Esta semana se aprobó la adopción homoparental en la cámara de diputados y diversos medios vinculados a la derecha han salido a afirmar que el proyecto de ley puede no ser aprobado, debido a que existe un bloque más conservador en el senado.
Además de destacar los gestos hacia la derecha más conservadora integrando puntos que quedaron en el proyecto, como la evaluación del ejercicio de “un adecuado rol de padre y madre”, o la consideración de los jueces si el niño, niña o adolescente “expresa la voluntad de tener una madre y un padre”.
El debate de la adopción homoparental cobró fuerza luego de las polémicas surgidas en torno al SENAME, tras conocer las cifras de mortalidad al interior de sus recintos, las condiciones de vida y los abusos sistemáticos ocurridos en dichos centros. Se hizo patente entonces la necesidad de mirar hacia esa infancia en condiciones de extrema vulnerabilidad buscando que, al momento de adoptar, prime la necesidad de afrontar esa realidad y no un sistema de valores conservador proveniente de la iglesia católica y evangélica, preponderantemente.
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Hoy, vemos que el sector político que hace demagogia sobre los niños, el derecho a la vida y la familia, se ruboriza (encolerizado) por la idea de que parejas homosexuales puedan adoptar a niños, niñas y adolescentes, que han sido empujados a una vida de miserias, carencias y abandono, relativizando la necesidad de que salga prontamente y poniendo en el proyecto elementos que obstaculizan en fin, la calificación de quienes postulen para la adopción. Claramente, otro ejemplo de la doble moral de la Iglesia y la derecha.
Si pensamos en la vida que afrontan y afrontarán aquellos y aquellas menores de edad, cabe preguntarse, ¿Qué rol jugará la escuela para la infancia, en este momento de apertura hacia la diversidad sexual en la familia? En términos más concretos: ¿Está preparada la escuela, la educación chilena, para familias LGTBI?
Sin duda, los últimos años han existido grandes avances en la inclusión y la no discriminación por género, ni orientación sexual en contextos escolares, con protocolos emanados desde el Mineduc, que abarcan desde orientaciones para el lenguaje inclusivo, hasta políticas de formación docente en cuanto a género y diversidad sexual. Pero ¿cómo podemos garantizar la no discriminación hacia aquellos estudiantes provenientes de familias homoparentales adoptivas, si aún persiste en la escuela un foco reproductor de discursos homofóbicos, como las clases de religión, católica y evangélica?
“El papel aguanta mucho”, si queremos avanzar realmente a solucionar el problema de la vulnerabilidad en la infancia, no basta con legislar una ampliación en el espectro de familias que sean calificadas como aptas para la adopción, junto con ello, debemos transformar profundamente la escuela y las instituciones a cargo del resguardo de la infancia.
Para lo primero, necesitamos desarraigar la iglesia de la educación y para lo segundo, es necesario acabar con el actual SENAME e impulsar una red de hogares de menores administrada por los actores de la educación: profesores, estudiantes y apoderados, así como los trabajadores de la salud, y profesionales de la educación, para crear un nuevo sistema de carácter nacional que asegure la educación, la alimentación y la salud de todos estos niños y niñas, totalmente separado de las instituciones de justicia y financiado por el Estado. |