Un 14 de enero de 1992 se puso en marcha el IBEX 35, como principal índice de referencia bursátil de la economía española, donde cotizarían las principales firmas del Estado. En otras palabras, un termómetro para conocer la salud financiera del gran capital en tiempo real.
Históricamente, desde la creación de este índice, la reacción de los inversores el día después de una noche de recuento electoral, y en especial si el resultado del mismo se le antoja sorpresivo, se caracteriza por las ventas. Es decir, una tendencia a la caída del valor de los activos que allí cotizan. En realidad, este comportamiento no es exclusivo de la Bolsa española, sino que tienden a repetirse como un patrón entre los principales selectivos en el mundo. Los organismos vivos reaccionan ante períodos agudos de stress.
Echando la vista atrás, la media de las caídas en anteriores citas electorales venía alcanzando el 2,5%. Cabe destacar el bajón que sufrió el IBEX 35 tras la victoria de José María Aznar en las elecciones de marzo de 1996. Un día después de la consulta, el selectivo se dejó un 5,26%.
No fue este el caso del día después del 28A. Contra la tendencia, la victoria electoral de Pedro Sánchez cerró el IBEX con una subida del 0,12%, suficiente para mantenerse en los 9.500 puntos. La misma tranquilidad que se ha vivido en la Bolsa ha tenido su traducción en el mercado de deuda.
Los acreedores optaron refugiarse en la deuda española. Esto significó que la rentabilidad del bono a diez años bajara del 1,024% que registró el viernes, al 1,012%, unos niveles próximos a los mínimos de 2016. También ha bajado la prima de riesgo. Exactamente, el diferencial entre la deuda española y la alemana, que le sirve de base de cálculo, se ha reducido en cuatro puntos básicos, hasta los 101.
Pero, ¿a qué se debe el entusiasmo de los mercados?, ¿No acaba de ganar las elecciones un gobierno de “izquierdas” con una auto-proclamada “agenda social”?
Con quién se posiciona la burguesía y con quién lo hacemos nosotros
El responsable de política económica del PSOE, Manuel de la Rocha, contribuía a arrojar luz sobre este enigma, cuando hoy mismo expresaba cuáles serán los ejes del mandato de Sánchez: "La consolidación fiscal, la estabilidad macro-económica, la reducción de las desigualdades y ejecutar políticas muy pro-europeas serán las prioridades del próximo Gobierno". O sea, seguir la senda de reducción de déficit, de la única manera en que puede hacerse: continuando la agenda de recortes y ataques al gasto social. En definitiva, nada que no conozcamos bien en el Estado español, independientemente de quien se aloje en la Moncloa.
Pedro Sánchez tiene ahora dos opciones de formar Gobierno. La más sencilla (y la preferida por la burguesía, tanto estatal como europea) sería la de pactar con Ciudadanos, sumando 180 escaños y blindando la estabilidad política por todo un período, con permiso del movimiento de masas.
La segunda opción pasa por sumar los escaños de PSOE y Unidas podemos que, junto al sostén directo o indirecto del independentismo, mediante un apoyo o absteniéndose en una hipotética segunda vuelta, daría el gobierno a Sánchez.
Tampoco esta variante parece preocupar mucho a las grandes corporaciones. Así, la firma de calificación crediticia DBRS espera que, "aunque el aumento de la incertidumbre política podría afectar a la confianza de los consumidores y de los inversores, la economía española ha capeado con éxito los momentos de incertidumbre política en el pasado reciente", en referencia a la hipótesis de que surja un gobierno integrado, o sostenido desde fuera, por Unidas Podemos.
Se puede pensar muchas cosas de los estrategas del gran capital, pero desde luego que la ingenuidad no es uno de sus defectos. La experiencia de estos años ha contribuido a esclarecer totalmente el auténtico carácter de la formación morada, que en su momento decía venir a “asaltar los cielos”, a saber: desde los llamados “ayuntamientos del Cambio”, hasta al Pablo Iglesias vestido de ministro sin cartera del PSOE, la integración de Unidas Podemos en el Régimen del 78 es un hecho indiscutible.
Por una izquierda de combate, es la hora de la organización y la lucha
Desde las páginas de Izquierda Diario venimos explicando que en estas elecciones no había una opción a favor de los intereses de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, y que la lucha por las demandas democráticas contra este Régimen que se vienen expresando desde 2011, quedaban totalmente fuera de la agenda de la izquierda “oficial”. Entre elegir al llamado “mal menor”, apostamos por patear el tablero desde una posición de independencia de clase. Porque no estamos dispuestos a aceptar ningún ataque más, venga éste de donde venga.
Como explicábamos en nuestra edición de ayer: “Estamos posiblemente a las puertas de un nuevo gobierno del PSOE que mantendrá el statu quo y la represión y a todo aquel que lo cuestione, empezando por el movimiento democrático catalán, con un programa social-liberal que, en caso de confirmarse los aires de recesión que ya soplan en la UE, volverá a aplicar ajustes y contrarreformas como hiciera Zapatero. Todo con el apoyo de Unidas Podemos a este gobierno y con una derecha y extrema derecha a la ofensiva que querrán seguir ganando terreno no solo en las urnas sino también en la calle”.
Para enfrentar el escenario que viene, urge construir una izquierda independiente de todo gobierno “progresista” y los partidos que decidan sostenerlo, que pelee por un programa abiertamente anticapitalista y de clase, que ponga en el centro desarrollar la movilización y autoorganización obrera y popular. |