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16 de septiembre de 2014 Twitter Faceboock

Cuando la historia no se sale del guión
Fernando Castellá | @CastelaFernando

En su emotivo relato “Me van a tener que disculpar”, Eduardo Sacheri arriesga que lo que distingue a los deportistas/artistas de los deportistas corrientes -incluidos los de élite-, es el carácter subversivo de los primeros: con el concurso de su voluntad, mediante su exclusiva intervención, ocurre lo contrario de lo que la historia y la lógica tenían pautado que ocurriera. Ni más, ni menos. Ahí están colgados del firmamento deportivo, aún, en el momento exacto en que se salieron del guión, todos y cada uno de los mitos deportivos populares.

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Marcos Maidana (35-5-0), el fantástico noqueador santafesino, no pudo con el guión esta vez, el verdadero rival de turno. El sábado último se enfrentó con el invicto y quíntuple campeón Floyd Mayweather Jr. (47-0-0), en la revancha del combate que habían protagonizado en mayo, y que tan buen rédito comercial y deportivo había dejado a ambos, pero sobre todo al argentino. Aunque perdiera la primera pelea en fallo dividido, no obstante se había ganado con claridad la revancha, a fuerza de golpes y de haber sido el primero en la historia en complicar seriamente al estilista norteamericano.

La revancha mantuvo, en casi todos los registros, la misma tónica que la primera pelea. Maidana pasó la noche tratando de achicar distancias con su jab corto pero trabajado por el entrenador Robert García, yendo para adelante, persiguiendo una presa y lanzando una enorme cantidad de golpes, no siempre eficaces. Mayweather se mantuvo haciendo lo que sabe hacer, sobre todo en éste, el ocaso de su carrera: esquivar golpes, jugar con las piernas, contragolpear con sus brazos infinitos y desgastar psicológicamente a su rival por esa vía, a sabiendas de que sin mediar su propio nocaut, la pelea sería suya. Las tarjetas dieron unánimemente vencedor al norteamericano, aunque no por gran ventaja (116-111, 116-111 y 115-112).

Qué, o quién, faltó

Maidana, de condición física excelente, salió a buscar la pelea de su vida con menos peso que en el combate anterior. Este hecho, premeditado, colaboró en que desplegara una estrategia de pelea distinta, para nada conservadora: buscó mantener la misma intensidad durante los 12 rounds, no apelar al “golpe salvador” -el viejo karma de los grandes noqueadores-, buscando no desordenarse y llevar el ritmo de la pelea. La opción, aunque no le dio el triunfo, fue inteligente: lo absurdo hubiese sido intentar repetir la estrategia del debut, pero esperando resultados distintos en esta oportunidad.

Mayweather Jr. es un pugilista excepcional pero frágil, y cuenta 37 años. Quedó más que claro que no tributa en la misma plaza boxística que los Alí, Tyson, Leonard o Duran. Nuevamente se retiró silbado del ring. Su tabique y su boca daban cuenta de que el combate no le resultó sencillo -hay una golpe de Maidana sobre la campana del tercer asalto que lo lastima seriamente-. En la conferencia de prensa posterior, el multimillonario y arrogante boxeador se presentó con la capucha puesta, anteojos negros y pidiendo disculpas por “no poder hablar”, por haberse “quedado sin voz”. Maidana, por su parte, volvió a exhibir un rostro impoluto, como si no hubiese peleado con el autoproclamado “mejor de todos los tiempos”. Extraño contrapunto facial y anímico que, se sabe, no son para nada intrascendentes en el arte de administrar golpes y evitarlos.

A Maidana le volvió a faltar un rival. Contra la historia y su guión, empeñados en seguir su curso, hacen falta competidores, protagonistas, alter egos. Mayweather no lo fue. El último round, dedicado por el norteamericano a correr, literalmente escapando por todo el cuadrilatero, resultó suficientemente ilustrativo. Al argentino le quedan un puñado importante de batallas sobresalientes por delante en su carrera, aunque difícilmente vuelva a enfrentar a peleadores que cuenten con los pergaminos de Floyd. Pero la historia, esta vez, le fue esquiva. A ambos.

 
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