Rafael y Eduardo eran jóvenes provenientes de un barrio poblacional de alta composición obrera: la Villa Francia. Su padre, Manuel Vergara, había sido obrero de Cobres Cerrillos, empresa donde conoció a Luisa Toledo, madre de estos. En un escenario de represión del régimen militar y una crisis económica brutal que dejó a un 35% de la fuerza de trabajo en el desempleo , miles de jóvenes chilenos, pobres e hijos de obreros despedidos, comenzaron a organizarse para enfrentar la dictadura de Pinochet. Una de las organizaciones políticas que atrajo la sensibilidad de la juventud combativa y revolucionaria fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). A este partido ingresaron Eduardo, Rafael, Pablo y Anita. Todos hermanos.
En 1985 Eduardo tenía 20 años. Había sido dirigente estudiantil en la Universidad Metropolitana de las Ciencias de la Educación (UMCE), más conocido como el Pedagógico. Estudiante de Historia y Geografía, forma parte de la Unión de Estudiantes Democráticos (UNED). En 1983 fue expulsado de la Universidad junto a su compañera estudiante de Filosofía, Sara. La causa fue colocar “la bandera del campus a media asta en memoria de los trabajadores muertos el día anterior en una protesta nacional”.
El día de la tragedia Rafael tenía 18 años. Había sido expulsado por “agitador” del Liceo de Aplicación cuando cursaba el tercer año de enseñanza media. De allí en adelante tomó la decisión de vivir en la clandestinidad y realizar entrenamiento paramilitar para enfrentar a la dictadura.
Al anochecer del 29 de marzo de 1985, Eduardo y Rafael, junto a 4 militantes más del MIR se dirigieron a una panadería en Av. Las Rejas con Av. 5 de abril con el objetivo de extraer fondos para financiar la lucha contra el gobierno militar. En el camino hacia la panadería fueron interceptados por la patrulla del subteniente Ambler. Los hermanos Vergara Toledo arrancaron y fueron alcanzados en un callejón de la Villa Robert Kennedy, lugar en el que fueron asesinados. Los jóvenes estudiantes no realizaron ningún disparo. Fueron asesinados cobardemente.
Desde ese momento, la tragedia de los hermanos Vergara se convirtió en un ícono de lucha de la juventud combativa contra el Estado opresor chileno. Es recurrente que cada 29 de marzo en las universidades con mayor tradición de la izquierda política, y en algunas poblaciones (incluida la Villa Francia), se conmemore la lucha de los Vergara Toledo mediante la realización de barricadas y enfrentamientos con la policía. Sin embargo, la lección política de la experiencia histórica de estos hermanos (incluyendo a Pablo que murió en 1988, según señalan las fuentes, manipulando una bomba) no debe limitarse a la salida de un grupo reducido de encapuchados cada 29 de marzo en ciertos puntos de la capital.
Los hermanos Vergara nos enseñaron que la juventud chilena que demuestra su rabia contra el sistema económico y político imperante colocando barricadas y cortando las calles, debe dotar de expresión estratégica a sus acciones. De lo contrario, sus actos de furia no lograrán superar el margen de los “golpes de efecto”. Eduardo y Rafael tomaron la valiente decisión de entrar a militar al MIR, a una organización política. Aunque estemos en desacuerdo con la estrategia política mirista, no podemos negar la tremenda sensibilidad y voluntad de los hermanos Vergara de entregar su vida a un proyecto político que consideraron el correcto para enfrentar al régimen responsable a la sazón de la miseria de millones de chilenos.
Por otro lado, el 29 de marzo se ha transformado en el símbolo de partidos y agrupaciones políticas depositarias de la tradición mirista: la actual izquierda populista. Muchas de estas organizaciones impulsan los cortes de calle y la instalación de barricadas en algunas universidades y poblaciones. El problema de estas acciones es que ocurren separadas de la acción del conjunto de la población obrera y popular, que cada año observa expectante las acciones de estos grupos.
La acción política de estos grupos al margen de la decisión democrática de las masas de llevar acciones en conjunto, solamente contribuye a desarrollar una concepción sustitucionista de partido, donde es este y no las masas las que concretizan las acciones conmemorativas. Es cuestión de ver en las universidades cuántos son las personas que hoy en día salen a conmemorar el 29 de marzo, solamente unas decenas. Mientras centenas de estudiantes, académicos y funcionarios observan como espectadores el enfrentamiento entre el grupo reducido de encapuchados y la policía. Un partido o grupo revolucionario está para dirigir la acción de las masas, no para sustituirla.
Creemos que la mejor forma de conmemorar la muerte de los hermanos Vergara, así como de tantos otros jóvenes combatientes (Alex Lemún, Matías Catrileo y el obrero forestal Rodrigo Cisternas) es construyendo una juventud combativa y revolucionaria que se organice masivamente para luchar por sus derechos, en cada lugar de estudio, población y trabajo. |