A Marie Kondo la describen como la gurú japonesa del orden. Escribió un best seller en el que explica muchos “tips” para mantener la casa impecable. Tiene una serie en Netflix donde visita casas y le enseña a las familias a descartarse de objetos y a “simplificar” los espacios.
Cesar Aira define al best seller como un “entretenimiento masivo que usa a la literatura como soporte”. Dice que “es un libro que se propone, y logra, ser vendido mucho y rápido”. Este mecanismo funciona cuando hay un estudio de mercado que lo respalda, cuando hay un interés en vender y uno en comprar o, mejor dicho, necesidades construidas.
Pensando en eso, me vienen a la memoria notas de Clarín que presentan como “moda” la reducción espacial de nuestras existencias. “Vivir en 30 metros cuadrados, una tendencia que crece entre los porteños”. También me acuerdo de la bolsita que ya no te dan (gratis) en el supermercado para hacernos creer que así cuidamos el medio ambiente. ¿Pero si compramos un paquete de yerba o un caramelo no descartamos también sus envoltorios de plástico?
La necesidad genuina que nos convoca Marie Kondo es desear vivir con más libertad de movimiento, amplificar espacios que son pequeños, no sentirnos apretados. ¿Pero cómo hacemos para acomodar nuestras vidas en 30 mt²? El mercado quiere vendernos esos departamentos mientras nos convence de un nuevo estilo de vida. “Vivís ajustada porque acumulás objetos innecesarios”, dicen. “¿Todavía no aprendiste que hay que usar y tirar?”
Mi casa está llena de residuos de escenas anteriores. Sobre la barra está el frasco-maceta con suculentas que gané en un sorteo, el broche que dejé la última vez que colgué la ropa, una tuquita rerrica que quiero compartir con alguien, una pinza y un destornillador que no sé cuándo usé pero que utilizaré prontamente, monedas, el sacacorchos y una tijera. Así, cada rincón de la casa.
Cuando me voy a acostar siempre quiero tener cerca la lámpara, el aparato para los mosquitos, el control del televisor, dos libros y un lápiz. Pero también quedan ahí las monedas que caen de los pantalones, los aritos que me saco al desvestirme, los broches del pelo y de la ropa que quedaron enganchados en alguna prenda cuando las saqué del cordel.
Todos esos espacios me reconfortan, me sostienen. Son como detallecitos que me recuerdan todo el tiempo quién soy y mi cotidianidad.
Marie Kondo, por medio del orden y la organización, plantea otra forma de vivir, un modo de afrontar situaciones estresantes y duelos. Acomodarse para pasar página. Riesgo que corre el acumulador, el amante de bellezas callejeras o el que se aferra en nostalgias.
Los que se toman el trabajo de ordenar luego de usar, clasificando los objetos en forma, tamaño e importancia para meterlos en bolsas y bolsitas, son admirables. Mucha disciplina. Imagino que tener la casa siempre en foja cero te permite vivir un día nuevo cada día.
Es la disciplina que nos falta a los trasnochados, a los improvisados, los que empezamos a leer cuatro libros a la vez y no los terminamos, los que prevemos soluciones a problemas que no tenemos, los que le tememos a la escasez o a la falta de recursos, los que desconfiamos de nuestra memoria.
Marie Kondo te invita a ser perseverante y lograr una casa impecable, meta muy lejana para quienes nos gusta saborear la mitad del camino y para quienes asumimos, con cierto orgullo, que vivimos en una casa pecable. |