El cantante y compositor de trap, tras ser víctima de un operativo armado en el que lo usaron como protagonista de “narcotráfico”, transformó la anécdota en canción.
Weedflex tiene 35 años, canta y compone trap y reggaton. Se define como un artista que siempre transitó “ritmos urbanos y a favor de lxs oprimidxs”. También es conocido con el nombre de Kid Rvsta y el año que viene cumple 25 años haciendo música.
A los 13, cuenta, arrancó con el hardcore old school, siguió con el punk, el reggae y ahora trapea desde Mar del Plata.
“Soy de Quequén, me mudé a Mar del Plata hace un mes con el objetivo de poner un delivery de pollo frito”, relata a La Izquierda Diario. Y explica que la decisión la tomó porque “con esta crisis, es uno de los alimentos más accesibles. La idea es poder bancar con ese trabajo mi carrera musical”, dice el artista que también se define como “militante de la izquierda revolucionaria, feminista y socialista”.
Portación de rastas
Weedflex acaba de componer un nuevo tema para su repertorio. Y para la letra se inspiró en una vivencia personal que, ya pasado el momento de terror, bien podría caracterizarse como tragicómica.
“La misma tarde en que llegó la mudanza a Mar del Plata decidí salir a conocer el centro y sacar unas fotos en el Torreón del Monje”, recuerda el artista. Él, además, es consumidor de cannabis desde hace años y conoce bastante de producción de aceites y cremas basadas en esa sustancia.
Por eso reconoce estar “siempre atento a los diferentes cambios en los operativos legales e ilegales de la Policía, por lo que si salgo a pasear de forma recreativa a lo sumo llevo un porro armado y nada más”.
Weedflex y sus rastas (con las que carga desde hace más de cinco años) caminaban por la Costanera cuando de repente lo frenó un hombre que “parecía un profesor de gimnasia, hasta tenía niños cerca como si fuera coordinador de algo, con capucha roja y un termo en la mano”.
El hombre lo frenó con la mano en el pecho y le dijo “señor, soy de Prefectura, ¿usted consume marihuana?”. Weedflex se quedó quieto y mudo. Apenas reaccionó pudo responder “sí, pero no tengo nada, solo salí a caminar”. El porro que había armado en su casa seguía apagado y sin consumir en su bolsillo, junto al encendedor, y él imaginaba que la cosa no debería pasar a mayores.
“Ahí el tipo me mete la mano en el bolsillo y me saca el porro. Le dije que me había frenado por las rastas, que era discriminación lo que estaba haciendo y que encima me estaba arrebatando. Claramente eso era abuso de autoridad”, afirma el artista.
El hecho escaló inesperadamente. Otro prefecto, también vestido de gimnasia y camuflado de coordinador de grupos infantiles, se acercó al lugar, llevando un tanto forzadamente a uno de los pibes para hacerlo salir de testigo. Cargaron a Weedflex y al pibe arriba de un móvil de Prefectura que estaba estacionado cerca de allí. Tras hacer dos cuadras, frenaron frente a una obra en construcción abandonada.
Archivo Prefectura Naval Mar del Plata
Montaje de película
“Ahí nos esperaba una camioneta de Prefectura, con todos los papeles del secuestro de un porro ‘apagado’ (cuando al mío no había llegado a prenderlo) y con la reacción química roja. Una truchada total. Después de firmar unos papeles liberaron al testigo. El pibe cuando se iba me pidió disculpas”, recuerda el cantante aún sin poder creer todo lo que le pasó.
Pero la cosa no terminó ahí. “Ni en una película de Gaspar Noé me esperaría lo que iba a pasar cuarenta minutos después. Los prefectos, cordialmente, me invitaron a participar de una sesión de fotos para el Ministerio de Seguridad”. Weedflex no lo podía creer. “Para no complicar las cosas”, le dijeron amenazantes. Y él accedió.
“No sabía qué podía pasarme. Por ese puto miedo a la yuta, los acompañé. Me llevaron a Colón y La Costa, una de las zonas más caras de Mar del Pata. Llamaron a un fotógrafo de Prefectura y durante una hora montaron una escena. La camioneta de Prefectura vertical al mar y un cartel de la DDI”, detalla.
Un prefecto, ahora de uniforme, le dio una orden y le hizo una confidencia. La orden: “ahora te voy agarrar de la mano y separar las piernas con los borcegos, ponete mirando para delante que en la foto salís de espaldas”. La confidencia: “es para que vean que trabamos, nosotros trabajamos de esto y nos piden imágenes para la folletería de las elecciones, la lucha contra el narcotráfico… ya sabes”.
Le sacaron cinco fotos, que enviaron a través de un celular a la espera de una aprobación o, en su defecto, un pedido de reiteración de tomas. “Los revotaban y revotaban y movían la camioneta, el cartel, buscaron posiciones durante una hora hasta que por fin les aprobaron la patética producción: un rasta con un porro apagado en el bolsillo; imagen para ellos del combate contra el narcotráfico”, dice indignado Weedflex.
Furioso por lo vivido y a la vez necesitado de contarlo, el artista llegó a su casa, rápidamente se armó otro porro y comenzó a escribir exactamente todo lo que ocurrió, buscando que los versos rimen. La canción terminaría titulándose “Per fectura”.
“Es que realmente el montaje que me hicieron fue perfecto, me discriminaron por las rastas, supusieron que por tener rastas podría fumar marihuana, me abusaron al meterme la mano en el bolsillo y, como frutilla del postre, me utilizaron para una foto para decir que combaten el narcotráfico. No sé en que tamaño y en qué panfleto de política burguesa va a salir mi foto en estas elecciones”, finaliza con una mueca de ironía.
Pasándola mal en La Feliz
Hace dos meses, el 3 de marzo, la ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich viajó a Chapadmalal, cerca de Mar del Plata, para participar de un acto junto al intendente Carlos Arroyo. Allí anunció el envío de parte de su ministerio de 500 efectivos de Prefectura, Gendarmería, Policía Federal y Policía de Seguridad Aeroportuaria.
Esos efectivos, en acción conjunta con la Policía Bonaerense, tendrían actividad en tres áreas conformadas por tres escuadrones: Destacamento Móvil, Agrupación Centinela y Operativo Fuerzas Federales. En pocas semanas, esas tropas regaron los barros marplatenses de uniformes verdes, marrones y azules.
La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) denunció que “el supuesto objetivo de la profundización de la militarización en los barrios en la ciudad sería avanzar contra el narcotráfico y las redes de trata, disminuir la tasa de criminalidad y mantener el ‘orden social’. La realidad demuestra que en los últimos años tanto la saturación de oficiales de todo tipo, como las problemáticas que pretenden combatir aumentan sin cesar de manera proporcional”.
Correpi agrega que “las políticas represivas que lleva adelante el Gobierno tanto a nivel nacional como provincial y municipal dejan la cifra de unx pibx asesinadx en manos de las fuerzas del Estado cada 21 horas en todo el país. La continuidad de las políticas de ajuste y hambre no puede ser implementada sin profundizar la represión al pueblo y sus sectores organizados”.
Sin dudas la secuencia de la que fue involuntario protagonista Weedflex se inscribe en esa situación general que describe la Correpi. Tal vez lo que la distingue en especial es que, por un lado, él sobrevivió para contarla; y por el otro, que transformó ese mal trago en una nueva obra de su repertorio artístico.
Tal vez, en sintonía con la definición que hace de sí mismo, con esta canción sirva para alertar a los explotados y oprimidos de que hay que tener mucho cuidado con la gorra que aprieta, pega, detiene y hasta te arma un show para poder complacer a Bullrich, Ritondo y compañía.
Obviamente, a Weedflex no le hubiera ocurrido todo esto si la marihuana, como todas las drogas, estuviera legalizada y no en manos de las fuerzas de seguridad y de un puñado de capitalistas ilegales hipermillonarios.