Miles de argelinos desbordaron por duodécimo viernes, el primero del mes del ayuno o Ramadán, las calles del país mostrando que el movimiento popular de protesta se mantiene firme y determinado a proseguir hasta la caída total del régimen.
El comienzo del tradicional mes de ayuno en el mundo árabe, el Ramadán, había generado la incógnita sobre la continuidad y la masividad de las manifestaciones. Pero como los once viernes anteriores las calles de la capital, Argel, y de la mayor parte de las grandes ciudades del país volvieron a estar repletas con una reivindicación clara: no a las elecciones y no al actual proceso de transición que defiende y tutela el controvertido jefe del Ejército, Ahmed Gaïd Salah.
El general Salah, que se ha transformado en el hombre fuerte del país luego de la caída producto de las protestas del presidente Abelaziz Bouteflika, volvió estar en el centro de los reclamos.
Los manifestantes dejaron en claro que saben que el militar forma parte del régimen que pretenden derribar y que ven la campaña "anticorrupción" que ha impulsado como una estratagema para tratar de desvincularse del pasado.
La campaña de "manos limpias" que impulsa el jefe del Ejército llevó esta semana a la cárcel a Said Bouteflika, el hermano del dimitido presidente, a quien se consideraba el poder que movía los hilos de la presidencia en la sombra. Corrieron la misma suerte los generales Athmane Tartag y Mohamad Mediane "Tawfik", que durante años estuvieron al frente de los influyentes y temidos servicios de Inteligencia argelinos, y que el caso del último incluso fue considerado el sucesor de Bouteflika.
Para los manifestantes las medidas tomadas buscan encubrir la continuidad de los pilares fundamentales del régimen, mediante una transición y nuevas elecciones. "Todo esto es una pantomima, un engaño para que nos volvamos a casa y os conformemos. Pero el pueblo va a resistir aquí en la calle hasta que logremos nuestros objetivos, que son legítimos", le aseguró a la agencia Efe, Jalid A.B., un funcionario público que acudió a la plaza de la Grande Post, en el centro de Argel.
Las protestas comenzaron el pasado 22 de febrero con una primera marcha multitudinaria en Argel en contra de la decisión de Bouteflika, de 82 años, de presentarse a la reelección para un quinto mandato pese a su grave estado de salud.
Los manifestantes se niegan a aceptar la elección anticipada, organizada por las estructuras y personalidades del régimen dejado por el Bouteflika, y apuntan especialmente contra el presidente del Senado y jefe de Estado Interino, Abdelkader Bensalah, y el extitular de Interior y actual primer ministro, Nouredin Bedaui, que junto al jefe de las Fuerzas Armadas, Gaid Salah, se mantuvieron fieles al expresidente hasta su renuncia, después de veinte años al frente de Argelia.
Las protestas exigen la salida inmediata de todos los miembros del régimen establecido por Bouteflika cuando asumió el poder en 1999. Algo que la clase dirigente argelina no está dispuesta a aceptar, mientras comienza a utilizar la represión como forma de imponer el orden.
La campaña "anticorrupción" impulsada por Salah sirve como una purga al interior del antiguo régimen. Pero también es la cobertura para las detenciones contra organizaciones vinculadas a la protesta. Desde la Liga Argelina por la Defensa de los DD. HH. aseguran que se busca "silenciar todas las voces discordantes" que se oponen al proceso de transición deseado por Salah.
El régimen argelino busca utilizar las lecciones que le dejo a las clases dominantes la primavera árabe de 2011 y pretende, como en Egipto, que el Ejército cumpla un rol central de la transición, y si es necesario el de Gobierno. Algo que las movilizaciones actuales ponen en cuestión , al pedir la caída de todo el régimen, y nada indica que lo pueda hacer sin grandes contradicciones. |