Una experiencia acelerada con el régimen “libertador”
Si tomamos 1955 y 1969 como dos momentos determinantes para pensar al movimiento estudiantil argentino, vemos que en el marco de esos 14 años su giro fue de 180 grados. Pasó de ser parte integrante en las calles del golpe de Estado de septiembre de 1955, a un actor político fundamental para la apertura de la situación revolucionaria de los años ´70 en Argentina. En ese camino, una universidad que desde fines de los años ‘40 logró un salto en su masificación a partir del ingreso de nuevos sectores medios, y posteriormente también obreros y populares, será el caldo de cultivo de una generación que a partir de la lucha de la “Laica o libre” y la influencia internacional de fenómenos como la Revolución cubana, la guerra de Vietnam y el repudio a la invasión de Santo Domingo, representarán acontecimientos clave para que el movimiento estudiantil haga una ruptura con el régimen libertador, también con sus ilusiones en el frondicismo, y se presente como un actor opositor en las calles.
Si en los años previos el reformismo (en alusión a los sectores que reivindicaban la Reforma Universitaria de 1918) había realizado un viraje importante a derecha (apoyando el golpe de Uriburu en 1930 y habiéndose alineado con el gorilismo durante los años peronistas), durante este período recobrará parte de su espíritu constitutivo, realizando un giro a izquierda donde retomará sus postulados anticlericales y reasumiendo postulados críticos en relación a su visión de la universidad y la sociedad de clases. Por otro lado, desde el antirreformismo, la “Laica o Libre” será un terreno donde se desenvolverán corrientes católicas juveniles que aprovecharán el triunfo del sancionamiento de la ley habilitante de las universidades privadas para su crecimiento y retención de varios centros de estudiantes hasta 1966.
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Durante esos años, a nivel ideológico, se desarrollarán contra el conservadurismo y el oscurantismo eclesiástico que mantenía fuerza en la Academia, diferentes perspectivas modernizadoras en las distintas disciplinas, a la vez que figuras como Risieri Frondizi y Rolando García propondrán un desarrollo científico progresivo ligado con las necesidades sociales.
La ofensiva contra las universidades
La asunción del gobierno de Onganía abre un período que Juan Carlos Portantiero definirá, en el marco de la situación histórica de crisis orgánica (bajo términos gramscianos, el agotamiento de una forma de dominación y la crisis de sus partidos tradicionales), como de “empate hegemónico” entre las distintas fuerzas burguesas de Argentina en pugna desde 1955, un intento de articulación entre Estado y sociedad civil que tendrá también su expresión alrededor de la institución universitaria.
Para ese entonces, desde el Estado, las universidades eran caracterizadas como “cunas de la infiltración comunista”, por ello mismo era importante anular sus rasgos de autonomía, que tendrán como primera expresión los sucesos del 29 de julio del ‘66 en la Noche de los Bastones Largos.
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En lugares como Córdoba, un método de protesta serán los “actos relámpago” y es en el marco de estos choques entre los estudiantes y la policía que resultará herido de muerte el estudiante y obrero de la IKA, Santiago Pampillón.
Además de la represión lanzada por el gobierno de la “Revolución Argentina” y la fuga de cerebros posterior, el gobierno intentará lanzar sobre reformas estructurales de las instituciones universitarias. En 1967 promulgará la ley 17.245 por la cual establecerá una integración total de las universidades nacionales al modelo corporativo estatal, que estará planteado en 137 artículos donde se dejará supeditada la autonomía universitaria al “mantenimiento del orden público”, se prohibirá todo tipo de actividad política hacia docentes y estudiantes, se habilitará el freno al ingreso irrestricto y el pago de aranceles, y quedará suprimido el voto estudiantil en todas las instancias del co-gobierno universitario, claustro que sólo mantendrán voz en los consejos universitarios.
Esta ofensiva del régimen provocará un paso del movimiento estudiantil a la oposición. Por un lado, distintas corrientes universitarias plantearán expectativas sobre algún sector político del régimen, mientras otras se volcarán a un accionar de carácter semiclandestino. La Federación Universitaria realizará un congreso en dicha condición para finales del año 1967. En los documentos que existen sobre este congreso, hay un aspecto relevante en relación a los distintos tipos de formaciones político-ideológicas y los debates en las universidades en relación a distintas concepciones.
En ese congreso, además de la pelea por distintos reclamos referentes a la cuestión universitaria y estudiantil, también se planteó el problema de una cierta desmoralización imperante en el movimiento obrero y la responsabilidad de la burocracia sindical vandorista (aliada al régimen de Onganía) separando y traicionando diferentes luchas obreras emergentes [1], frente a lo cual responderá con la necesidad de colaborar en la emergencia desde abajo del movimiento obrero mediante “la más tenaz lucha ideológica, política y práctica a fin de poder desatar su caudal de energía hoy trabada, desorganizada y reprimida” [2].
La formación de la CGT de los Argentinos, dirigida por Raimundo Ongaro y apoyada en un principio por un Perón que había culminado su “desensillar hasta que aclare” pasando a la oposición al gobierno que mantenía su proscripción, será una expresión concreta de determinados rasgos de la unidad obrero estudiantil que un año después se expresarían de forma radicalizada. A partir de ello se realizarán mayores acciones conjuntas en las movilizaciones callejeras y las sedes de la central serán punto de reunión y asambleas obrero-estudiantiles en lugares como Córdoba.
El impacto de la radicalización
En los inicios del régimen de la “Revolución Argentina”, las principales organizaciones que influenciaban al movimiento estudiantil eran principalmente el Partido Comunista desde el lado del reformismo, y la Iglesia católica desde el bando antirreformista.
Los tempranos ‘60 dieron inicio al surgimiento de una “Nueva Izquierda”, desencantada con la política tradicional de la URSS, e influida por la Revolución china, la cubana y la oposición a la guerra de Vietnam; muchos de estos agrupamientos reivindicarán la estrategia de la lucha armada (de la guerrilla también, pero en menor medida) y en un primer momento será sobre todo en fricción con partidos como los Partidos Comunistas, que promovían la unidad con distintos sectores burgueses.
En nuestro país, en 1967, el PC tendrá un fraccionamiento importante a partir de discusiones que englobaban desde el rechazo a la lucha armada y su reemplazo por una estrategia pacifista, la política de renuencia del Partido Comunista hacia la Revolución cubana, a la condescendencia en el plano nacional con la burocracia sindical de Vandor en nombre de la unidad del movimiento obrero.
Este fraccionamiento dio origen al PCR y junto con él, la ruptura de la mayoría de la juventud [3]. Ello hará que desde 1967 la Federación Universitaria Argentina sea conducida por la corriente juvenil universitaria del PCR junto con otras agrupaciones de Izquierda denominada FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda).
Un problema esencial que se planteará luego en el congreso de la FUA, a fines de 1967, será el rumbo ultraizquierdista de esta dirección que desarrollará continuamente acciones del tipo putchista privilegiando la acción de un pequeño grupo al involucramiento de masas en el movimiento estudiantil y el desarrollo de instancias organizativas que lo congreguen. Vallejo, militante del FAUDI durante ese período, señala: “Centros de estudiantes masivos que fueron llevados a la tendencialización a través de corrientes políticas que estaban a la cabeza de los organismos de los masas de los estudiantes y no consultaban a los mismos, terminando siendo representantes de un puñado. Eso pasó en medicina (responsabilidad nuestra) y pasó en ciencias económicas” [4] .
Dentro de lo que son las corrientes reformistas también datará de este período el surgimiento de la Franja Morada. Para ese entonces la misma surgirá no como una corriente estrictamente radical, si bien serán hegemónicos; también formarán parte otro tipo de tendencias estudiantiles reivindicadoras del reformismo del ’18, entre los que se encontraban social-demócratas y demócrata-progresistas. Ya para inicios de los ‘70 se puede constatar mayor homogeneidad en relación al identidad política. La consolidación de una fuerza universitaria nacional será en lucha política hacia adentro del partido con el balbinismo, y desde 1968 formarán parte de la Junta Coordinadora Nacional y luego del movimiento “Renovación y cambio” que llevará a las internas del radicalismo en 1973 a Raúl Alfonsín. A diferencia de las tendencias inspiradas en las transformaciones revolucionarias a nivel mundial de ese período, la Franja Morada mantendrá como principio esencial la defensa de la democracia burguesa y el rechazo a la lucha armada en cualquiera de sus formas.
Para fines de los años ’60, también se generarán fricciones en el seno de las corrientes antirreformistas. El alineamiento político de la cúpula eclesiástica con Onganía tendrá consecuencias en la ruptura de ciertos sectores del “bajo clero”, influidos por las ideas de transformación eclesiástica del II Concilio Vaticano y la conferencia episcopal de Medellín. Junto con ello, la fricción acelerada con el régimen en la universidad hará que gran parte de lo que era el afluente de las corrientes católicas se acerquen a estos planteos, junto con un acercamiento político al peronismo. De esta confluencia surge el peronismo universitario, como expresión política de cierto peso con agrupaciones como el FEN (Frente Estudiantil Nacional). Este último será crítico del reformismo aludiendo que el mismo, en sus distintas formas políticas, separaba la realidad universitaria de la del resto del país, aspecto que poco y nada tenía que ver con el reformismo prevaleciente desde la “Laica o libre”. Cabe destacar que esta concepción antirreformista del peronismo universitario estaba ligada al carácter clerical y reaccionario que había asumido la política universitaria del primer gobierno peronista, que había anulado las conquistas democráticas de la Reforma Universitaria a partir de su alianza con la Iglesia católica. Sin embargo, es cierto que el reformismo universitario también estará ligado a una concepción cientificista que, en muchos casos, fue promotora de una visión de “universidad isla” desligada de la realidad social.
El peronismo universitario también tomará iniciativa desde el plano ideológico con el desarrollo desde 1968 de las “Cátedras nacionales”. En las mismas se propondrá un reabordaje del revisionismo histórico [5] combinado con una reivindicación del “tercermundismo” que partía de los fenómenos revolucionarios abiertos en la periferia [6].
El trotskismo también tuvo una relativa fuerza en el movimiento estudiantil. El PRT, que correspondía a la tendencia unificada entre Palabra Obrera (dirigida por Nahuel Moreno) y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (dirigida por los hermanos Santucho) tendrá una relativa fuerza. Cabe aclarar que la confluencia entre estas tendencias, en 1964, tuvo relación con una política de que había lanzado Palabra Obrera en relación a la crisis ya iniciada de las estructuras universitarias tradicionales y la necesidad de unir el movimiento estudiantil con las luchas del movimiento obrero [7]. A diferencia de las otras tendencias, plantean la imposibilidad del desarrollo de movimiento como un sujeto independiente, ya que para desarrollar una alianza revolucionaria era importante la confluencia efectiva con el movimiento obrero. Esto será en discusión estratégica esencialmente con sectores que hasta ese momento, apoyados en el reflujo de las luchas obreras hasta 1968, plantearán “hacer la revolución desde la universidad”, y en la práctica realizarán acciones ultraizquierdistas que se despegaban de la base estudiantil y no lograban conquistar ninguna unidad efectiva con el movimiento obrero; así caracterizarán a corrientes como el PC, el PCR y el FEN, entre otros [8].
Ya para fines de 1967 habrá un pase abierto a la oposición activa de varios sectores del movimiento estudiantil y el movimiento obrero. Esto será en simultáneo a la ruptura del PRT entre las tendencias PRT-El Combatiente (Santucho) y PRT-La Verdad (Moreno). Mientras el primero sostendrá una política mayormente sustitucionista sobre el movimiento estudiantil, dando ponderación a la selección de cuadros en esa institución para la formación de la guerrilla rural; el segundo, luego del ascenso internacional del 68 y el inicio del fin del gobierno de Onganía, se propondrá “ganar para un programa revolucionario –antiimperialista y en estrecha unidad con las luchas obreras– a su vanguardia” [9].
Antes de la explosión
1968 será un año definitorio en el rumbo mundial del movimiento estudiantil y de su unidad con el movimiento obrero. Los levantamientos alrededor del mundo marcarán la apertura de un período revolucionario que llevará a grandes acontecimientos obrero-estudiantiles en Francia; una reacción masiva de la comunidad negra contra el racismo en y las grandes movilizaciones estudiantiles contra la guerra de Vietnam que marcarán un inicio del fin del sueño americano de la posguerra; la oposición al régimen stalinista en defensa de las conquistas obreras en Checoslovaquia; y grandes revueltas con primacía estudiantil en distintos lugares del continente americano como México, Brasil y Uruguay (solo algunos ejemplos de un ascenso mundial).
En Argentina se comienza a vivir inicio del precipicio de un gobierno que había planteado quedarse 20 años para restablecer el orden social. El movimiento obrero vuelve a emerger en grandes luchas a lo largo del país y el movimiento estudiantil resulta un gran aliado en su marcha. Las asambleas clandestinas e ilegales de los universitarios se vuelven masivas y brotan algunas experiencias de cuerpos de delegados. Si el movimiento estudiantil es una “caja de resonancia” de la realidad social, en este momento marcará el pase a la oposición de las grandes mayorías contra el gobierno de Onganía. Todo ello será el inicio de la mecha que culminará, como veremos en próximos artículos, mayo del ’69, el inicio de un gran ascenso del cual el movimiento estudiantil también será partícipe. |