT publicada después de las elecciones andaluzas, “Vox representa el punto final del sueño de Fraga, una ‘alianza’ (anti)popular que unificara a todas las derechas y que ciertamente logró hacerlo durante varias décadas. Si hasta no hace mucho había quienes seguían repitiendo que el PP contenía desde los liberales, al Opus Dei y los neonazis, esa situación ha terminado. La propia crisis del Régimen del 78 y el descrédito de sus principales partidos (PP y PSOE) por la corrupción y sus medidas antipopulares, ha alumbrado un nuevo monstruo. Un fenómeno que lejos de ser doméstico, entronca con la dinámica internacional: Abascal tiene la ambición de sumarse al coro de los Trump, Le Pen, Salvini, Orban y Bolsonaro.”
La emergencia de Vox es la expresión “sin complejos” de una salida de extrema derecha a la crisis orgánica del régimen español. Una perspectiva incentivada, no lo olvidemos, por el “a por ellos” contra Catalunya, las leyes mordaza y la defensa a rajatabla del Régimen monárquico, que ha sido un programa común tanto del PP, como del PSOE y Ciudadanos.
El “malmenorismo” frente al crecimiento de la extrema derecha, es decir, catalizar todo el malestar social en apoyo parlamentario al PSOE y Unidas Podemos, para optar por el “mal menor” de un gobierno que en los últimos 10 meses mantuvo las reformas laborales, la precariedad laboral y gobierna para el IBEX35 y la banca, sólo puede llevar a nuevas frustraciones mientras la extrema derecha seguirá creciendo.
A la extrema derecha y su programa reaccionario y antiderechos solo la puede parar la lucha de clases. Por ello hace falta una alternativa de lucha para la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, que defienda un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.
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